Asalto belga a la ortograf¨ªa francesa
La abolici¨®n de una norma reabre el debate sobre las arbitrariedades de la gram¨¢tica
B¨¦lgica ha dado a las letras francesas autores ya cl¨¢sicos como Marguerite Yourcenar o Georges Simenon. Tambi¨¦n Herg¨¦ y las aventuras del intr¨¦pido Tint¨ªn. Ahora llega una propuesta para abolir una de las reglas m¨¢s discutidas de la gram¨¢tica y la ortograf¨ªa francesas: la concordancia del participio pasado cuando se conjuga con el verbo haber.
Puede parecer un tecnicismo. Para los belgas Arnaud Hoedt y J¨¦r?me Piron, exprofesores y autores de un libro y una obra teatral sobre la endemoniada ortograf¨ªa de la lengua de Moli¨¨re, el da?o que causa esta norma justifica abolirla. En un art¨ªculo publicado esta semana en el diario Lib¨¦ration, justifican que la explicaci¨®n de esta norma ¡°arbitraria¡± ocupa 80 horas de clase en las escuelas. ¡°Ser¨ªa mucho mejor consagrarlas a desarrollar el vocabulario, a aprender la sintaxis, a saborear la literatura¡¡±.
La norma prescribe que, cuando se conjuga con el verbo haber, el participio pasado concuerda con el complemento de objeto directo solo cuando este se sit¨²a antes del verbo. Cuando se sit¨²a despu¨¦s del verbo, permanece invariable, como en castellano. ?Lo entienden? Muchos franc¨®fonos, tampoco.
Hoedt y Piron proponen que siempre sea invariable. Y recuerdan que ya Voltaire clam¨® contra esta regla, que el poeta del siglo XVI Cl¨¦ment Marot hab¨ªa promovido apoy¨¢ndose en que tambi¨¦n exist¨ªa en italiano. ¡°Trajo dos cosas de Italia: la viruela y el acuerdo del participio pasado. Pienso que el segundo ha causado m¨¢s estragos¡±, escribi¨® Voltaire.
Cambiar la norma ser¨¢ dif¨ªcil. No existe una autoridad ¨²nica en toda la francofon¨ªa. Y, particularmente en Francia, la ortograf¨ªa y la gram¨¢tica tienen algo de sagrado, de se?a de identidad nacional.
Pero tambi¨¦n tienen algo de marcador social. Esta es una Rep¨²blica fundada en el ideal meritocr¨¢tico, pero en la que el nivel educativo y el dominio de la lengua reflejan con frecuencia las diferencias de clase. No es extra?o que algunos hayan visto en la propuesta procedente precisamente de B¨¦lgica una v¨ªa para luchar contra la discriminaci¨®n.
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