Autoestima
La moral colectiva de un pa¨ªs es un balance entre el orgullo de los logros y el sentimiento de verg¨¹enza de sus taras
En 2008, en plena refriega por el Estatut, pas¨® desapercibido un libro que hoy convendr¨ªa recuperar. Su t¨ªtulo: La dejaci¨®n de Espa?a: nacionalismo, desencanto y pertenencia (Ed. Katz). Su autora, la soci¨®loga Helena B¨¦jar, se propuso, a trav¨¦s de entrevistas con ciudadanos de diverso origen geogr¨¢fico y social, auscultar el latido nacional del pa¨ªs. La conclusi¨®n era clara: mientras en Espa?a los nacionalismos subestatales, sobre todo el catal¨¢n y el vasco, estaban forjando identidades fuertes, basadas en la emoci¨®n, la historia y el lazo etnoling¨¹¨ªstico, la espa?ola se caracterizaba por ser una identidad d¨¦bil, insegura y desprotegida, sometida a escarnio y asociada a un campo sem¨¢ntico negativo: franquista, facha, espa?olazo, centralista, autoritario. No es que el proyecto espa?ol no fuera sugestivo: es que hab¨ªa pasado a connotar lo peor e indeseable. Lo cual no ten¨ªa sentido ni explicaci¨®n sencilla, puesto que Espa?a, bajo cualquier par¨¢metro, en perspectiva hist¨®rica y comparada, ha sido un pa¨ªs exitoso desde que la nave del Estado democr¨¢tico lev¨® anclas en 1978.
El sugerente libro de B¨¦jar no s¨®lo merece ser le¨ªdo de nuevo; los acontecimientos ligados al Proc¨¦s aconsejan una nueva edici¨®n ampliada. Porque uno de los subproductos del fallido envite independentista catal¨¢n ha sido acelerar un proceso psicol¨®gico por el cual un numero creciente de ciudadanos desea dejar de sentirse a disgusto con su condici¨®n de espa?oles. Se equivoca quien piense que esa nueva sentimentalidad interesa o afecta ¨²nicamente a los votantes de un partido. En la ilusi¨®n con que se ha recibido el nuevo equipo de Gobierno de S¨¢nchez, tambi¨¦n es posible apreciar ese renacido deseo de los espa?oles por gustarse. Pero estas personas, cuidadosamente seleccionadas, que de pronto resta?an nuestro amor propio, ya eran espa?oles y ya sab¨ªamos de sus m¨¦ritos. Como dice Proust, a menudo no hacen falta nuevos paisajes sino nuevos ojos.
La moral colectiva de un pa¨ªs es un balance entre el sentimiento de orgullo que infunden los logros de la comunidad y el sentimiento de verg¨¹enza que provocan sus taras e impotencias. En una sociedad polarizada como la espa?ola conviene recordar que ese equilibrio no se altera porque cambie el color de un gobierno. Por t¨®pico que suene, desde 1978, espa?oles de izquierda, centro y derecha, reman juntos. El acierto o desacierto del Gobierno de turno es solo una peque?a parte de lo que somos. Porque Espa?a lleva siendo un buen lugar desde hace tiempo con el concurso de espa?oles de todas las ideolog¨ªas. Como para record¨¢rnoslo, la semana en que los ministros se traspasaban las carteras, se celebraba el D¨ªa Mundial de los Trasplantes: campo de la medicina en el que Espa?a lleva 26 a?os consecutivos siendo l¨ªder mundial en n¨²mero de donantes y donaciones de ¨®rganos. Hoy como ayer, hay motivos para la autoestima, sin la cual no habr¨¢ est¨ªmulo para la automejora.
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