Hebe Uhart

El jueves me lleg¨® un correo. El asunto dec¨ªa Adi¨®s a Hebe Uhart. Lo abr¨ª sabiendo lo que iba a encontrar. Fogwill y Ricardo Piglia dec¨ªan que era la mejor escritora argentina. Ella, en su departamento chico con balc¨®n lleno de plantas, rechazaba la aseveraci¨®n: ¡°No quiero ser la mejor. Es un lugar en el que te qued¨¢s sola y yo no me quiero quedar sola¡±. Escribi¨® m¨¢s de 20 libros: cuentos, novelas, y unas cr¨®nicas viajeras de abordaje extra?o: tomaba un bus, se iba a un pueblo y hablaba con la gente que pasaba por ah¨ª. El resultado era de una maestr¨ªa violenta. Esa mirada a ras del piso le vali¨® el mote de naif. Pero ella era una navaja: ¡°Naif, dicen, como si una fuera medio tarada. Yo no soy inocente. Lo que s¨ª tengo es esa veta medio optimista¡±. Fue una adolescente m¨ªstica emperrada en lavarse con jab¨®n para la ropa en un ejercicio de ascetismo que se invent¨® despu¨¦s de escuchar que ¡°a los tibios los vomita el Esp¨ªritu Santo¡±. Fue maestra rural, profesora de filosof¨ªa, novia de novios complejos. A uno, alcoh¨®lico, lo llamaba ¡°el borracho de la ma?anita¡±. Mientras hablaba y fumaba, miraba hacia todas partes como un animal acorralado, pero ten¨ªa una inteligencia travestida de un fraseo coloquial y sin filtro: ¡°Me empezaron a interesar los monos. Fui cinco veces a la jaula de los chimpanc¨¦s en el zool¨®gico. No fui m¨¢s porque el elefante est¨¢ al lado, y se ba?aba en barro y me enchastraba la cabeza¡±. En 2017 gan¨® el Premio Manuel Rojas, en Chile. Se lo entreg¨® la presidenta Bachelet y le escrib¨ª para preguntarle c¨®mo le hab¨ªa ido. ¡°Me fue bien¡±, respondi¨®, ¡°fueron tres amigos y cinco alumnos. Antes ten¨ªa miedo de todo, pero sali¨® sencillo y agradable¡±. Una vez me regal¨® el gajo de un ¨¢rbol de su balc¨®n. Lo plant¨¦ y se sec¨®. Tiempo despu¨¦s me pregunt¨® c¨®mo estaba el arbolito. Le dije que muy bien, muy lindo. La quer¨ªa, y no quer¨ªa que sufriera.

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