Silencio, peligro de chantaje
Lo escandaloso es c¨®mo ha sido posible que el excomisario haya pasado 23 a?os protegido por diez ministros del Interior mientras grababa un arsenal de bombas de relojer¨ªa
Con el caso Villarejo se cumple ese error de fijar la mirada en el dedo cuando alguien se?ala la luna. Se gastan toneladas de tinta y saliva por unas grabaciones que hoy manchan a una ministra, ayer al Rey em¨¦rito y ma?ana a otros. Lo escandaloso, sin embargo, es c¨®mo ha sido posible que el excomisario haya pasado 23 a?os protegido por diez ministros del Interior mientras grababa un arsenal de bombas de relojer¨ªa y, a la vez, blanqueaba dinero, revelaba secretos y gestionaba una organizaci¨®n criminal, presuntos delitos de los que le acusan los jueces.
No hay respuesta de quienes le nombraron, mantuvieron y hasta condecoraron. L¨®gico, porque est¨¢n bajo la amenaza de ser extorsionados y, sobre todo, porque el asunto se les ha ido de las manos a todos, incluido el excomisario.
El pecado original fue saltarse esa regla elemental seg¨²n la cual un Estado debe elegir a hombres limpios para trabajos sucios. Es decir, para esas cloacas que algunos, con grandes dosis de hipocres¨ªa, dicen haber descubierto ahora.
El error se cometi¨® en octubre de 1993, cuando la c¨²pula policial permiti¨® a Villarejo compaginar su trabajo de funcionario con la actividad privada que le ha enriquecido. El desatino se emponzo?¨® m¨¢s porque los datos que Villarejo pasaba a la polic¨ªa se obten¨ªan a veces con m¨¦todos prohibidos, como esa agencia de prostitutas que ¨¦l describi¨® ante la ministra Delgado y al juez Garz¨®n, sin que estos, por cierto, lo criticaran.
Callaron seguramente porque tambi¨¦n a ellos se les hab¨ªa ido de las manos la situaci¨®n. Solo as¨ª se entiende que Garz¨®n dijera al entonces comisario: ¡°Eres un mal necesario¡±. ?Qu¨¦ quiso decir?
Interior ha confiado a Villarejo temas muy sensibles, como la fortuna de los Pujol, el disco duro del ordenador de B¨¢rcenas, el patrimonio de Ignacio Gonz¨¢lez, visitas a testaferros en el extranjero, seguimiento de protagonistas de la G¨¹rtel o la actividad de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, amiga del rey Juan Carlos.
Cualquier lector distingue ah¨ª entre encargos de Estado, ajustes de cuentas pol¨ªticos o gestiones para entorpecer causas judiciales. Y, en paralelo, a¨²n ten¨ªa tiempo Villarejo para atender su entramado de sociedades descubierto por este peri¨®dico y que inclu¨ªa investigaciones a destacados empresarios. Demasiados artefactos explosivos de efecto retardado en una sola mano y a tiro de grabadora.
Y pese a todo, el establishment le abr¨ªa las puertas. ?Por qu¨¦ no fiarse de ese ¡°agente encubierto¡± y ¡°patriota¡±, como se defin¨ªa, en el que hab¨ªan confiado diez ministros seguidos del Interior?
El problema est¨¢ ahora fuera de control hasta para Villarejo. La difusi¨®n de algunas de sus grabaciones solo puede perjudicarle. La informaci¨®n solo es temible cuando no se suelta. Ya es tarde. El excomisario ha provocado a ese Estado que dec¨ªa defender. Ese Estado no debe admitir chantajes y, por tanto, este asunto ya no se le puede ir de las manos un mil¨ªmetro m¨¢s.
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