?Qu¨¦ le pasa, doctor?
Los desarrolladores de inteligencia artificial hasta ahora nos han ense?ado la parte divertida del juego que llevan d¨¦cadas practicando
Todos hemos experimentado en alguna ocasi¨®n la transformaci¨®n que sufre un juego cuando deja de serlo. Estamos jugando y, de pronto, se produce un chispazo. En ese momento comprendemos que aquello tiene un significado que trasciende al propio placer de jugar ya sea por diversi¨®n o curiosidad. Sucede a menudo con los juegos colectivos en los que tambi¨¦n se afirma el papel que cada uno tiene dentro del grupo. Ser malo al f¨²tbol con seis a?os no es lo mismo que con diecis¨¦is. Ni perder a las cartas en vacaciones con la familia es igual que hacerlo en un campeonato de p¨®quer.
Esta transformaci¨®n del fin del juego ¡ªde mero divertimento a otra cosa como triunfo o fracaso¡ª se acent¨²a a medida que nos hacemos adultos porque, probablemente, forma parte de la p¨¦rdida de la inocencia. Y adem¨¢s sucede otra cosa: cuando se produce, deja de ser divertido jugar.
Los desarrolladores de inteligencia artificial hasta ahora nos han ense?ado la parte divertida del juego que llevan d¨¦cadas practicando. Este no es otro que hacer una m¨¢quina ¡ªes decir, un artefacto completamente creado por el hombre¡ª que piense por s¨ª misma. Deep Blue logr¨® en 1997 vencer al ajedrez al gran maestro Garry Kasp¨¢rov. Le cost¨® varios intentos. Pasaron veinte a?os y no fue hasta 2017 cuando la inteligencia artificial se marc¨® otra victoria al derrotar al campe¨®n del mundo de go, otro juego milenario. Y andan enfrascados en lograr que el ordenador sea imbatible jugando al StarCraft II, un juego de ordenador donde la dificultad en ganar pivota precisamente en una caracter¨ªstica bien humana: es mucho m¨¢s impredecible e imperfecto que el ajedrez y el go. Los programadores calculan que tardar¨¢n cinco a?os.
Ahora nos han anunciado que la inteligencia artificial de Google ha ganado a los m¨¦dicos humanos en identificar signos de enfermedades en el ojo, tales como glaucoma o retinopat¨ªa diab¨¦tica. Y el juego est¨¢ dejando de serlo. Desde luego, queda todav¨ªa un largo camino ¡ªo tal vez no¡ª hasta que, primero, tengamos el dilema de si preferimos que nos diagnostique un m¨¦dico humano ¡ªayudado, claro¡ª o pura y simple inteligencia artificial. Despu¨¦s, probablemente, el ¨²nico humano en el proceso sea el paciente. Tal vez sea hora de que se empiece a hablar, m¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota, del jard¨ªn en el que nos estamos metiendo. Al menos que no se diga que no avisaron.
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