¡°Voy a tener que dejarte ir, pap¨¢¡¯. Llevaba varias horas inconsciente y no pod¨ªa o¨ªrme, pero yo, conmocionado, asombrado, llorando, estuve repiti¨¦ndola la frase una y otra vez, hasta cre¨¦rmela. Despu¨¦s, lo ¨²nico que me quedaba era ir a buscar su camilla a la habitaci¨®n donde lo pusieron y sentarme a su lado. Morir cuesta trabajo, y ¨¦l era un buen trabajador¡±. As¨ª describi¨® Philip Roth (Newark, 1933) la muerte de Herman Roth, de 86 a?os. ?l ten¨ªa casi 60 y hasta ese momento el padre siempre trat¨® al hijo como alguien con poder en las editoriales como para publicar lo que escrib¨ªan sus compa?eros de asilo. Para eso est¨¢n los hijos famosos, ?no? El patrimonio del que habla Roth no es, lo dice ¨¦l mismo, ni ¡°el dinero, ni los tefelines ni el cuenco de afeitar sino la mierda¡±. Lo dice, con todo el amor del mundo, despu¨¦s de asear a su padre. Philip Roth se instal¨® con este libro en el lugar que ocupan autores anglosajones que, sin ficci¨®n pero magistralmente, tambi¨¦n han puesto por escrito los recuerdos de sus padres: Richard Ford ('Entre ellos'), Paul Auster ('La invenci¨®n de la soledad'), Mary Karr ('El club de los mentirosos'), Hanif Kureishi ('Mi o¨ªdo en su coraz¨®n') o Martin Amis ('Experiencia'). Ingl¨¦s aparte, en el subg¨¦nero reciente del homenaje ¨Cla cara B del ajuste de cuentas inaugurada por Kafka en Carta al padre- tienen su propio cap¨ªtulo 'Ojal¨¢ octubre', de Juan Cruz, y 'Te me moriste', de Jos¨¦ Lu¨ªs Peixoto). (Traducci¨®n de Ram¨®n Buenaventura. Seix Barral)¡°?Qui¨¦n hab¨ªa sido mi padre para m¨ª? Alguien cuya muerte hab¨ªa deseado. Entonces, ?por qu¨¦ estas l¨¢grimas?¡± Este es el tono del primero de los seis vol¨²menes de 'Mi lucha', del noruego K. O. Knausgard (Oslo, 1968), que narra el viaje del autor hasta la casa en la que ha muerto su padre, un borracho con s¨ªndrome de Di¨®genes (como m¨ªnimo). La memoria le lleva desde el presente hasta la infancia y la adolescencia para bucear en un infierno en el que tambi¨¦n se han sumergido ¨Csin bombona de ox¨ªgeno pero con grandes resultados- escritores como Parick Modiano ('Un pedigr¨ª'), Carlos Pardo ('El viaje a pie de Johan Sebastian') o Marcos Giralt Torrente, cuyo 'Tiempo de vida' se convirti¨® en un hito y obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2011. (Traducci¨®n de Kirsti Baggertun y Asunci¨®n Lorenzo. Anagrama)Alison Bechdel (Pennsylvania, 1960) es homosexual. Su padre tambi¨¦n lo era aunque no hab¨ªa salido del armario. ?l est¨¢ muerto. Ella no y por suerte para nosotros en 2006 public¨® este tebeo antol¨®gico que fue celebrado en Estados Unidos como uno de los libros del a?o ¨Cm¨¢s all¨¢ del g¨¦nero gr¨¢fico- y que ha llegado incluso a tener su versi¨®n teatral en Broadway. El padre de Bechdel, que luego dedicar¨ªa otra entrega a su madre, era profesor de ingl¨¦s, coleccionista de antig¨¹edades y lector de Camus. En el momento de morir estaba leyendo, precisamente, 'La muerte feliz'. Lo ten¨ªa sobre la mesa. Su mujer le hab¨ªa pedido el divorcio dos semanas antes y en la familia surgi¨® la sospecha del suicidio. En el ejemplar de Camus, Bechdel encontr¨® este subrayado: ¡°Experimenta por qu¨¦ paradoja cruel nos enga?amos