Un in¨²til endiosado
Puigdemont parece un hombre tan capaz como Montgomery de ser adorado por una gran fracci¨®n de sus conciudadanos, mientras les conduce al desastre
Antony Beevor es un gran historiador que ha conseguido hacer que las normalmente insoportables historias de guerra enganchen con los lectores normales. Pero no ha hecho solo eso, que la maravillosa Barbara Tuchman considera crucial para hacer historia, sino que a lo largo de sus libros ha trabajado para desmontar con singular eficacia algunas falsedades y mitos, como el del mariscal de campo Bernard Law Montgomery, vencedor de Rommel en El Alamein, entre otras haza?as.
Montgomery, al que los ciudadanos ingleses conoc¨ªan por el cari?oso diminutivo de Monty, particip¨®, como era su obligaci¨®n, en la llamada por Beevor La batalla por los puentes (Cr¨ªtica, 2018). Y tom¨® o ayud¨® a tomar muchas decisiones err¨®neas que costaron muchas vidas inglesas, polacas y norteamericanas y un alargamiento de la II Guerra Mundial.
La enorme batalla por el puente de Arnhem, que acab¨® convirti¨¦ndose en la ¨²ltima victoria de los alemanes de Hitler, se desarroll¨®, como muchas otras acciones de la guerra, influida por los intereses personales y por la vanidad de Monty. Sin embargo, el mariscal fue, y sigue siendo, adorado por buena parte de sus compatriotas, que vieron en ¨¦l la demostraci¨®n de la capacidad de resistencia de su pueblo.
Es dif¨ªcil encontrar en la historia de la guerra mundial un ejemplo tan desdichado de incompetencia como el de Montgomery, al que salvaron el apoyo de un extraordinario pol¨ªtico como Winston Churchill, posiblemente necesitado de un compatriota que vender, y la gran capacidad militar de Dwight Eisenhower, adem¨¢s de ¡ªpor supuesto¡ª la gigantesca aportaci¨®n norteamericana, en material y en soldados, al esfuerzo contra el nazismo.
Pero no es dif¨ªcil encontrar un ejemplo cercano similar. Carles Puigdemont parece un hombre tan capaz como Montgomery de realizar al tiempo dos tareas importantes: hacer m¨¦ritos con gui?os patri¨®ticos para ser adorado por una gran fracci¨®n de sus conciudadanos, mientras les conduce al desastre.
Lo que pasa es que, por fortuna, Puigdemont no tiene a los americanos con su ej¨¦rcito detr¨¢s para realizar sus objetivos. Se tiene que conformar con Quim Torra, que todav¨ªa no tiene ej¨¦rcito. Pero tiene un cronista a la altura de Beevor, que est¨¢ contando su torpe desempe?o: Xavier Vidal-Folch.
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