El irredentismo de Puigdemont

En los viejos, duros tiempos de la Transici¨®n, la amenaza de ¡°involuci¨®n democr¨¢tica¡± era diaria y cotidiana, a medias por falta de rodaje en las pr¨¢cticas democr¨¢ticas y a medias por la efectiva voluntad involucionista de grupos dopados con la fantas¨ªa de un franquismo sin Franco y a perpetuidad. La experiencia emp¨ªrica del final del r¨¦gimen no hab¨ªa llegado a permear en sus sensibilidades fosilizadas. Hoy la involuci¨®n democr¨¢tica podr¨ªa funcionar de otro modo. Los est¨¢ndares democr¨¢ticos se han visto degradados visiblemente en los ¨²ltimos meses en Catalu?a sin que la evidencia de un respaldo social insuficiente al independentismo haya calado en demasiados de sus cuadros dirigentes. Quim Torra pidi¨® disculpas a trancas y barrancas pero no rectific¨® sus andanadas antediluvianas y preilustradas de aroma carlist¨®n, y Puigdemont ha logrado cazar al PDeCAT con dosis notables de chantaje emocional. Ese tercio de votos que quisieron reprobar las formas del nuevo liderazgo son un dato relevante en un movimiento que se quiere monol¨ªtico, monoling¨¹e y monocolor.

Quiz¨¢ en eso consiste el irredentismo de Puigdemont. Da igual lo que diga la realidad porque la redenci¨®n proceder¨¢ de un hiperliderazgo de tintes mesi¨¢nicos o no llegar¨¢. El legitimismo de Puigdemont se nutre de bloquear las voces cr¨ªticas o reflexivas entre sus filas; se nutre de rechazar la duda o la vacilaci¨®n, de condenar la cautela autocr¨ªtica o incluso de minimizar la realidad pol¨ªtica nueva que le ha ca¨ªdo encima desde la moci¨®n de censura. Ayer reconoci¨®, ¨¦l en persona, el nuevo clima y las nuevas palabras que ha desatado benditamente Pedro S¨¢nchez. Pero lo hizo ¨¦l, y est¨¢ por ver cu¨¢ntos m¨¢s podr¨¢n hacerlo sin que rueden cabezas.

Contra lo que demasiada prensa suele decir, no se trata de una obcecaci¨®n irracional o visceral. Forma parte de un c¨¢lculo bajo el que opera el unilateralismo desde que Artur Mas dio por ganadas para el independentismo las elecciones que hab¨ªa perdido, tal como las plante¨® ¨¦l, plebiscitariamente.

Ese c¨¢lculo consiste en sobreponer a la realidad emp¨ªrica la realidad propagand¨ªstica de una mayor¨ªa social que no existe, y una unanimidad catalana que tampoco existe. La astucia de la operaci¨®n reside en dividir a los oyentes entre quienes solo escuchan al irredentismo legitimista y quienes solo escuchan la disponibilidad dialogante. Convendr¨ªa que escuch¨¢semos a la vez los dos discursos porque son parte de las nuevas condiciones que ha ofrecido el cambio de Gobierno en Espa?a. Pero son tambi¨¦n las condiciones que pueden favorecer un subterr¨¢neo movimiento autocr¨ªtico en el independentismo, turbado por la involuci¨®n democr¨¢tica que significa el unilateralismo de los ¨²ltimos meses.