Pol¨ªtica a la espa?ola
Cuando gobierna la izquierda, la derecha acostumbra hacer una oposici¨®n dura y demag¨®gica; cuando gobierna la derecha, la izquierda acostumbra hacer una oposici¨®n dura y demag¨®gica
El Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS) pregunta por la crispaci¨®n y, si el prop¨®sito es hacernos ver que tenemos un problema, hace bien. Vivimos en un pa¨ªs excesivo con la irritante costumbre de generar un caso Dreyfus cada semana, en el que la conversaci¨®n p¨²blica es un asp¨¦rrimo concurso de exageraciones, rompimientos de vestiduras y careos tan pr¨®digos en consignas como cicateros en ideas. Sumemos el efecto repetidor de unas redes sociales que, variando a Warhol, nos garantizan a todos 15 minutos de odio y el resultado es una invitaci¨®n a brindar con cicuta. Lo sorprendente es que bajo la borrasca de acritud est¨¢ la intrahistoria de una sociedad, la espa?ola, ampliamente dotada para las relaciones sociales. Un embajador se preguntaba hace no mucho c¨®mo es posible que un pa¨ªs que destaca por la calidez del trato humano entre particulares no sea capaz luego de trasladarla a su vida pol¨ªtica. La pregunta qued¨® sin respuesta.
Dos pa¨ªses que conozco bien ofrecen un interesante contraste. Podr¨ªamos hacer como en Canad¨¢, donde la conversaci¨®n pol¨ªtica es mesurada. O podr¨ªamos hacer como en Italia, donde la trifulca es habitual, pero en el que su clase dirigente, al contrario que la nuestra, no se cree sus propias exageraciones y halla siempre el modo de llegar a amplios acuerdos. En Espa?a, en cambio, los pol¨ªticos parecen creerse las cosas tremendas que dicen. La ret¨®rica de la izquierda es redentorista: con ella ha llegado la democracia y la dignidad. La ret¨®rica de la derecha es apocal¨ªptica: sin ella ha llegado el caos y la ruptura. Pablo Casado acusa al presidente de ser part¨ªcipe de un golpe de Estado: una acusaci¨®n falaz que envenena la vida p¨²blica. Pero no la emponzo?a menos que la izquierda sostenga rutinariamente que el PP es extrema derecha, o que se acuse a Ciudadanos de ¡°agitar el odio¡±, cosas igualmente falsas. Seamos francos: en Espa?a, cuando gobierna la izquierda, la derecha acostumbra hacer una oposici¨®n dura y demag¨®gica; cuando gobierna la derecha, la izquierda acostumbra hacer una oposici¨®n dura y demag¨®gica. No agraviemos nuestra capacidad de juzgar honestamente llamando a lo primero ¡°crispaci¨®n¡± y a lo segundo ¡°indignaci¨®n¡±.
Tengo para m¨ª que la causa de tanta irritabilidad proviene de la an¨®mala circunstancia de haber sumado en Espa?a, a los problemas t¨ªpicos de una democracia madura, un problema existencial: el de la propia pervivencia del Estado. No por nada seg¨²n los entrevistados del CIS son los independentistas los que m¨¢s contribuyen a la crispaci¨®n. Mientras los grandes partidos no saquen de la competici¨®n pol¨ªtica la cuesti¨®n territorial y priven al secesionismo de su papel de ¨¢rbitro, seguiremos tensos y contra¨ªdos, que en eso consiste estar crispado. La pol¨ªtica espa?ola se serenar¨¢ solo cuando el pa¨ªs vuelva a pasar, 40 a?os despu¨¦s, por la experiencia de un gran acuerdo interpartidista que crezca desde el centro hacia los extremos, y no desde los extremos hacia ninguna parte.
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