Los ¡®brexiters¡¯ se equivocan de enemigo: es Rusia
La Guerra Fr¨ªa contin¨²a, pero al otro lado no est¨¢ James Bond, sino Boris Johnson y Theresa May perdiendo el tiempo
Matar nunca es f¨¢cil, pero menos a¨²n es hacerlo con un agente nervioso fabricado y desarrollado en la Uni¨®n Sovi¨¦tica en los setenta y utilizado supuestamente en territorio brit¨¢nico para liquidar a un antiguo esp¨ªa desertor. En cine y literatura podr¨ªa aderezar un buen guion de Ian Fleming o John le Carr¨¦ de forma mucho m¨¢s vistosa que un simple disparo en el cr¨¢neo en un callej¨®n oscuro. Pero, en la realidad ¡ªporque esto es realidad¡ª cuesta imaginar por qu¨¦ los asesinos han preferido organizar el transporte de una sustancia prohibida (o reproducirla cerca), planear de aquella manera su emisi¨®n chapucera e ignorar los da?os colaterales que pudieran causar. Cualquier tiro o pu?alada habr¨ªa sido infinitamente m¨¢s f¨¢cil, pero habr¨ªa perdido el impacto amenazador del hecho en s¨ª. Y es que el mensaje de los asesinos est¨¢ en la muerte por el agente nervioso Novichok, y no en la muerte en s¨ª. Es de primero de thriller.
Dawn Sturgess, una mujer brit¨¢nica de 44 a?os, madre de tres hijos, muri¨® el domingo por exposici¨®n al Novichok tras ser hospitalizada en estado cr¨ªtico junto a su pareja, Charlie Rowley. Ambos fueron hallados inconscientes en una casa de Amesbury, a solo 13 kil¨®metros de Salisbury, la localidad donde hace cuatro meses fueron envenenados el exesp¨ªa ruso Sergu¨¦i Skripal y su hija Yulia. La noche anterior hab¨ªan estado all¨ª. El Gobierno brit¨¢nico ha atribuido ambos ataques a Rusia, que lo niega, como neg¨® el derribo de un avi¨®n procedente de Holanda sobre territorio ucranio en 2014. El equipo internacional de investigaci¨®n concluy¨® cuatro a?os despu¨¦s que la lanzadera desde la que se dispar¨® el misil sali¨® de Rusia, adonde despu¨¦s regres¨®.
Rusia es, pues, ese gran pa¨ªs no solo capaz de organizar un Mundial, sino de derribar un avi¨®n con 298 ocupantes (seg¨²n la citada Comisi¨®n Internacional de Investigaci¨®n), de envenenar con Novichok a un antiguo esp¨ªa asilado en Reino Unido desde 2010 (seg¨²n la acusaci¨®n del Gobierno brit¨¢nico) o de pasear su sombra letal sobre la muerte del exesp¨ªa Litvinenko por polonio radiactivo o el asesinato de la periodista rusa Anna Politk¨®vskaya, ambos en 2006.
Litvinenko tambi¨¦n era, al igual que Skripal, otro exagente ruso y tambi¨¦n fue envenenado en Inglaterra, exactamente con una taza de t¨¦ en un hotel de Londres. Muri¨® tres semanas despu¨¦s. Tambi¨¦n en Londres muri¨® Georgi Markov, periodista del servicio b¨²lgaro de la BBC, despu¨¦s de sufrir un pinchazo con un paraguas envenenado con ricino en el puente de Waterloo. Aquello fue en 1978, en plena Guerra Fr¨ªa, pero a juzgar por los nuevos sucesos podr¨ªa haber sido hoy. Sin olvidar a V¨ªktor Y¨²shchenko, el l¨ªder uraniano envenenado y desfigurado con TCDD, una dioxina t¨®xica, en 2004.
La guerra fr¨ªa no ha acabado para Rusia. Pero esta vez no encuentra precisamente enfrente a Sean Connery en el papel de Bond, ni a Richard Burton en El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo, ni a Tom Hanks al otro lado de El puente de los esp¨ªas. Al otro lado est¨¢n personajes como Boris Johnson y Theresa May haciendo esgrima sobre el mapa brit¨¢nico para imponer un Brexit malo o peor, mientras Rusia se frota las manos ante el espect¨¢culo que otro amigo de la casa, Donald Trump, aplaude a rabiar. El guion de esta pel¨ªcula acaba mal, porque esta vez se han equivocado de enemigo: no es Europa, amigos; es Rusia. Si nos hicieran caso.
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