Un Brexit imposible
La UE no quiere una salida dura ni un picoteo que estimule otros separatismos
La tensi¨®n sobre la salida de Reino Unido de la Uni¨®n Europea (UE) se ha disparado desde que el Gobierno de Theresa May public¨® el d¨ªa 12 su Libro Blanco en favor de un Brexit suave.
En la escena pol¨ªtica brit¨¢nica, la fricci¨®n es severa, tras las sonadas dimisiones de los l¨ªderes brexiteros duros (David Davis y Boris Johnson). Y con enfrentamientos parlamentarios que evidencian la sustantiva debilidad de May, as¨ª como la dificultad de armar una alternativa.
Por parte de los Veintisiete, la cohesi¨®n negociadora se ha impuesto a alg¨²n intento aislado (del ministro del Interior alem¨¢n, desautorizado) de buscar ventajismos individuales. Es una sinton¨ªa tanto m¨¢s valiosa cuanto que la Uni¨®n exhibe al mismo tiempo intensas fracturas en otras ¨¢reas (inmigraci¨®n, presupuestos).
El equipo negociador no ha rechazado frontalmente el Libro Blanco, aunque s¨ª su filosof¨ªa de segmentar las cuatro libertades comunitarias: de circulaci¨®n de mercanc¨ªas, servicios, personas y capitales. Evita as¨ª acarrear con el sambenito de ser ¨¦l quien dificulta o imposibilita los avances.
Pero en cambio ha se?alado sin ambages aquellos elementos que lo hacen de imposible aplicaci¨®n, no tanto por voluntad, sino por inviabilidad pr¨¢ctica: Irlanda del Norte y los servicios financieros. Dos asuntos trascendentales para Londres, porque se juega en ellos la unidad soberana del reino (a cambio de la recuperaci¨®n de una pseudosoberan¨ªa entregada a la UE) y la joya de la corona de su econom¨ªa.
Bruselas considera con bastante raz¨®n como no factible el tipo de control (tecnol¨®gicamente est¨¢ por idear) que Londres pretende imponer en la frontera del Ulster, en vez de una frontera dura, que todos dicen rechazar y que perjudicar¨ªa fundamentalmente a todos los irlandeses, del sur y del norte. Los 27, aunque con matices, prefieren a Reino Unido dentro de la Uni¨®n, pero no parcialmente adscrita al mercado interior y oblicuamente a su uni¨®n aduanera. A falta de total libertad de movimientos, una frontera permeable amenazar¨ªa con convertirse en cultivo de tr¨¢ficos corruptos e ilegales y acabar¨ªa asestando un golpe irreversible al propio mercado europeo.
Antes, convendr¨ªa que el Ulster no se desgajara de ese mercado, pero eso cuestiona la unidad de Reino Unido. Ambas pretensiones brit¨¢nicas, acceder al mercado interior, aunque solo en mercanc¨ªas y productos agr¨ªcolas (no en pesca), y al tiempo no estar en ¨¦l, son contradictorias e inviables. Otro tanto sucede con los servicios (no siempre desligables de las manufacturas), el 80% de la econom¨ªa brit¨¢nica. La pretensi¨®n de Londres de cogobernar ese ¨¢rea mediante unas equivalencias reforzadas halla la oposici¨®n de los 27, por similares razones. Lo que conllevar¨ªa que la City ser¨ªa la m¨¢s perjudicada por el Brexit.
Europa no busca castigar a Reino Unido. Ni le conviene un Brexit duro. Ni un divorcio sin acuerdo, de alto perjuicio: un 1,5% de su PIB, estima el FMI. Pero ser¨ªa a¨²n peor un pacto que destruyese sus logros y su cohesi¨®n interna. Por eso no puede hacer concesiones que favorezcan el picoteo en ¨¢reas a las que pertenecer, combinado con el desecho de otras, menos apetecibles. Ni cualquier privilegio que pueda estimular a alg¨²n otro socio ¡ªde momento, ninguno¡ª hacia la aventura separatista.
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