Quiero un hogar donde vivir en paz
Esta semana, Israel celebra sus 70 a?os de existencia. Conf¨ªo en que celebraremos muchos m¨¢s a?os y habr¨¢ muchas m¨¢s generaciones que tendr¨¢n aqu¨ª su hogar y una vida segura, pac¨ªfica y creativa al lado de un Estado palestino independiente
Estamos en una ceremonia que, por m¨¢s ruido que haya suscitado, es un acto de recuerdo y comuni¨®n, y llena de un profundo silencio, el del vac¨ªo que deja la p¨¦rdida de los seres queridos.
Mi familia y yo perdimos en la guerra a Uri, un hombre joven, dulce, inteligente y divertido. Casi 12 a?os despu¨¦s, todav¨ªa me cuesta hablar de ¨¦l en p¨²blico.
La muerte de un ser querido es tambi¨¦n la muerte de toda una cultura privada, personal y ¨²nica que nunca volver¨¢ a existir. Afrontar ese ¡°nunca¡± sin vuelta atr¨¢s es incre¨ªblemente doloroso. Luchar constantemente contra la p¨¦rdida es agotador.
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Es dif¨ªcil separar el recuerdo del dolor. Duele recordar, pero es todav¨ªa m¨¢s aterrador olvidar. Y qu¨¦ f¨¢cil es rendirse al odio, la rabia y el deseo de venganza.
Sin embargo, cada vez que tengo esa tentaci¨®n, siento que pierdo de nuevo a mi hijo. Por eso decid¨ª emprender otra v¨ªa, que es la misma, creo, que decidieron tomar los que est¨¢n hoy presentes aqu¨ª.
Dentro del dolor hay tambi¨¦n aliento, creaci¨®n, bondad. La pena no nos a¨ªsla, sino que nos une y nos fortalece. Hasta viejos enemigos ¡ªisrael¨ªes y palestinos¡ª pueden conectar a trav¨¦s de la pena y a causa de ella.
Nadie puede indicar a otra persona c¨®mo vivir su duelo. Ni en una familia particular ni en la gran ¡°familia afligida¡±. Nos une el firme sentimiento de tener un destino com¨²n y un dolor que solo nosotros conocemos. Por eso pedimos que se nos respete. No es un camino f¨¢cil, es confuso y lleno de contradicciones. Pero es nuestra forma de dar sentido a la muerte de nuestros seres queridos y a nuestras vidas despu¨¦s de su muerte. No queremos desesperarnos ni desistir, para que, en el futuro, la guerra se difumine, quiz¨¢ incluso termine, y entonces empezaremos a vivir de verdad, y no solo a subsistir entre guerra y guerra, entre desastre y desastre.
Quienes hemos perdido a los que m¨¢s quer¨ªamos, tanto israel¨ªes como palestinos, estamos condenados a vivir con una herida abierta. No podemos seguir alimentando ilusiones. Sabemos que la vida est¨¢ hecha de grandes concesiones.
Creo que la pena nos vuelve m¨¢s realistas. Por ejemplo, tenemos claros los l¨ªmites del poder. Y desconfiamos m¨¢s, y sentimos repugnancia cuando vemos una exhibici¨®n de vacuo orgullo, de nacionalismo arrogante, de soberbia. No solo desconfiamos: nos dan casi alergia.
Y desconfiamos de una exhibici¨®n de vacuo orgullo, de nacionalismo arrogante, de soberbia
Esta semana, Israel celebra sus 70 a?os de existencia. Conf¨ªo en que celebraremos muchos m¨¢s a?os y habr¨¢ muchas m¨¢s generaciones que tendr¨¢n aqu¨ª su hogar y una vida segura, pac¨ªfica y creativa al lado de un Estado palestino independiente.
?Qu¨¦ es un hogar?
Un hogar es un sitio de l¨ªmites claros y aceptados, estable y s¨®lido, que mantiene relaciones tranquilas con sus vecinos.
Los israel¨ªes, despu¨¦s de 70 a?os ¡ªpor m¨¢s palabrer¨ªa patri¨®tica que oigamos estos d¨ªas¡ª, no tenemos todav¨ªa un hogar as¨ª. Israel se cre¨® para que el pueblo jud¨ªo tuviera el hogar que nunca hab¨ªa tenido en el mundo. Hoy, Israel quiz¨¢ sea una fortaleza, pero no es ese hogar.
La soluci¨®n al complejo problema de las relaciones entre israel¨ªes y palestinos puede resumirse en una breve f¨®rmula: si los palestinos no tienen un hogar, los israel¨ªes tampoco lo tendr¨¢n. Y a la inversa: si Israel no es un hogar, tampoco lo ser¨¢ Palestina.
