Paradojas del CIS
La reforma del organismo es inevitable a medio plazo, pero es necesario conservar lo bueno que tiene. Se trata de una instituci¨®n con dos almas: la que investiga lo que sucede y la que provee de datos fiables
El problema del CIS es que, si fuera independiente del Gobierno y se dedicara solo a la investigaci¨®n desinteresada, no existir¨ªa. De esto no hay una demanda como la hay, digamos, de una buena televisi¨®n p¨²blica. El CIS es una fabulosa fuente de datos de investigaci¨®n cuya historia y vida en Espa?a se explican por el relieve pol¨ªtico de una parte de su trabajo. La investigaci¨®n social que realiza est¨¢ financiada con largueza digna de toda ciencia porque depende del Ministerio de la Presidencia, y no de las menguadas fuentes p¨²blicas y privadas de las que viven otros. Cuando alguien dice que el CIS deber¨ªa depender del Ministerio de Ciencia o de un consorcio universitario pienso en lo que pensaba Leibniz cuando alguien afirmaba que le gustar¨ªa ser el emperador de China. Le sorprend¨ªa no una pretensi¨®n imposible, sino que se deseara desaparecer.
Pero la reforma es inevitable a medio plazo. La investigaci¨®n por encuestas est¨¢ progresando a toda velocidad en este siglo: el CIS hace muchas cosas bien, pero el estilo de gesti¨®n que impone el ciclo pol¨ªtico dificulta su adaptaci¨®n a las nuevas t¨¦cnicas y criterios de excelencia cient¨ªfica, no digamos el ponerse en vanguardia. Para ilustrarlo de forma un poco injusta pero f¨¢cil de entender: el CIS sigue haciendo encuestas con l¨¢piz y papel; en EE?UU hay que ir al Instituto Smithsoniano, un museo de Washington DC, para ver ejemplares de cuestionarios en papel, expuestos tras un cristal. El riesgo de obsolescencia podr¨ªa empujar al cambio antes que la pol¨¦mica sobre su activismo.
?Cu¨¢l es el lugar adecuado del CIS? Creo que solo hay un sitio donde puede seguir siendo una instituci¨®n de gobierno y, sin embargo, estar m¨¢s resguardado de la intervenci¨®n pol¨ªtica de corto plazo: con el INE, formando una agrupaci¨®n de centros de investigaci¨®n social y econ¨®mica. No pueden sumarse sin m¨¢s, pero pueden asociarse bajo un mismo techo institucional, compartiendo el banco de datos, la tecnolog¨ªa y los est¨¢ndares de documentaci¨®n y transparencia. Algo parecido es lo que hay en Alemania, Noruega o Reino Unido, los pa¨ªses m¨¢s desarrollados en la investigaci¨®n por encuestas.
Todos somos adictos al CIS: los partidos pol¨ªticos, los investigadores comerciales y los acad¨¦micos
Desde 2008 el CIS ha tenido cinco presidentes, adem¨¢s de seis directores de investigaci¨®n, cinco directores del banco de datos, tres directores de publicaciones y tres secretarios generales; y en cuesti¨®n de algunos meses se habr¨¢ vuelto a cambiar todo. Adem¨¢s, solo una de las 17 personas que han pasado ¨²ltimamente por la direcci¨®n de sus cuatro departamentos ya trabajaba en la casa. No hace falta ser experto en gesti¨®n p¨²blica para imaginar c¨®mo se sienten sus empleados, ni que el CIS camina gracias a su abnegaci¨®n. En ese mismo tiempo el INE ha tenido dos presidentes. Por lo dem¨¢s, los directores y subdirectores del INE suelen ser estables, y existen las carreras internas. Tampoco es dif¨ªcil figurarse, solo por este indicio, que las dos instituciones tienen una muy distinta capacidad de actuar con autonom¨ªa.
?Qu¨¦ sucede con las encuestas de asunto pol¨ªtico? Es chocante que el Gobierno, a trav¨¦s del CIS, publique estimaciones que se dicen cient¨ªficas sobre el resultado de las elecciones en las que piensa competir. Peor a¨²n si despierta recelos sobre el m¨¦todo de estimaci¨®n, pero eso es lo de menos. Los bar¨®metros mensuales se pueden y deben seguir haciendo, por ejemplo, como encargo de La?2 en una reformada TVE. El CIS solo garantizar¨ªa la integridad cient¨ªfica de los datos y su dep¨®sito p¨²blico, mientras que unos analistas independientes, seleccionados por los periodistas, se ocupar¨ªan de la interpretaci¨®n, pron¨®stico y escatolog¨ªa. Algo parecido al Politbarometer de Alemania. Los bar¨®metros dar¨ªan todo el servicio p¨²blico menos toda la pol¨¦mica. Y puede que m¨¢s diversi¨®n.
