El estado del planeta
Las nuevas tecnolog¨ªas nos han llevado a un cambio de civilizaci¨®n de efectos y consecuencias inesperados, sobre el que existen m¨¢s inc¨®gnitas que respuestas
Desde hace un par de d¨¦cadas el relato sobre los efectos sociales de las nuevas tecnolog¨ªas ocupa cada vez mayor espacio en la atenci¨®n de las gentes. Asistimos con frecuencia a discusiones sobre el car¨¢cter neutral o no de las herramientas digitales, pero ninguna tecnolog¨ªa puede ser considerada inocente respecto a las consecuencias de su utilizaci¨®n. La confusi¨®n generada en torno a las fake news (noticias falsas) y la invasi¨®n de las redes por parte de poderes muchas veces ocultos que tratan de manipular el comportamiento del electorado en las democracias son solo aspectos parciales del trastorno creciente en los comportamientos individuales y sociales de los ciudadanos. Dicho trastorno es instigado por los mismos usuarios que lo disfrutan o lo padecen, y no responde a plan deliberado alguno, por lo que los intentos de regular el uso de las redes mediante la apelaci¨®n a sistemas legales y represivos del antiguo r¨¦gimen est¨¢ condenado las m¨¢s de las veces al fracaso. De cualquier manera, autoridades pol¨ªticas y religiosas de todo el mundo comienzan a expresar p¨²blicamente su preocupaci¨®n ante estos fen¨®menos, que tratan tanto de controlar como de corregir, y su incidencia en la vida de las gentes es a la vez causa de admiraci¨®n y temor indiscriminados entre los ciudadanos de a pie.
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Esta misma semana he tenido oportunidad de asistir en Roma a dos foros internacionales de una forma u otra relacionados con este debate. El Vaticano, a trav¨¦s de su programa Humanity 2.0 congreg¨® en la sede del Cementerio Teut¨®nico de la ciudad papal a un centenar de personas para reflexionar entre otras cosas sobre la manipulaci¨®n informativa en la Red. Humanity 2.0 es un empe?o que responde a la inquietud del papa Francisco por entender y defender el mundo de los valores y derechos humanos en el entorno de la sociedad digital. El liderazgo de dicha meditaci¨®n colectiva corre a cargo de un sacerdote americano, Philip Larrey, que se ha preocupado de llevarlo a cabo en colaboraci¨®n con las mayores empresas tecnol¨®gicas del mundo. Veinticuatro horas despu¨¦s de dicho encuentro, nuestro peri¨®dico presentaba en la sede de la FAO una colecci¨®n de libros que ha lanzado en colaboraci¨®n con la mencionada agencia de Naciones Unidas sobre el estado del planeta. El mensaje que se desprende de ambos eventos es coincidente y f¨¢cil de resumir: nos encontramos ante un cambio de civilizaci¨®n de efectos y consecuencias inesperados, sobre el que existen m¨¢s inc¨®gnitas que respuestas. Las nuevas tecnolog¨ªas son una oportunidad de desarrollo y crecimiento casi universal. Rebajan las barreras de entrada en muchos sectores productivos y de distribuci¨®n, popularizan el conocimiento y mejoran la igualdad de oportunidades. En una palabra, representan un impulso democr¨¢tico y un beneficio para la generalidad de los ciudadanos. Pero tambi¨¦n transforman profundamente, y no siempre para bien, los h¨¢bitos y estructuras sociales que han configurado el mundo, al menos el mundo occidental, durante m¨¢s de doscientos a?os. La crisis de los medios de informaci¨®n es por eso comparable a la de la democracia representativa, de la que aquellos han sido un pilar tradicional; la superpoblaci¨®n del planeta potenciar¨¢ los movimientos migratorios de manera infinitamente superior a lo que actualmente sucede, lo que alentar¨¢ a su vez un aumento de los partidarios de la extrema derecha que anclan su ideolog¨ªa en la xenofobia y el nacionalismo. Ren¨¦ Castro-Salazar, antiguo ministro de Asuntos Exteriores y de Pol¨ªtica Ambiental de Costa Rica y actual subdirector general de la FAO, describi¨® durante el encuentro romano lo que en apenas unas d¨¦cadas va a suceder: diez mil millones de habitantes en el mundo precisar¨¢n para subsistir de un aumento de la inversi¨®n en bienes alimentarios de m¨¢s del cincuenta por ciento actual. Podemos quiz¨¢s prepararnos para hacer frente a ese desaf¨ªo pero para mayor dificultad nos veremos obligados a vencerlo a la vez que se reducen las emisiones de CO2, principales causantes del cambio clim¨¢tico, si aspiramos a sobrevivir.
