?Cu¨¢ndo dejamos de pasarlo bien?
Ciertas felicidades, como ciertos amores, se sabe que lo han sido con tanto retraso que uno se pasa la vida maldiciendo haber estado, no estar
Hay varios momentos impresionantes en la pel¨ªcula Borg/McEnroe sobre la m¨ªtica final de 1980 en Wimbledon, pero en el m¨¢s impresionante de todos no sale ni Bj?rn Borg ni John McEnroe. Ocurre poco despu¨¦s de que Borg despida a su entrenador en Londres y ¨¦ste, que lo model¨® desde ni?o (¡°prom¨¦teme una cosa: no dejes mostrar un puto sentimiento nunca m¨¢s¡±), se encuentra a la prometida de Borg, la tenista Mariana Simionescu, en el pasillo. Los dos entran en la habitaci¨®n y recuerdan los primeros tiempos, cuando Borg conoci¨® a su chica en Roland Garros (¡°me llam¨® por tel¨¦fono a mi habitaci¨®n, parec¨ªa estar leyendo un gui¨®n¡±). Ella y Bergelin hablan mientras beben y fuman. Repasan todo: los viajes, las victorias, las fiestas. Entonces Simionescu pregunta: ¡°?Cu¨¢ndo dejamos de pasarlo bien?¡±.
La frase emparenta con aquella antol¨®gica de Michi Panero despu¨¦s de contar c¨®mo bajaron a su padre muerto por las escaleras de la casa de Astorga, con tan mala suerte que una mano de su padre se descolg¨® de la camilla y fue chocando con cada escal¨®n produciendo los primeros ruidos de un muerto en el otro mundo. Panero dice que sali¨® a la calle gritando: ¡°??ramos tan felices!¡±, que es una de mis frases favoritas de todos los tiempos porque siempre tengo la sensaci¨®n de haber sido feliz, nunca de serlo. Y a veces pienso que ciertas felicidades, como ciertos amores, se sabe que lo han sido con tanto retraso que uno se pasa la vida maldiciendo haber estado, no estar. A la manera perversa en que Cicer¨®n anunci¨® la ejecuci¨®n sin juicio de unos conspiradores: Vixere. O sea, han vivido.
En Simionescu la frase encerraba un sentido terrible, porque efectivamente siempre hay un momento de la misi¨®n en que todos lo dejan de pasar bien, y eso se produce adem¨¢s porque la misi¨®n est¨¢ teniendo ¨¦xito. La cima helada de Borg, a las puertas de su quinto Wimbledon, es un calvario diario y una tiran¨ªa psicol¨®gica. La literatura ama a los perdedores y se obsesiona con su ¨¦pica, pero ganar puede acabar siendo un trastorno mucho mayor. A esa victoria tiene que seguirle otra y otra. La presi¨®n lo destruye todo. El propio Borg se lo dice a su entrenador antes de empezar Wimbledon: ¡°Nadie recordar¨¢ que gan¨¦ cuatro veces aqu¨ª: me recordar¨¢n por haber perdido la quinta¡±.
En ese juego de apariencias tiene un sentido magn¨ªfico la disecci¨®n que Borg hace de McEnroe cuando ¨¦l y Simionescu lo ven en rondas preliminares tirando la raqueta, insultando al p¨²blico y al ¨¢rbitro. ¡°Est¨¢ descontrolado¡±, dice ella. ¡°No, al contrario¡±, dice ¨¦l: ¡°Mira¡±. Y McEnroe, despu¨¦s de una retah¨ªla de insultos, termina haciendo un ace. Mientras, Borg, el tenista sin emociones al que nada afecta, vive dentro de una exigencia militar llena de peque?as rutinas y obsesiones supersticiosas. ¡°No es humano¡±, dice McEnroe. ¡°Al contrario, es un volc¨¢n¡±, le responde su amigo.
Despu¨¦s de siete meses de matrimonio, Michi Panero se divorci¨® de su primera mujer, Paula Molina, en una de las separaciones m¨¢s po¨¦ticas del mundo. ¡°Volver¨ªa a casarme con ¨¦l¡±, dijo ella al salir del juzgado. ¡°La quiero. Es algo contra lo que no puedo luchar¡±, dijo ¨¦l.
Bj?rn Borg y Mariana Simionescu se separaron en 1984. ?l se arruin¨®, se enganch¨® a las drogas, quiso subastar sus trofeos de Wimbledon y revivi¨® en alg¨²n momento. Simionescu no volvi¨® a formalizar ninguna relaci¨®n sentimental. En 2017, 23 a?os despu¨¦s de su divorcio, dijo que segu¨ªa enamorada de Borg. ¡°Yo no s¨¦ si fui el amor verdadero de Bj?rn. ?l lo es para m¨ª. Estaba tan enamorada que no recordaba ni mi nombre¡±, dijo. Lo cual responde a su pregunta: ¡°?Cu¨¢ndo dejamos de pasarlo bien?¡± Siempre y nunca.
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