?Qu¨¦ liderazgo para Catalu?a?
?No es mejor proyecto para Espa?a el de ser una naci¨®n europe¨ªsta y pluriling¨¹e, c¨ªvica e inclusiva, que la de ser un rancio Estado plurinacional, compuesto por yuxtapuestas uniformidades etnoling¨¹¨ªsticas mal avenidas?
La literatura sociol¨®gica distingue entre un tipo de liderazgo transaccional y otro de car¨¢cter transformacional. El l¨ªder transaccional gestiona una rutina organizativa que no cuestiona: su objetivo es que nadie infrinja las reglas establecidas; cuando esto sucede y la norma queda en suspenso o disputa, intentar¨¢ restaurar el anterior equilibro, transaccionando ¡ªllegando a acuerdos¡ª con los diversos actores en liza, a trav¨¦s de un sistema de castigos y recompensas: la vieja y probada t¨¢ctica del palo y la zanahoria. Al encarar una crisis, el l¨ªder transaccional no busca cambiar nada; lo que quiere es que las cosas vuelvan a funcionar seg¨²n la pauta conocida.
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Muy otra es la actitud del l¨ªder transformacional: ante un cataclismo, entiende que el equilibrio perdido es irrecuperable, acaso nocivo, y que la crisis ofrece la posibilidad de alcanzar un nuevo y mejor estado de cosas. Para ello, en lugar de apelar a las emociones individuales del miedo o la codicia, propone a la sociedad o empresa zozobrante un reluciente ideal, acaso dif¨ªcil, que permita enderezar la nave al darle un nuevo norte. El l¨ªder transformacional ¡ªexplica el te¨®rico Joseph Nye (Las cualidades del l¨ªder)¡ª induce a sus seguidores a trascender su inmediato inter¨¦s propio a favor de un prop¨®sito m¨¢s elevado. Soluciona los problemas a trav¨¦s de su superaci¨®n, descartando arreglos transitorios. Tarea que requiere coraje y asumir riesgos: a veces para entrar en una guerra (como hizo Lincoln, en Estados Unidos, para salvaguardar la Uni¨®n), a veces para salir de ella (como hizo De Gaulle en Argelia).
No est¨¢ escrito en ning¨²n sitio que todas las crisis requieran el mismo tipo de l¨ªder. Ambos tienen ventajas e inconvenientes. La virtud propia del l¨ªder transaccional es la prudencia; la del l¨ªder transformacional, el entusiasmo. El defecto tendencial del primero es el apocamiento; el del segundo, el mesianismo. A veces, en fin, es la tranquila transacci¨®n lo que conviene. Pero en otras ocasiones, un escollo enquistado solo se vadea gracias a la en¨¦rgica transformaci¨®n. Los l¨ªderes transaccionales son, hasta cierto punto, permutables: basta con conocer la receta para aplicarla. Los l¨ªderes transformacionales influyen con sus acciones en el curso de los acontecimientos y ligan su suerte a su carisma personal.
Hace falta hacer pol¨ªtica, dicen, y esto significa conceder una cuota de poder suplementaria
?No viene como de molde esta dicotom¨ªa a la cuesti¨®n catalana? Un duradero equilibrio ¡ªpor el cual el Estado central compraba la ambigua lealtad de los nacionalismos subestatales otorg¨¢ndoles crecientes cuotas de poder¡ª ha estallado en pedazos. He intentado dar a este equilibrio, vigente desde la Transici¨®n, el nombre de paradigma Ortega-Camb¨®, que de Ortega toma la derrotista idea de que el problema catal¨¢n no tiene soluci¨®n (solo se puede conllevar), y de Camb¨® la tesis, compartida hasta ahora por las ¨¦lites de la capital, de que conviene que Catalu?a sea gobernada por el catalanismo bajo par¨¢metros nacionalistas. Pero la deslealtad de uno de los actores, precipitada en el golpe del pasado octubre, desbarata esta doctrina. Desde entonces, los viejos actores, desconcertados, bracean para intentar llegar a las tranquilas aguas del pasado. Hay que hacer pol¨ªtica, dicen. Lo que significa que hay que hacer la misma pol¨ªtica de siempre: llegar a una transacci¨®n con el primer l¨ªder nacionalista catal¨¢n que afloje el pist¨®n, concederle una cuota de poder suplementaria ¡ª¡°algo habr¨¢ que darles¡±, se repite sottovoce, sea el blindaje de las competencias llamadas identitarias o el concierto econ¨®mico¡ª y dejar el problema arreglado para ¡ªse a?ade con melanc¨®lico encogimiento¡ª los ¡°pr¨®ximos veinte a?os¡±.
