La espada, la balanza y las cartas del Tarot
En el imaginario colectivo es bueno que un juez sea una persona fr¨ªa, sin aficiones, ni gustos conocidos
Este peri¨®dico, en su secci¨®n Espa?a, informaba esta semana de que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha decidido no sancionar a una jueza de Vigilancia Penitenciaria que ten¨ªa una actividad [HY0]por la que cobraba[/HY0] al margen de su profesi¨®n. La magistrada le¨ªa el futuro (o eso aseguraba) mediante las cartas del Tarot. En las octavillas en las que se anunciaba, se presenta como una ¡°tarotista y vidente con gran experiencia¡± que echa las cartas ¡°sin l¨ªmite de tiempo¡± al precio de 20 euros. El expediente disciplinario ha sido archivado porque la prueba presentada es una grabaci¨®n con c¨¢mara oculta en el domicilio de la jueza. Se considera una prueba ilicita. El sentido com¨²n a?ade que a 20 euros la consulta y sin l¨ªmite de tiempo muy lucrativo no deb¨ªa ser el negocio.
En el imaginario colectivo es bueno que un juez sea una persona fr¨ªa, sin aficiones, ni gustos conocidos. Cuanta menos injerencia externa se le conozca m¨¢s imparcialidad se le supone. Si un juez va al f¨²tbol, malo y si veranea en la playa, peor. La imagen que nos sirven los informativos en las grabaciones de los procesos reflejan a unas se?oras y unos se?ores lac¨®nicos y a menudo cortantes. Luego, por supuesto, cada uno tiene su opini¨®n y querencia, pero eso ya no sale en la tele. Y a veces es mejor que no lo haga como se comprobado hace unas semanas cuando tras acabar una vista ¡ªpero con la grabadora todav¨ªa en marcha¡ª un juez llamaba ¡°bicho¡± e ¡°hija de puta¡± a una de las partes. Naturalmente a sus espaldas.
Es curioso porque las decisiones de quienes administran la justicia est¨¢n sometidas al escrutinio publico pero en general preferimos que sus personas no lo sean tanto. Al fin y al cabo encarnan un concepto representado como una mujer con los ojos vendados, una balanza y una espada y, aunque digamos lo contrario, preferimos la frialdad impersonal de la ley a descubrir que en un platillo de la balanza se han quedado olvidadas unas cartas del Tarot.
Por cierto, la magistrada pitonisa ya vivi¨® un episodio similar con otra actividad. Aquello tambi¨¦n qued¨® en nada porque demostr¨® que no cobraba y lo hac¨ªa como hobby. Bailaba de vez en cuando en el club de strip-tease de un amigo. Eso s¨ª que es someterse al escrutinio p¨²blico.
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