Aparte de los bar¨®metros, el CIS tambi¨¦n debe hacer su propio estudio cient¨ªfico durante las elecciones, pues esa es una investigaci¨®n fundamental, pero ser¨ªa embarazoso que, en el futuro, se publique en la prensa. Los resultados de este tipo de estudios, en otras latitudes, solo est¨¢n disponibles varios meses despu¨¦s de las elecciones, pues consisten en dos o m¨¢s encuestas encadenadas que requieren un trabajo minucioso de validaci¨®n, documentaci¨®n y an¨¢lisis. Y porque no se hacen para anticipar el resultado ¡ªnada menos que repartiendo esca?os por provincias lo hace el CIS¡ª sino para entender mejor a los ciudadanos. Si se quiere seguir haciendo una macroencuesta de precampa?a, mejor como edici¨®n especial del bar¨®metro de La 2.
?Qu¨¦ hay del mandato del CIS de ayudar a formular pol¨ªticas al Gobierno? Igual ya no ser¨ªa tan f¨¢cil que el CIS lanzase un buen d¨ªa una encuesta sobre la reforma territorial, sobre la educaci¨®n concertada, sobre las actitudes hacia el franquismo, sobre prostituci¨®n¡ Solo que ahora tampoco lo hace. Demasiadas veces, la idea del CIS de ayudar a formular una pol¨ªtica es guardarse de preguntar sobre ella. Incluso a costa de interrumpir una serie continuada. Estudios hubo que se llegaron a hacer regularmente, como los de Actitudes hacia la inmigraci¨®n, pero se suspendieron entre 1996 y 2008 ¡ªen pleno apogeo migratorio¡ª, y de nuevo en los dos ¨²ltimos a?os. Aunque el CIS contiene un tesoro de datos, hay cuestiones que se abordan solo a rachas, y pocas tienen garant¨ªa de continuidad. Estos asuntos deber¨ªan programarse para ser indagados cada cierto tiempo a beneficio de la ciencia y hasta de la democracia.
Desde 2008, la instituci¨®n ha tenido cinco presidentes, adem¨¢s de seis directores de investigaci¨®n
Se habla poco del servicio que presta el CIS al diseminar sus datos de manera muy veloz y en formato abierto. Eso tiene sus pegas cient¨ªficas, pero hay que subrayar su potencial como contrapeso democr¨¢tico. Si nos dicen que los espa?oles queremos educaci¨®n concertada podemos ir al CIS y mirar si es cierto. Bueno, eso no, pero muchas otras cosas s¨ª. Una persona con una cierta instrucci¨®n puede usar su banco de datos para discutir con ventaja algunas de las afirmaciones que hacen pol¨ªticos, empresarios, intelectuales, obispos u otros int¨¦rpretes de nuestro bienestar. A veces se entiende mal por qu¨¦ los periodistas no lo aprovechan mejor. Por eso produce tristeza cuando uno se encuentra con que el CIS se ha saltado un tema. El CIS es una instituci¨®n ¨²nica en el mundo, y debe conservar lo bueno que ello tiene. Retener sus dos almas: la investigaci¨®n de asuntos de calado pol¨ªtico y de actualidad y la provisi¨®n de datos fiables y regulares para el estudio cient¨ªfico. Solo que necesita recuperar terreno en la modernizaci¨®n de sus m¨¦todos, organizar la selecci¨®n de asuntos con criterios m¨¢s generales que el sentido de oportunidad de sus directores, y delegar el diagn¨®stico pol¨ªtico a una televisi¨®n p¨²blica independiente.
?Qu¨¦ impide la reforma? Que somos todos adictos al CIS. Los acad¨¦micos a sus datos y a la posibilidad de publicar o de participar en sus actividades (el CIS edita una de las dos revistas espa?olas de sociolog¨ªa que punt¨²an para hacer carrera). Los partidos reciben encuestas y titulares gratis. De eso nunca tienen demasiado. Los investigadores comerciales reciben datos de refuerzo y el amparo de un pron¨®stico con marchamo oficial. Curiosamente, el Gobierno podr¨ªa ser el menos interesado en que las cosas sigan como est¨¢n. De ah¨ª estas l¨ªneas.
Alberto Penad¨¦s es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de Salamanca.
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