Hay dos comunidades enfrentadas y la soluci¨®n pasa por un nuevo reparto de poder interno
Considero esta forma de pensar equivocada. Apareja varios errores conceptuales. El primero, el de reprochar al Gobierno un inmovilismo que no es tal, sino m¨¢s bien desconcierto ante el agotamiento de la f¨®rmula transaccional y dificultad para concebir pol¨ªticas alternativas al pacto con las ¨¦lites nacionalistas. Id¨¦ntica es la falta de imaginaci¨®n que lastra la estrategia del PSOE-PSC: proponen cosas, s¨ª, pero las mismas de siempre: el familiar arreglo por el cual el Estado cede un poco del poder que a¨²n retiene a cambio de que el independentismo aplace sus planes. No se quiere entender que ese es un mundo ¡ªel de la conllevancia, el de las componendas sin composici¨®n¡ª, que, como las golondrinas de B¨¦cquer, no volver¨¢. No solo porque el proc¨¦s haya activado pol¨ªticamente a una vasta porci¨®n de electores que penalizar¨¢ cualquier cesi¨®n a los nacionalistas. Sobre todo, porque, como sostienen los comentaristas menos perezosos, el conflicto no se da entre Catalu?a y el Estado, sino entre catalanes. Y siendo ese el problema ¡ªel de dos comunidades enfrentadas¡ª, la soluci¨®n pasa por un nuevo reparto de poder interno entre ambas ¡ªpower-sharing¡ª, y no en el blindaje de las herramientas con las que la mitad soberanista ha construido su hegemon¨ªa. Lo que necesita la parte constitucionalista es estar mejor representada dentro de Catalu?a, y eso apunta a cambios en las pol¨ªticas educativas y culturales auton¨®micas en direcci¨®n distinta al tipo de cosas que los nacionalistas reclaman y el Estado puede sentirse tentado de ofrecer.
?Significa eso que debemos conformarnos con lo que hay, con el statu quo, al margen de la inevitable depuraci¨®n judicial de lo sucedido? No. Si no hay transacci¨®n, bien puede haber transformaci¨®n. El ideal de una Espa?a m¨¢s justa, m¨¢s inclusiva, propuesto no solo a los catalanes, sino a todos los espa?oles, y el de un Estado reformado, a trav¨¦s, no del di¨¢logo en sordina con las ¨¦lites nacionalistas, sino de la deliberaci¨®n p¨²blica entre ciudadanos. ?No es acaso mejor idea, en lugar de proceder a blindajes de pol¨ªticas ling¨¹¨ªsticas excluyentes, la de hacer una aut¨¦ntica gesti¨®n ling¨¹¨ªstica federal, inclusiva y justa, a trav¨¦s de una ley de lenguas oficiales? ?No es mejor proyecto para Espa?a, m¨¢s estimulante, m¨¢s vanguardista, el de ser una naci¨®n europe¨ªsta y pluriling¨¹e (conforme crezcan los aportes demogr¨¢ficos del exterior, tambi¨¦n crecientemente pluricultural), c¨ªvica y ejemplarmente inclusiva ¡ªcomo ya lo es, por ejemplo, en materia de diversidad sexual¡ª, que la de ser un rancio Estado plurinacional, compuesto por yuxtapuestas uniformidades etnoling¨¹¨ªsticas, mal avenidas y vueltas sobre su ombligo? Una Espa?a que no solucione el problema catal¨¢n, sino que lo trascienda. El liderazgo transaccional que se pide sin ilusi¨®n alguna ser¨¢ como clavar una suela nueva a un zapato viejo. El liderazgo transformacional que se necesita ser¨¢ como comprar un par de zapatos nuevos, y no para ¡°los pr¨®ximos veinte a?os¡±, sino para encarar con optimismo un horizonte sin fecha de caducidad.
Juan Claudio de Ram¨®n Jacob-Ernst es ensayista.
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