5 fotosCinco libros de esta semanaC¨¦sar Aira, Jean-Louis Guere?a y Ram¨®n J¨¢uregui, entre los autores con obras destacadasEl Pa¨ªs09 jul 2018 - 10:34CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceElwyn Brooks White (Mount Vernon, Nueva York, 1899-North Brooklin, Maine, 1985) estudi¨® en Cornell, trabaj¨® para The Seattle Times y el New York Evening Post, visit¨® Alaska, fue propietario de una granja con 15 ovejas, casi 150 gallinas, 3 ocas, 1 gato, 1 cerdo, 1 perro salchicha y 1 rat¨®n, escribi¨® libros para ni?os (entre ellos Stuart Little) y, lo que es m¨¢s importante, firm¨® como E. B. White algunos de los art¨ªculos y ensayos m¨¢s importantes de la historia de The New Yorker, la revista fundada en 1925 por Harold Ross a cuyo car¨¢cter (instruido sin ser pretencioso, urbanita, fr¨ªvolo sin exageraciones, ir¨®nico, cosmopolita, muy literario) White contribuy¨® en gran medida. Por PATRICIO PRONSherlock Holmes naci¨® porque un m¨¦dico escoc¨¦s de cabecera, que no ganaba casi ni para encender el gas, ten¨ªa la consulta siempre vac¨ªa. Aquel doctor se llamaba Arthur Conan Doyle y hab¨ªa encontrado un modelo para su detective en uno de sus profesores de la Facultad, Joseph Bell. Pocos personajes han tenido un impacto tan tremendo en la sociedad que les vio nacer como Holmes y pocos han logrado prolongar su sombra de forma tan profunda sobre el futuro. De hecho, cuando su autor, que quer¨ªa seguir otros caminos literarios, tuvo la peregrina idea de matarlo en las cataratas de Reichenbach, no le qued¨® m¨¢s remedio que resucitarlo al poco tiempo ante la furia de sus lectores. El propio Conan Doyle escribe en un art¨ªculo recuperado ahora dentro del volumen que recoge sus textos de no ficci¨®n, Mis libros. Ensayos sobre lectura y escritura: ¡°Que Sherlock Holmes es para mucha gente cualquier cosa menos un personaje de ficci¨®n lo demuestran todas las cartas que he recibido dirigidas a ¨¦l y en las que formulan peticiones¡±. Un banco situado en la famosa direcci¨®n de 221B Baker Street, que no exist¨ªa en la ¨¦poca en que fue creado el personaje porque la calle era m¨¢s corta, tuvo que contratar a alguien para responder todas las misivas dirigidas al detective. Por GUILLERMO ALTARESFernando Iwasaki siempre ha estado muy atento a los brillos y rugosidades de la lengua espa?ola, a cuyo estudio ha aportado su formaci¨®n como historiador y fil¨®logo y adem¨¢s su doble condici¨®n de peruano (con ascendencia japonesa) y espa?ol (reside en Sevilla, donde ha vivido casi 20 de sus 56 a?os). Todos esos rasgos personales se vuelcan ahora en el libro Las palabras primas, publicado por P¨¢ginas de Espuma y que fue galardonado con el IX Premio M¨¢laga de Ensayo Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz. Por ?LEX GRIJELMOA Horacio Castellanos Moya no le favorecen las etiquetas que, siendo caracter¨ªsticas de su obra narrativa, han pasado a querer significarla toda. Es injusto encasillarla en una supuesta literatura de la violencia, como suele hacerse, junto al novelista guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. Bien es cierto que las largas y sangrientas guerras civiles centroamericanas son la matriz fundamental de ambas trayectorias; que, citando un art¨ªculo del propio Castellanos Moya, ¡°la realidad rebas¨® una vez m¨¢s nuestro potencial de ficci¨®n¡±, nuestras obras literarias ¡°palidecen ante los hechos cotidianos¡± que consigna cualquier diario. Pero no es menos cierto que esta