Tormenta demogr¨¢fica
Espa?a necesita pol¨ªticas sociales activas que faciliten la natalidad
Las estad¨ªsticas avanzadas por el INE sobre nacimientos y defunciones confirman el declive demogr¨¢fico iniciado en 2015, cuando por primera vez Espa?a tuvo un balance vegetativo negativo al producirse m¨¢s muertes que nacimientos. En 2017, los fallecimientos se incrementaron en un 2,3% respecto al a?o anterior, mientras que los nacimientos descendieron en un 4,5%. Esta l¨ªnea divergente aboca al pa¨ªs a la p¨¦rdida de poblaci¨®n y, en consecuencia, de vigor demogr¨¢fico si no se incide de manera decidida sobre los dos grandes factores que determinan ese balance: la natalidad y la inmigraci¨®n.
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Si algo demuestra la evoluci¨®n de estas estad¨ªsticas es la estrecha relaci¨®n que existe entre la econom¨ªa y la demograf¨ªa. No estamos ante un fen¨®meno azaroso, sino ante las consecuencias de factores socioecon¨®micos que pueden y deben modificarse. La baja tasa de natalidad est¨¢ relacionada con el retraso en la edad de emancipaci¨®n de los j¨®venes, la dificultad para formar uniones estables y la inseguridad laboral, que hace que muchas parejas en edad de procrear no lo hagan por la incertidumbre en la que viven.
Espa?a figura entre los pa¨ªses con menor tasa de fecundidad del mundo. Con una media de 1,3 hijos por mujer, estamos lejos de poder garantizar la tasa de reposici¨®n. El constante aumento de la edad media de la primera maternidad, que ya est¨¢ en 32,1 a?os, indica por otra parte que las mujeres apura el reloj biol¨®gico, de modo que muchas, cuando quieren tener hijos, ya no pueden. Este retraso no se debe a una moda pasajera, sino a la dificultad para combinar sus aspiraciones y requerimientos profesionales con un proyecto de familia.
Si Espa?a quiere recuperar natalidad, tiene que aplicar pol¨ªticas que faciliten la decisi¨®n de tener hijos. Los pa¨ªses n¨®rdicos han demostrado que esas pol¨ªticas son efectivas. De poco sirven los discursos que proclaman la necesidad de proteger a la familia si las din¨¢micas econ¨®micas penalizan a las mujeres y los hombres que deciden tener hijos. Dif¨ªcilmente las parejas querr¨¢n procrear si el horizonte laboral que tienen es de inestabilidad.
Algunos pa¨ªses han aplicado incentivos econ¨®micos en forma de ayudas para la crianza de los hijos. Mientras no se corrija la actual precariedad laboral, este puede ser un paliativo necesario. Pero a largo plazo es preciso incidir sobre las condiciones estructurales que contribuyen a hundir la natalidad. Hay que prever adem¨¢s que la situaci¨®n demogr¨¢fica se agravar¨¢ en los pr¨®ximos a?os. Las generaciones llenas del baby boom llegar¨¢n a edades avanzadas y aumentar¨¢ la mortalidad, mientras que la franja de mujeres en edad de procrear descender¨¢ por la ca¨ªda de natalidad de los a?os ochenta. Habr¨¢ que facilitar mucho la maternidad si se quiere que esas mujeres tengan hijos. Hay experiencia suficiente en otros pa¨ªses como para aquilatar el c¨®ctel de medidas a aplicar: generosos permisos de paternidad y maternidad, guarder¨ªas suficientes y asequibles, escolarizaci¨®n universal temprana, conciliaci¨®n laboral y familiar, empleo estable y protecci¨®n laboral. Debemos situar la crisis demogr¨¢fica entre las prioridades a abordar.
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