Juntos o separados
Los independentistas deben aclarar qu¨¦ piensan hacer con las expectativas creadas
Las fuerzas pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n de Catalu?a no presentar¨¢n una lista ¨²nica en las elecciones municipales y europeas del pr¨®ximo mes de mayo si, como parece, los l¨ªderes de ERC y sectores del PDeCAT mantienen la negativa a integrarse en la iniciativa de la Crida, auspiciada desde el interior de la Generalitat por su presidente, Quim Torra, as¨ª como por algunos de los consejeros procedentes de JxSi.
En la intenci¨®n originaria de sus promotores, la Crida estaba llamada a capitalizar electoralmente las movilizaciones de un oto?o que los l¨ªderes independentistas anunciaban caliente, pero que ha concluido con una progresiva falta de confianza en el programa de la secesi¨®n por parte de los ciudadanos que lo apoyaron. Ninguna de las promesas que se les hicieron durante los a?os de ebriedad secesionista se ha visto cumplida. Y no a causa de la represi¨®n de un Estado supuestamente autoritario, sino porque, desde un principio, los l¨ªderes partidarios de la independencia incurrieron en el deliberado desatino de interpretar la mayor¨ªa de esca?os obtenida en un Parlamento auton¨®mico como mayor¨ªa social desde la que violentar el orden constitucional.
La iniciativa de presentar una lista ¨²nica bajo una f¨®rmula frentista como la de la Crida pretende mantener artificialmente con vida ese extrav¨ªo, sin reparar en lo alto que pueda llegar a ser el coste. Hasta ahora, no solo se cifra en el procesamiento de los 18 dirigentes que prefirieron responder ante la justicia por sus actos antes que abandonar a sus colaboradores y emprender una fuga ignominiosa, sino tambi¨¦n en el descr¨¦dito de la m¨¢xima instituci¨®n de gobierno de Catalu?a. Por un lado, son diarios los motivos de bochorno que ofrece un president que acepta calificarse a s¨ª mismo de vicario; por otro, esa degradante condici¨®n est¨¢ puesta al exclusivo servicio de los pocos responsables independentistas que, como el expresident Puigdemont y el resto de los fugados, se pueden permitir sin sacrificios personales adicionales la estrategia del cuanto peor, mejor. Ni los l¨ªderes a la espera de juicio merecen esta explotaci¨®n pol¨ªtica de su situaci¨®n por parte de quienes se comportaron frente a ellos como el Capit¨¢n Ara?a, ni los ciudadanos de Catalu?a tienen por qu¨¦ seguir padeciendo la par¨¢lisis de una Administraci¨®n carente de impulso pol¨ªtico para atender sus necesidades cotidianas, secuestrado por quienes desde la distancia animan a que los dem¨¢s sigan remando en direcci¨®n a ninguna parte.
La alternativa de concurrir a las elecciones municipales y europeas de mayo en una lista ¨²nica o en listas diferentes no solo responde a c¨¢lculos electorales entre las fuerzas pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n de Catalu?a, sino que tiene que ver adem¨¢s, y sobre todo, con la diferente valoraci¨®n que realizan ahora de la estrategia de la unilateralidad con la que hace apenas un a?o todas estuvieron comprometidas. A fin de no reconocer el fracaso de esa estrategia por los efectos electorales que pudiera tener en la lucha por la hegemon¨ªa en el campo independentista, los l¨ªderes que militan en ¨¦l solo parecen de acuerdo en denunciar que el Estado central no propone ninguna salida. En realidad, no es del Estado central de quienes la esperan los ciudadanos que apoyaron el programa de la independencia, sino de quienes les hicieron creer que ese programa era posible. Juntos o separados, son los l¨ªderes independentistas los que est¨¢n obligados a decirles qu¨¦ piensan hacer con las expectativas que alimentaron y por qu¨¦ y para qu¨¦ reclaman de nuevo su voto. Es lo m¨ªnimo que deben, sin duda, a unos ciudadanos que confiaron en ellos. Pero tambi¨¦n a aquellos ciudadanos a los que el intento de imponer la independencia posterg¨® en sus derechos, siendo, como eran, mayor¨ªa.
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