Philip Roth y la ceguera de la indignaci¨®n
Nos ense?¨® a pensar como piensa la gente corriente, mezclando un poco las emociones y lo que se va viviendo
Philip Roth se muri¨® la noche del pasado martes en un hospital de Manhattan. Ten¨ªa 85 a?os. No queda otra que ponerse en fila y seguir llorando. Avanzar un poco, detenerse, esperar a que se acerquen los dem¨¢s para decirle el ¨²ltimo adi¨®s, esperar tu turno. Est¨¢ lloviendo en nuestras almas y tambi¨¦n afuera, pero todos se mantienen impert¨¦rritos. Algunos abren un paraguas, otros abren un pa?uelo. Ah¨ª est¨¢, por fin, el que tanto nos fue acompa?ando, el que supo ponerle palabras a lo que nos rondaba por ah¨ª adentro, el que consigui¨® que nos mir¨¢ramos lejos de tanta m¨¢scara, el que tambi¨¦n nos ense?¨® a pensar. Como piensa la gente corriente, mezclando un poco las emociones y lo que se va viviendo y las ideas y lo dem¨¢s.
Hacia 1988 Philip Roth decidi¨® contarse su vida, salir de la ficci¨®n y volver sobre las cosas que le hab¨ªan pasado, para ordenarlas y explicarse c¨®mo fue que termin¨® dedic¨¢ndose a escribir. ¡°A partir de los cincuenta, uno empieza a necesitar maneras de hacerse visible a uno mismo¡±, apunta en la carta que le dirige a uno de sus personajes emblem¨¢ticos, Nathan Zuckerman, al comenzar la autobiograf¨ªa que sali¨® de aquel empe?o, Los hechos. Ah¨ª le explica tambi¨¦n que no se hab¨ªa dedicado a otra cosa que a ¡°socavar la experiencia, embellecerla y ensancharla hasta hacer de ella una especie de mitolog¨ªa...¡±. Ese fue el tipo de novela que escribi¨®. Partir de s¨ª mismo, imaginar, torcer las cosas y darles un vuelco para llenarlas de sentido y, as¨ª, construir lo que les iba pasando de manera ¨ªntima y profunda a las criaturas que habitaron en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX.
En el primer episodio que recuerda en ese libro habla de una visita que le hizo con su padre al hermano de ¨¦ste. Ya de vuelta, en el coche su padre le cont¨® un mont¨®n de historias. ¡°Su sabidur¨ªa consiste en relatar¡±, cuenta Roth, ¡°y su repertorio nunca ha sido muy amplio: familia, familia, familia, Newark, Newark, Newark, jud¨ªo, jud¨ªo, jud¨ªo. Como yo, m¨¢s o menos¡±.
?Como ¨¦l mismo? Vaya, ?no era Philip Roth el que nos hab¨ªa ido contando y revelando nuestras propias vidas? A nosotros, que ni somos de su familia, ni pasamos un solo momento en Newark, ni tuvimos nada que ver con los jud¨ªos. Pero as¨ª ocurri¨®; tambi¨¦n con Indignaci¨®n (2009). ¡°Eso es lo que aprend¨ª de mi padre y lo que me gust¨® aprender de ¨¦l: que haces lo que tienes que hacer¡±, dice Marcus Messner, el protagonista de la novela, al principio de su narraci¨®n. Un tipo cabal. Sale de Newark para estudiar en Ohio, corre 1951, pueden alistarlo para la guerra de Corea. Y quiere librarse con un perfecto expediente. Pero se tuercen las cosas y se enfrenta a las normas anticuadas de la Universidad de Winesburg: no tolera las normas religiosas en una educaci¨®n laica.
As¨ª que se indigna. Se carga y carga de razones, se llena de ellas, se ciega, se rasga las vestiduras. Hace lo que tiene que hacer. Con toda indignaci¨®n. Y se precipita y estropea cuanto ha ido conquistando. Ahora, tan cargados de razones como est¨¢n los espa?oles, tan indignados por la corrupci¨®n del PP, tan como corriendo empujados a rasgarse cuanto haga falta. Por eso es justo el momento de frenar. Y, sea lo que sea lo que haya que hacer, conviene hacerlo sin precipitaci¨®n alguna.
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