Tengo dos nietas, de seis y tres a?os. Ellas tienen claro que Israel es un Estado, que hay carreteras, escuelas, hospitales y un ordenador en el colegio, adem¨¢s de una lengua viva y rica. Pero para mi generaci¨®n esas cosas no son tan evidentes, y por eso hablo desde la fragilidad de recordar vivamente el miedo existencial y la firme esperanza de estar, por fin, en casa.
Pero cuando Israel ocupa y oprime a otra naci¨®n, cuando crea una realidad de apartheid,el hogar lo es menos.
Cuando el ministro de Defensa decide impedir que los palestinos amantes de la paz asistan a este acto, Israel es menos hogar.
Cuando los francotiradores israel¨ªes matan a docenas de manifestantes palestinos, Israel es menos hogar.
Cuando el Gobierno israel¨ª intenta improvisar unos pactos sospechosos con Uganda y Ruanda, cuando est¨¢ dispuesto a expulsar a miles de refugiados y a poner sus vidas en peligro, es menos hogar.
Cuando el primer ministro difama a las organizaciones de derechos humanos y busca formas de eludir las decisiones del Tribunal Supremo, cuando obstaculiza sin cesar la democracia y a los jueces, Israel es menos hogar.
Cuando el Estado abandona y discrimina a los marginados, cuando se cierra a la desgracia de los d¨¦biles y olvidados ¡ªsupervivientes del Holocausto, pobres, familias monoparentales, ancianos, centros de acogida de ni?os, hospitales en dificultades¡ª, es menos hogar.
Cuando abandona y discrimina a 1,5 millones de palestinos que son ciudadanos de Israel, cuando desperdicia la enorme posibilidad de tener una vida en com¨²n, es menos hogar, para la minor¨ªa y para la mayor¨ªa. Y cuando Israel niega el car¨¢cter jud¨ªo de millones de jud¨ªos reformistas y conservadores, tambi¨¦n es menos hogar.
Quiero un Estado que no act¨²e a base de impulsos, trampas, gui?os ni manipulaciones
Cada vez que los artistas y los creadores tienen que demostrar lealtad y obediencia, no al Estado sino al partido gobernante, Israel es menos hogar.
Israel nos duele, porque no es el hogar que desear¨ªamos. Sabemos lo maravilloso que es tener un Estado propio y estamos orgullosos de sus logros en la industria y en la agricultura, la cultura y el arte, la tecnolog¨ªa, la medicina y la econom¨ªa. Pero nos duele su desnaturalizaci¨®n.
Los que est¨¢n hoy aqu¨ª, y muchos m¨¢s como ellos, son quienes m¨¢s contribuyen a que Israel sea un hogar, en el pleno sentido del t¨¦rmino.
En los pr¨®ximos d¨ªas me van a entregar el Premio Israel, y pienso dividir la mitad del dinero entre el Foro de la Familia y la organizaci¨®n Elifelet, que cuida de los hijos de los solicitantes de asilo. Creo que estos grupos hacen una labor sagrada, humanitaria, que deber¨ªa estar haciendo el Gobierno.
Quiero un hogar en el que vivamos una vida segura y en paz, que no est¨¦ secuestrada por fan¨¢ticos de ning¨²n tipo, por ninguna visi¨®n totalitaria, mesi¨¢nica y nacionalista. Un hogar cuyos habitantes no sirvan de mecha en nombre de un principio superior. Una vida que se mida por su grado de humanidad, un pa¨ªs no corrompido, unido, igualitario, sin agresividad ni codicia. Un Estado que se preocupe por cada una de las personas que viven en ¨¦l, con compasi¨®n y tolerancia hacia las muchas formas de ¡°ser israel¨ª¡±.
Quiero un Estado que no act¨²e a base de impulsos, trampas, gui?os ni manipulaciones. Quiero un Gobierno menos tramposo y m¨¢s prudente. Podemos so?ar, y hay mucho que admirar. Merece la pena luchar por Israel. Para nuestros amigos palestinos quiero una vida independiente, libre y pac¨ªfica, en una naci¨®n nueva y reformada. Y quiero que, dentro de 70 a?os, nuestros nietos y bisnietos, palestinos e israel¨ªes, est¨¦n aqu¨ª y canten sus respectivos himnos nacionales.
Hay un verso que todos podr¨¢n cantar juntos, en hebreo y en ¨¢rabe: ¡°Ser una naci¨®n libre en nuestra tierra¡±. Es posible que entonces eso sea, por fin, realidad.
David Grossman es escritor. Este discurso fue pronunciado en Tel Aviv para celebrar el D¨ªa del Recuerdo de los soldados ca¨ªdos de Israel y de las v¨ªctimas del terrorismo.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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