humildad frente a la realidad esconde la clave por la que ambos autores, reinventando la literatura centroamericana, se han convertido en puntas de lanza de la narrativa reciente en espa?ol. La incorporaci¨®n de lo ¡°real¡±, bien a trav¨¦s del documento dentro de la narraci¨®n literaria o bien del ¡°principio de realidad¡± dentro de la paranoia de sus personajes, es uno de los mayores logros de Horacio Castellanos Moya en obras fundamentales como El asco: Thomas Bernhard en San Salvador (1997) o Insensatez (2004). Castellanos Moya es un maestro de los ¡°aterrorizados¡± y su relaci¨®n febril con los hechos, desfasada y clarividente a la vez (no es gratuito acordarse de Dostoievski). Leerlo es adentrarse en un mundo de vasos comunicantes y personajes familiares, un El Salvador que no requiere transmutarse en territorio de ficci¨®n porque es, a un tiempo, cruelmente real y un poderoso artefacto m¨ªtico: un mundo dentro del mundo de las ficciones, incluyendo los alucinados puntos de vista de sus narradores. ?Qu¨¦ a?ade Moronga al resto de su obra? Por ambici¨®n y perfecci¨®n, Moronga (que significa morcilla, con sus correspondientes connotaciones sexuales) es una suma narrativa y una de sus mejores novelas. Por CARLOS PARDOSer¨¢ presente lo que ya es pasado se ofrece a la vez como una antolog¨ªa tem¨¢tica y como un recorrido temporal que permite constatar la evoluci¨®n biol¨®gica de una obra y la congruencia org¨¢nica de un universo creativo. Las seis secciones en las que se divide el libro muestran el tr¨¢nsito desde la ¡°verbosidad experimental¡± hasta la ¡°reformulaci¨®n del s¨ªmbolo¡±, como indica Consuelo Trivi?o en el pr¨®logo. En concreto, los principales n¨²cleos sem¨¢nticos en torno a los que gira la poes¨ªa de Jorge Urrutia son la escritura y el viaje, o m¨¢s bien la concepci¨®n de la escritura como viaje. Si los primeros t¨ªtulos del autor, publicados a finales de los sesenta, no renuncian a ciertas marcas de taller de ¨¦poca, como la escenograf¨ªa culturalista o la referencialidad pop (¡°Escuchar a Tom Jones / y rizarnos el pelo en bucles acortados / al decir con Bob Dylan: on the road again¡±), poco a poco se ir¨¢ instalando en los versos un poso de desencanto ir¨®nico. Prueba de ello son los ejemplos de poes¨ªa c¨ªvica compuestos en los a?os setenta, en los que no faltan la meditaci¨®n sobre la circularidad de la historia, la cr¨ªtica a las revoluciones fulminantes del sesen?tayochismo, el homenaje al ¡°l¨ªquido canto¡± de Paco Ib¨¢?ez o las impurezas intertextuales que le tuercen el cuello al estructuralismo barthesiano (El grado fiero de la escritura, 1977). Con todo, el mayor logro de Urrutia consiste en la proyecci¨®n desdoblada de un pasajero-poeta que retrata el mundo y se autorretrata en ¨¦l, y que descubre el reverso m¨¢gico de la rutina bajo los ¡°ritos y reflexiones¡± de cada d¨ªa. Desde mediados de los ochenta hasta la actualidad asistimos a la construcci¨®n de un sujeto n¨¢ufrago que busca la compa?¨ªa confidente del mar y que se presenta como un Ulises de vuelta de todo. Los asombros cosmovisionarios de los poemas ¨²ltimos, algunos de ellos in¨¦ditos, reflejan una intemperie existencial que solo se redime mediante el ¡°sencillo gesto¡± de emborronar la p¨¢gina en blanco. Esta pertinente antolog¨ªa demuestra que Urrutia forma parte de ese selecto club de autores que han sabido combinar la ret¨®rica efervescente del 68 con la destilaci¨®n de un sereno escepticismo. Por LUIS BAGU? QU?LEZ