siempre dos veces sobre los seres que queremos, en su beneficio primero y en perjuicio suyo despu¨¦s¡±. Eso a la altura de la p¨¢gina 30. Y quedan 200 m¨¢s. Por el lado del c¨®mic hisp¨¢nico, un cl¨¢sico reciente del g¨¦nero familiar es 'El arte de volar', con guion de Antonio Altarriba y dibujos de Kim. (Traducci¨®n de Roc¨ªo de la Maya. Reservoir Books)¡°Hay una paradoja en el hecho de que los padres puedan ser a la vez los seres m¨¢s pr¨®ximos y los m¨¢s enigm¨¢ticos, cubiertos como est¨¢n por el velo de su centralidad inalcanzable. No podemos penetrar en ellos, son nuestros dioses cotidianos, gigantescos en la primera edad, rutinarios en la intermedia, nuevamente esenciales al final de la vida¡±. A este p¨¢rrafo tallado a cincel del mexicano H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn (Chetumal, 1946) le falta, en su propio caso, el momento de la ausencia del ¡°dios¡±. El suyo fue un padre ausente que termina en la ruina y que hace cuatro a?os provoc¨® que su hijo escribiera uno de los libros esenciales de la literatura paternofilial latinoamericana reciente. Otro ser¨ªa, por supuesto, el celebrad¨ªsimo 'El olvido que seremos', de H¨¦ctor Abad Faciolince, y, a su manera, 'El pez en el agua', las memorias de Mario Vargas Llosa. Los tres son, adem¨¢s, grandes retratos de sus respectivos pa¨ªses: M¨¦xico, Colombia y Per¨². (Literatura Random House)En 1984 este libro convirti¨® a Annie Ernaux, que por entonces ten¨ªa 44 a?os, en la gran maestra de la autoficci¨®n en Francia. Siempre ha dicho que lo escribi¨® porque ya no ten¨ªa nada que decirse con su padre, un obrero reconvertido en due?o de un colmado en un pueblo de Normand¨ªa. El libro gan¨® el premio Renaudot y su autora abandon¨® la ficci¨®n para siempre. Desde entonces se ha dedicado a relatar, cruda pero magistralmente, la relaci¨®n con su madre, con sus parejas, sus celos o su propio aborto cuando era una estudiante, la primera universitaria en una familia de clase baja (lo hizo en en el imprescindible 'El acontecimiento'). De ese desclasamiento tratan tambi¨¦n ¨Co sobre todo- sus libros. (Traducci¨®n de Nahir Guti¨¦rrez. Tusquets)¡°Yo sab¨ªa muy bien qui¨¦n era mi padre. Sab¨ªa que era una persona amorosa y responsable que hab¨ªa demostrado siempre mucha atenci¨®n y cuidado hacia su familia, incluida su exmujer¡±. Estos son los sentimientos de Guadalupe Nettel (Ciudad de M¨¦xico, 1973) hacia su padre, un hombre que ¡°no hac¨ªa trampa en los juegos, ni siquiera para divertirse¡±, alguien generoso y ¡°capaz de conmoverse con un ni?o o una anciana en condiciones de indigencia hasta vaciar sus bolsillos¡±. Nettel relata estos sentimientos cuando va a visitar a su padre a la c¨¢rcel. Est¨¢ acusado de 'peculado' -malversaci¨®n de fondos p¨²blicos- y su hija tiene miedo, lo reconoce, de descubrir ¡°algo terrible¡± en ¨¦l. El progenitor de la escritora mexicana no es el centro de 'El cuerpo en que nac¨ª' pero s¨ª un personaje fundamental en las estupendas memorias de infancia y juventud de una futbolera emigrada a Francia que de ni?a se identificaba con el kafkiano Gregorio Samsa. (Anagrama)¡°Con seis a?os, mi padre trabajaba/de primavera a primavera./De sol a sol cuidaba