¡®Jalog¨¹¨ªn¡¯
El espanto ben¨¦fico se ha borrado de de mi vida, por mucho que me esfuerce
Como est¨¢n reci¨¦n llegados, los ni?os suelen tener poco respeto a las tradiciones venerables de su terru?o. Las celebran, pero como se apuntan a cualquier otro motivo de juerga extranjerizante. En mi ni?ez donostiarra, los Reyes Magos coexist¨ªan sin roces con Pap¨¢ Noel (lo de Santa Claus lleg¨® bastante despu¨¦s, no digamos el racial Olentzero). En mi casa todos eran bienvenidos y jam¨¢s o¨ª decir a mis padres: ¡°Los nuestros de verdad son estos, no el otro¡±. Los cr¨ªos son hoy de su pueblo tanto como de sus dibujos animados, de su televisi¨®n o de sus videojuegos: es una de las cosas buenas, entre muchas, que tienen los nuevos medios de comunicaci¨®n que tanto preocupan a los puritanos¡ sin dejar de verlos. A m¨ª Halloween, Jalog¨¹¨ªn para nosotros, me resulta una fiesta muy simp¨¢tica. Como es un ritual adoptado, que no entendemos del todo, lo de ¡°truco o trato¡± le suena a cada cual a lo que quiere. ?En eso consiste el progreso! Y sea bienvenido ese toque de terror venial que convierte a las ¨¢nimas difuntas en sobresaltos de feria y no en reos del purgatorio o amenazantes embajadores del fuego eterno¡
Ella disfrutaba con Halloween. Llenaba la casa de calabazas mal¨¦ficamente sonrientes, iluminadas dentro por una velita como un remordimiento. Y de brujas chafarderas, vampirillos descuidados, fantasmas sin malicia, peque?as calaveras que brindaban un gui?o de la muerte para colaborar cari?osamente con la vida. Ahora llega otra vez Halloween y no logro invocarla a pesar de guardar con mimo desesperado todos los adornos macabramente ingenuos que me dej¨®. El espanto ben¨¦fico se ha borrado de mi vida, por mucho que me esfuerce. Queda el terror que impone su truco letal y se niega a todos los tratos: la soledad.
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