La pesadilla de William Blake
El gran triunfo de las m¨¢quinas sobre los humanos en el siglo XXI no son las noticias falsas, sino la docilidad con la que nos hemos adaptado a ellas. Lo importante no es decir la verdad, sino que te crean
William Blake fue hijo y detractor de la Revoluci¨®n Industrial. El tr¨¢nsito del siglo XVIII al XIX lo hizo asombrado por la velocidad con la que Europa empezaba a mecanizarse y la rapidez con la que las m¨¢quinas comenzaban a desplazar a las personas de sus puestos de trabajo. Como tambi¨¦n har¨ªan Byron o Shelley, el poeta Blake comenz¨® una resistencia art¨ªstica, propiamente rom¨¢ntica, contra la mecanizaci¨®n de Europa, que pronto ser¨ªa la de Occidente, y que a ¨¦l le parec¨ªa un derrotero nefasto de la civilizaci¨®n.
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Ve¨ªa con toda claridad que entregarse a la industria y al progreso era una opci¨®n poco afortunada, y en todo caso pensaba que la revoluci¨®n de la industria deb¨ªa tener el contrapeso de una revoluci¨®n cultural, para que la civilizaci¨®n occidental no quedara atrapada en la pura mecanizaci¨®n, en la producci¨®n en masa, en la acumulaci¨®n de capital, en el progreso a toda costa.
Sin el ant¨ªdoto de la revoluci¨®n cultural que intentaron los poetas rom¨¢nticos, el mundo que qued¨® es precisamente el que tenemos ahora, un mundo cada vez m¨¢s mecanizado en donde las m¨¢quinas no solo siguen desplazando a los hombres, sino que ya las tenemos incrustadas en la rutina cotidiana; no solo hacen buena parte de nuestro trabajo, sino que, adem¨¢s, en el caso de los ordenadores, con la humanidad entera prisionera de sus redes, han conseguido que la ciudadan¨ªa piense, opine, se exprese y act¨²e dentro del marco que establece la m¨¢quina.
El ordenador con sus redes hubiera sido, seguramente, la pesadilla m¨¢s espesa de William Blake; en una sola sesi¨®n con esta m¨¢quina, el poeta hubiera podido comprobar el triunfo inapelable de la Revoluci¨®n Industrial y la ingenuidad rom¨¢ntica de su revoluci¨®n cultural. Adem¨¢s, hubiera podido verificar esa realidad diab¨®lica que los habitantes de este milenio vivimos con una desenfadada normalidad: la m¨¢quina que piensa por ti acaba contagi¨¢ndote su forma de pensar. ?Cu¨¢ntas veces al d¨ªa Google, o Waze, o Shazam, o el iluminado de turno en Twitter, piensa por nosotros?
¡°Debo crear un sistema o ser esclavizado por el de otro hombre. No me interesa razonar y comparar: lo m¨ªo es crear¡±. Esta idea de Blake es toda una invitaci¨®n a pensar fuera de la m¨¢quina, a desconfiar de la fuente de la que todos abrevan y a crear nuestros propios pensamientos. Las redes sociales han pasado de ser el espejo del mundo a convertirse en su directriz, comenzaron reflejando la vida real y ahora son ellas las que nutren la realidad con sus modos, sus formas y sus tics; es como si el ordenador nos devolviera nuestra propia realidad jerarquizada de otra forma, como si la m¨¢quina, como tem¨ªa el poeta, nos indicara qu¨¦ pensar y a qu¨¦ parcela de toda la informaci¨®n que circula de red en red nos est¨¢ permitido asomarnos.
La brevedad que imponen las Redes ha cambiado ya la manera de comunicarnos
La brevedad que imponen las redes ha cambiado ya, por ejemplo, la manera de comunicarnos con otra persona; la brevedad del whatsapp empieza a desterrar al e-mail, que ya es visto como una no pr¨¢ctica antigualla que venimos arrastrando desde el siglo XX, aunque en su tiempo fue la maravilla hipermoderna que aniquil¨® las cartas de papel. La secuencia de la carta, el e-mail y el whatsapp es cristalina, e indica que cada vez se escribe menos en mensajes m¨¢s cortos que llegan m¨¢s r¨¢pido; ya no importan la forma, la sintaxis, ni el estilo, ni la ortograf¨ªa, lo que importa es que el mensaje, que es invariablemente urgente, llegue r¨¢pido, tan r¨¢pido que a veces ni siquiera hay que escribirlo, basta con insertar un emoticono. Pero quiz¨¢ lo que de verdad indica esta secuencia es que la m¨¢quina nos se?ala el camino.
La brevedad en Twitter es imprescindible, la idea que triunfa en esta red social es la que va encapsulada en una frase corta y contundente, y la longitud y la contundencia est¨¢n por encima de la verdad, un valor que a estas alturas del milenio ya ha perdido un buen porcentaje de su jerarqu¨ªa. Si la frase es deslumbrante, pero rebasa los 100 caracteres, tendr¨¢ menos qu¨®rum que una breve, aunque sea opaca; y si lo que se ha tuiteado es un linka un texto largo ya podemos despedirnos de la mayor¨ªa de nuestros seguidores.
Los peri¨®dicos, uno de los ¨²ltimos bastiones de la prosa larga, han adoptado ya la frase eficaz de Twitter, la nota condensada y la promiscuidad tem¨¢tica caracter¨ªstica de la red social. Los nuevos lectores ya son incapaces de orientarse en las enormes hojas de papel de los peri¨®dicos, necesitan la eficacia del link y la velocidad y la ligereza con la que viajan de una noticia a la otra.
En unos cuantos a?os, la velocidad y la eficacia se han implantado como los valores supremos de nuestro tiempo, se nos inoculan cada vez que dejamos que entre el wifi, y ya han llegado a territorios tan aparentemente ajenos como el del tenis; este deporte ha cedido a la presi¨®n, y hoy un tenista, para triunfar, m¨¢s que talento necesita potencia, resistencia y agresividad, la misma eficiencia que se le exige al tuitero o al periodista o al pol¨ªtico para que logren obtener muchos seguidores; porque la m¨¢quina nos adiestra cada d¨ªa con la idea de que el ¨¦xito se mide por la cantidad, por el n¨²mero. En el tenis de este milenio ya no hay espacio para los golpes art¨ªsticos, el rev¨¦s a una mano; la suerte m¨¢s hermosa de este deporte est¨¢ en un acelerado proceso de extinci¨®n, porque la mayor¨ªa de los jugadores eligen el rev¨¦s a dos manos, que es menos pl¨¢stico, pero tiene m¨¢s potencia, es simple y eficiente como un tuit. ?A qui¨¦n le importa hacer un golpe bello cuando lo ¨²nico que importa es triunfar?
?Y a qui¨¦n le importa decir la verdad cuando lo ¨²nico que importa en el siglo XXI es que te crean? El gran triunfo de la m¨¢quina sobre nosotros no son las fake news, las mentiras que se multiplican hasta que se convierten en verdad, sino la docilidad con la que nos hemos adaptado a ellas. William Blake, ese poeta que era capaz de vislumbrar el mundo entero en una flor, ver¨ªa con desconcierto c¨®mo la m¨¢quina ha conseguido ya imponernos la brevedad y la velocidad como valores primordiales, y c¨®mo va consiguiendo poner en entredicho la verdad y normalizar la mentira en la vida p¨²blica sin que nadie se escandalice. Y, desde luego, no le gustar¨ªa nada la devaluaci¨®n que ha sufrido la palabra, que ya vale poco si no va montada en un tuit.
Jordi Soler es escritor.
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