Nicaragua
Daniel Ortega no quiere escuchar la voz de su pueblo, lleva a su pa¨ªs y a sus habitantes a un destino fatal
Mi generaci¨®n se form¨® con los versos de Rub¨¦n Dar¨ªo. A los espa?oles, el poeta nicarag¨¹ense nos dio las claves para entender la poes¨ªa de otra forma. Lo ve¨ªamos como el pr¨ªncipe del modernismo hisp¨¢nico, creador de una voz l¨ªrica novedosa y espectacular donde se combinaban las influencias de la poes¨ªa francesa con la esencia de la tradici¨®n hisp¨¢nica. Su po¨¦tica represent¨® la fuerza vital de una realidad literaria que marcar¨ªa el arranque del siglo XX. El esplendor de sus palabras transform¨® la literatura en un tiempo en el que la efervescencia creativa copaba los espacios medi¨¢ticos.
Aprend¨ª a leer en los setenta, y en el abecedario de los versos que memoric¨¦ estaba el poema Lo fatal, donde el dolor de estar vivo se mezclaba con el miedo a morir. Para una ni?a de siete a?os, todas aquellas im¨¢genes resultaban inquietantes. El poema arrancaba con un ¨¢rbol dichoso que era apenas sensitivo y una piedra dura que no sent¨ªa, y se transformaba en la reflexi¨®n del poeta sobre la vida consciente y lo que significaba ese tiempo presente de estar vivo. Hab¨ªa un fogonazo existencial que nos llevaba al futuro incierto, al dolor de intuir el espanto del ma?ana. El poema marc¨® mi propia mirada y siempre me hace recordar lo ef¨ªmeros y vulnerables que somos. Pero de esa angustia sale mi compromiso con la sociedad y el futuro. No s¨¦ d¨®nde ir¨¦, pero la emoci¨®n que transmite ese poema da sentido a la vida, como una suma de todas las vidas.
Desgarradas noticias nos llegan ahora desde Nicaragua, el coraz¨®n de su presidente Daniel Ortega es piedra dura que ya no siente. Piedra que reprime con dureza criminal y deja un reguero de muertos. Piedra que no entiende el lenguaje vivo y esperanzado de su gente, que le pide a gritos un cambio y transformaciones necesarias para construir una sociedad m¨¢s justa, humanitaria y democr¨¢tica en este presente.
Daniel Ortega no quiere escuchar la voz de su pueblo, se ha convertido en una piedra fr¨ªa que lleva a su pa¨ªs y a sus habitantes a un destino fatal. La gran piedra que entorpece la historia de su patria, una gigantesca l¨¢pida que asfixia la democracia, la libertad y el futuro. El r¨¦gimen de Daniel Ortega debe recuperar el sentimiento, asumir responsabilidades y respetar los derechos humanos. El di¨¢logo, la vida, la democracia plena y la esperanza deben volver a sus calles. Nicaragua se lo pide en un inmenso canto vestido de protestas l¨ªcitas. El r¨¦gimen debe escuchar, o pasar¨¢ a la historia como una losa que secuestr¨® la ilusi¨®n de los j¨®venes del futuro del siglo XXI.
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