Una d¨¦cada de matrimonio t¨®xico
La alianza entre el Tea Party y el Partido Republicano ha supuesto el entierro de una hist¨®rica formaci¨®n pol¨ªtica institucional y respetable y su inclusi¨®n en una ola de extremismo que azota el mundo
El 2 de septiembre del 2018 fue el funeral de John McCain. Exactamente una d¨¦cada y un d¨ªa despu¨¦s de que fuera investido candidato para la presidencia por el Partido Republicano. A su funeral acudieron tres de los cinco expresidentes estadounidenses a¨²n vivos. Barack Obama adquiri¨® un papel protagonista con un discurso elegiaco en el que reivindic¨® a su exrival como un gran estadista. Todas las figuras prominentes de la clase pol¨ªtica norteamericana se encontraban reunidas para la ocasi¨®n, salvo por dos notables excepciones: el actual presidente, Donald Trump, de su propio partido, con quien McCain mantuvo una fiera rivalidad en calidad de guardi¨¢n de las esencias institucionales republicanas, y Sarah Palin, quien fuera su compa?era de ticket como candidata a la vicepresidencia. El tono solemne del encuentro parec¨ªa indicar que se estaba enterrando algo m¨¢s que a un hombre, se estaba dando sepultura a un s¨ªmbolo.
De qu¨¦ s¨ªmbolo se trate es cuesti¨®n de perspectiva. Desde mi punto de vista lo que se estaba enterrando ese d¨ªa era a la ¨²ltima presencia viva de un mito, el de un Partido Republicano institucional y respetable. Pero ese partido m¨ªtico no muri¨® con McCain. Los neoconservadores que gobernaron antes que ¨¦l fuera candidato lo hab¨ªan dinamitado parcialmente con sus aventuras imperiales por Oriente Pr¨®ximo y mediante recortes a las libertades en nombre de ¡°la lucha contra el terrorismo¡±.
En 2018, la extrema derecha es un problema global, y esta verdad inc¨®moda no puede enterrarse
La implosi¨®n del neoconservadurismo al final de la era Bush dio una oportunidad a McCain para ser presidente. Pero su candidatura no terminaba de despegar, y como gesto hacia las bases republicanas m¨¢s fundamentalistas contribuy¨® tambi¨¦n a que su partido saltara un poco por los aires al escoger como compa?era de campa?a a Sarah Palin. El Tea Party a¨²n no exist¨ªa, pero tuvo su concepci¨®n durante la campa?a presidencial de 2008. El movimiento surgi¨® dinamizado por la candidatura del congresista libertario Ron Paul, que defend¨ªa un programa de radical austeridad fiscal, y termin¨® de eclosionar con los discursos incendiarios de Palin, cuyo protagonismo durante la campa?a eclips¨® a la del propio McCain, hasta el punto de parecer que ella era la rival de Obama.
McCain perdi¨® las elecciones y para muchos de los votantes republicanos la imagen que su partido hab¨ªa creado de Obama como un ¡°presidente negro socialista¡± explot¨® muchos de los miedos m¨¢s arraigados en la Am¨¦rica profunda, cuyos habitantes vivieron la victoria de Obama en t¨¦rminos muy similares a como han vivido los estadounidenses de las costas la victoria de Trump.
De esta manera el Tea Party ech¨® a andar a partir de febrero del 2009, experimentando su momento ¨¢lgido el 12 de septiembre de ese mismo a?o con una marcha sobre Washington para protestar contra la pol¨ªtica econ¨®mica del presidente. El Tea Party se mostr¨® muy exitoso a la hora de condicionar qu¨¦ candidatos republicanos sal¨ªan ganadores durante las primarias de la era Obama, lo que llev¨® al partido a ser muy d¨®cil con ellos. En ¨²ltimo t¨¦rmino, esta alianza entre el movimiento y el partido acab¨® pas¨¢ndole factura a ambos. Los miembros del Tea Party escog¨ªan a los republicanos m¨¢s radicales para que defendieran en Washington una agenda de estricta austeridad fiscal y de defensa de los valores familiares. A los pol¨ªticos que se mantuvieron fieles al mandato les fue muy dif¨ªcil negociar inversiones para sus distritos y muchos perdieron sus esca?os por no conseguir resultados tangibles. Aquellos que negociaron con el resto de representantes fueron tachados de traidores.
