Taxistas airados
Mantener las protestas en la calle da?a a los usuarios, pero tambi¨¦n al taxi
Como era de temer, la huelga del taxi se ha extendido a varias ciudades espa?olas ¡ªcon especial incidencia en Barcelona y Madrid, cuyas v¨ªas principales han sido ocupadas literalmente por los taxis manifestantes¡ª y amenaza con colapsar los nudos de transporte b¨¢sicos durante el verano, como los aeropuertos o las estaciones de ferrocarril. Las causas de esta crisis no son nuevas ni extravagantes; hay que situarlas en el conflicto mal resuelto, con notable desidia, a pesar de que estaba cantado, entre las asociaciones del taxi, el modo tradicional de transporte privado urbano y los veh¨ªculos VTC (veh¨ªculos de transporte con conductor) gestionados desde plataformas digitales que han venido a competir con los taxis. Esa es la causa de fondo, puesto que los taxistas entienden que sufren de competencia desleal y piden una regulaci¨®n estricta.
La causa pr¨®xima que ha detonado el conflicto es que la Comisi¨®n Nacional de Mercados y Competencia y Fomento bloquearon el acuerdo entre el ?rea Metropolitana de Barcelona (AMB) y las asociaciones del taxi, que impon¨ªa la relaci¨®n de una licencia de VTC por cada 30 de taxi. La respuesta de los taxistas a este bloqueo fue excesivamente violenta e impropia de un grupo laboral o profesional que cree en la negociaci¨®n. Las negociaciones con el ministerio de Fomento, todav¨ªa no resueltas, buscan un acuerdo en torno a la citada relaci¨®n de 1 a 30, trasladar las competencias de regulaci¨®n del transporte urbano a las comunidades aut¨®nomas y establecer el acuerdo con la AMB como modelo para todas las autonom¨ªas.
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No es razonable (ni admisible) negociar bajo la presi¨®n de una protesta violenta en las calles. Eso se llama intimidaci¨®n. Para que sea posible el acuerdo es imperativo que los manifestantes garanticen que no habr¨¢ actos de violencia contra los competidores (Uber o Cabify). Las asociaciones del taxi tienen que aceptar que sus peticiones, aunque sean leg¨ªtimas, tienen que encauzarse a trav¨¦s de una negociaci¨®n. Tampoco es razonable que se rechace de entrada la propuesta de Fomento de aprobar a partir del 14 de septiembre un decreto en el que se reconozca la regla de 1 VTC por 30 taxis; equivale a hacer de la desconfianza el motor del conflicto. Dilatar las manifestaciones en la calle (ayer era el cuarto d¨ªa de protestas), en las que f¨¢cilmente brota la violencia, no es el mejor modo de defender el futuro del taxi. El acuerdo es posible, est¨¢ cerca y no hay que obcecarse por cuestiones secundarias.
Los taxistas tienen raz¨®n en un punto fundamental: las empresas de VTC son sociedades de transporte y, como tales, tienen que someterse a las mismas normas que los taxis. La regulaci¨®n ha de reconocer esa premisa e imponerla de forma terminante. Pero, igualmente, el taxi debe reconocer que los VTC han venido para quedarse y que han espoleado la adopci¨®n de mejoras en el mercado del transporte urbano. El usuario, que no entiende la violencia y sufre la ausencia de un servicio esencial, no va a renunciar a la comodidad de las plataformas. Si esta evidencia va a ser causa de protestas virulentas espor¨¢dicas, el taxi perder¨¢ las razones que ahora puedan asistirle. Y, por cierto, la regulaci¨®n del taxi deber¨ªa incluir tambi¨¦n sistemas para evitar la especulaci¨®n con las licencias.
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