de animales./El capataz lo ataba de una cuerda/para que no se perdiera en las zanjas¡±. Con este poema, no por casualidad titulado ¡°Clases sociales¡±, abri¨® Isabel P¨¦rez Montalb¨¢n (C¨®rdoba, 1964) su libro 'Cartas de amor de un comunista'. Fue en 1999, en pleno subid¨®n de prosperidad econ¨®mica y burbuja financiera, aquellos tiempos en los que la literatura comprometida se consideraba una reliquia del pasado, una muestra de mala educaci¨®n. El inter¨¦s por la memoria hist¨®rica y la crisis de hace -?ya!- diez a?os iluminan con nuevos sentidos unos versos en los que lo familiar y lo social son dos caras de la misma moneda. Y para demostrar que los padres, como el mar o la luna, son un g¨¦nero literario, ah¨ª est¨¢n la 'Carta al padre' de Jes¨²s Aguado, el ¨²ltimo premio Loewe ¨CBen Clark por 'La polic¨ªa celeste'- y la reciente antolog¨ªa 'Tu sangre en mis venas', que seleccionada por Enrique Garc¨ªa-M¨¢iquez y publicada por Renacimiento re¨²ne ¡°poemas al padre¡± de Unamuno, Machado, Juan Ram¨®n, Leopoldo Panero, Jaime Sabines, Gloria Fuertes, Francisco Brines, Eugenio Montejo, Miguel D¡¯Ors, Leopoldo Mar¨ªa Panero, Susana Benet, Jon Juaristi, Andr¨¦s Trapiello o Amalia Bautista. (German¨ªa)¡°Les traje a Bra y Valdi regalos de mi ¨²ltimo viaje, los vieron, dijeron que les gustaban mucho, y los olvidaron en mi casa. Los tengo delante ahora: inertes, despreciados, condecorados con m¨¦ritos tristes. Simbolizan la desaparici¨®n de un hogar. Y por tanto, la desaparici¨®n del amor. Nunca decimos toda la verdad, porque si la dij¨¦ramos romper¨ªamos el universo, que funciona a trav¨¦s de lo razonable, de lo soportable¡±. Este de la p¨¢gina 280 es uno de los momentos m¨¢s desoladores del ¨²ltimo libro de Manuel Vilas (Barbastro, 1962), que, acto seguido, aclara que no guarda rencor a sus hijos: tambi¨¦n ¨¦l despreciaba los regalos que le hac¨ªa su madre. En ese rechazo se cruzan las tres generaciones que atraviesan esta historia de amor y desamparo. Como dec¨ªa el poema de Javier Salvago, la venganza de nuestros padres se la cobrar¨¢n nuestros hijos. (Alfaguara)La otra cara de los libros de hijos sobre sus padres son los libros de padres sobre sus hijos. Los hay imprescindibles y esta novela de Joseph Roth (1894-1939) es uno de ellos. Con mucho de reto moral y f¨¢bula antigua, relata la vida de Mendel Singer, que decide emigrar a Estados Unidos con su familia dejando en Europa a su hijo, ¡°tullido¡± y desahuciado por los m¨¦dicos. Todo da un vuelvo cuando el protagonista se entera de que su v¨¢stago, finalmente, ha sobrevivido. Ah¨ª empieza otro libro... que tendr¨¢n que leer ustedes. Ya en el terreno de la no ficci¨®n, con igual sentimiento de desgarro pero sin necesidad de literatura, otros t¨ªtulos de este particular subg¨¦nero ser¨ªan 'Mortal y rosa' (Francisco Umbral), 'La luz dif¨ªcil' (Tom¨¢s Gonz¨¢lez), 'La hora violeta' (Sergio del Molino), 'Joana (Joan Margarit), 'Quieto' (Marius Serra), 'Hacia el amanecer' (Michael Greenberg), 'Una cuesti¨®n personal' (Kenzaburo O¨¦), 'Mar¨ªa y yo' (Miguel Gallardo) o '?Ad¨®nde vamos, pap¨¢?' (Jean-Louis Fournier). El contrapunto feliz ser¨ªa el descacharrante 'Manu', de Manuel Jabois. (Acantilado)