Los efectos de la robotizaci¨®n pueden ser m¨¢s devastadores sobre el empleo
Paralelamente al aumento de poblaci¨®n, el progreso de la rob¨®tica y la inteligencia artificial provocar¨¢n en los pa¨ªses industrializados un desempleo masivo equiparable, aunque de dimensiones mucho mayores, a los efectos de la implantaci¨®n del maquinismo durante la revoluci¨®n industrial. A Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Pallete, presidente de Telef¨®nica, debo el compartir esta reflexi¨®n con la evocaci¨®n del conflicto de las selfactinas (*) en las hilander¨ªas catalanas, que dio origen a la revoluci¨®n de 1854 y contribuy¨® al estreno del llamado bienio progresista. La rebeli¨®n de los luditas contra el uso de las m¨¢quinas llev¨® al cadalso, sobre todo en Reino Unido, a quienes osaban destruir los nuevos ingenios que sustitu¨ªan la mano del hombre; en el caso espa?ol fue tambi¨¦n el origen de la primera huelga general que hubo en nuestro pa¨ªs y de la organizaci¨®n de algo parecido al primer sindicato de trabajadores. Permiti¨® en definitiva organizarse al movimiento obrero. Los efectos sobre el empleo de la robotizaci¨®n amenazan con ser mucho m¨¢s devastadores que los de la extensi¨®n del maquinismo y provocar¨¢n un terremoto en las cifras del paro que obligar¨¢ probablemente al establecimiento de una renta b¨¢sica universal a fin de aminorar la protesta de los excluidos. El estado del planeta es en definitiva el de sus habitantes, y es obligaci¨®n de los Gobiernos y los l¨ªderes sociales intentar dar respuesta a desaf¨ªos que afectan en muchos casos a la supervivencia de la especie.
La invasi¨®n de los poderes p¨²blicos en el ejercicio de la libertad de informaci¨®n supone una amenaza
En el entretanto las cada vez menos numerosas democracias de este mundo deben seguir preocup¨¢ndose por la crisis de representaci¨®n que padecen y por la p¨¦rdida de credibilidad de los medios de comunicaci¨®n, acusados, por desgracia muchas veces con motivo, de ser lacayos de los poderes constituidos. Una conocida presentadora de noticias americana explic¨® en el encuentro del Vaticano c¨®mo los locutores de determinada cadena de televisi¨®n se han visto recientemente obligados por la propiedad a leer todos y cada uno de ellos en sus respectivos programas un comunicado directamente redactado por los servicios de prensa de la Casa Blanca (l¨¦ase por el presidente Trump) sin ninguna apostilla cr¨ªtica. ¡°Eso es censura¡±, denunci¨®. Peor que censura es dirigismo, pens¨¦ yo, parecido al que sufr¨ªamos en tiempos de la dictadura cuando se obligaba a los peri¨®dicos y a las radios a referirse a la epidemia de c¨®lera que en los a?os sesenta estall¨® en Espa?a como ¡°una mayor incidencia de diarreas estivales¡±.
La defensa de la independencia de los medios, y el dep¨®sito de las responsabilidades y deberes que conlleva en manos de los periodistas, es por lo mismo crucial para mejorar el estado del planeta. La invasi¨®n de poderes p¨²blicos de todas las ideolog¨ªas y pelajes en el ejercicio de la libertad de informaci¨®n, so pretexto de regular los excesos cometidos, supone una amenaza a?adida. Dichos agentes tienen la obligaci¨®n (no f¨¢cil de cumplir en un entorno democr¨¢tico) de proteger la privacidad de los datos de los usuarios de Internet pero no es su misi¨®n determinar o no lo que sean posverdades o noticias falsas. Las iniciativas al respecto de la Uni¨®n Europea y de algunos Gobiernos nacionales, incluido el nuestro, merecen por eso toda clase de desconfianzas.
(*) As¨ª denominaban los trabajadores del textil a las primeras m¨¢quinas de hilar automatizadas, del ingl¨¦s self-acting machines.
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