El momento ¨¢lgido lleg¨® en 2013, cuando la C¨¢mara bloque¨® los presupuestos de la Administraci¨®n de Obama
El momento ¨¢lgido de este matrimonio t¨®xico entre el Partido Republicano y el Tea Party lleg¨® en 2013. John Boehner, el anterior l¨ªder de la C¨¢mara de Representantes, a pesar de no ser un candidato del Tea Party, acab¨® cediendo a las presiones de sus compa?eros, y en 2013 la C¨¢mara de Representantes bloque¨® los presupuestos de la Administraci¨®n de Obama, lo que oblig¨® durante dos semanas a un cierre de muchos servicios p¨²blicos y oficinas gubernamentales por la incapacidad de la Administraci¨®n de pagar a sus funcionarios. La medida gener¨® una enorme crisis en el pa¨ªs que oblig¨® a los republicanos a ceder, terminando de destruir la credibilidad gubernamental del partido y desmoralizando al Tea Party por su incapacidad de llevar su programa y presiones a t¨¦rmino.
El Tea Party termin¨® por desvanecerse en las elecciones presidenciales de 2016. El movimiento muri¨® de ¨¦xito cuando parad¨®jicamente enfrentaba sus limitaciones de influir en la pol¨ªtica institucional por medio de sus candidatos republicanos. En esas elecciones, el Tea Party no contaba con un candidato de consenso. Los evang¨¦licos apoyaron a Ted Cruz, y Ron Paul no se present¨® por primera vez en d¨¦cadas, lo que provoc¨® que los libertarios abandonaran en masa a los republicanos. Pero fue Trump quien capitaliz¨® lo que quedaba del movimiento y no porque representase las ideas de libertarios o evang¨¦licos, sino porque representaba todo lo que les un¨ªa. Con Trump el Tea Party dejo de ser un movimiento social para convertirse en una base electoral incondicional y acr¨ªtica. Junto a la Alt Right y al voto obrero desencantado con los dem¨®cratas ha pasado a ser uno de los tres pilares de su victoria.
Lo m¨¢s llamativo del Tea Party una d¨¦cada despu¨¦s de su surgimiento es que muestra que la crisis econ¨®mica no ha pasado en balde. Si a inicios de la era Obama la derecha radical americana se movilizaba por la reducci¨®n de impuestos, la defensa de los valores familiares y por una visi¨®n extrema del individualismo y del libre mercado, en la era Trump estas reivindicaciones se han visto acompa?adas e incluso eclipsadas por un nacionalismo econ¨®mico y proteccionista. Si bien el musulm¨¢n sigue estando en el punto de mira, la prioridad ahora se desplaza hacia el inmigrante latino, y el miedo de buena parte de los americanos ya no se centra en un hipot¨¦tico presidente socialista, sino en los estragos de la globalizaci¨®n. Esto muestra que la gesti¨®n de la crisis y el hacer recaer el precio de la recuperaci¨®n sobre las clases populares ha trasformado las reivindicaciones y el alcance de la derecha radical.
En la actualidad impera un discurso que intenta dibujar dos campos pol¨ªticos enfrentados y sin relaci¨®n entre s¨ª. Por una parte, las fuerzas pol¨ªticas tradicionales, defensoras del orden social, la apertura y la globalizaci¨®n. Por otra parte, las fuerzas populistas, sean de izquierdas o de derechas, que desean cerrar los Estados sobre s¨ª mismos entorpeciendo el progreso y alentando la intolerancia. El problema de este tipo de explicaciones dicot¨®micas es que solo pueden sostenerse ignorando que muchos pol¨ªticos institucionales han cimentado su carrera alentando un discurso pol¨ªtico que en la actualidad enarbolan de manera a¨²n m¨¢s radicalizada la nueva extrema derecha europea y estadounidense.
Lo que el funeral de McCain no puede esconder es que fue en su decisi¨®n de visibilizar a Sarah Palin que el Tea Party encontrara su posibilidad hist¨®rica. Esto no convierte a McCain en el responsable de Trump, pero decisiones como la suya han conducido a esta nueva ola de extrema derecha a ambos lados del Atl¨¢ntico. En 2008 el Tea Party era un problema americano que desde Europa observ¨¢bamos con incredulidad. En 2018 la extrema derecha es un problema global, y esta verdad inc¨®moda no puede enterrarse.
Marcos Reguera es investigador de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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