Fascismo digital
Ahora sabemos que las redes sociales est¨¢n en todo y sirven para todo. No hay crimen sin su compa?¨ªa
El m¨®vil y la tableta han sustituido a la porra y la pistola. Echamos la vista atr¨¢s, a los a?os treinta del ascenso de los totalitarismos, con los que se suelen comparar los actuales tiempos, y observamos c¨®mo hoy los extremismos han encontrado su mejor instrumento en las redes sociales. Afortunadamente. Imaginemos la tensi¨®n del Brexit, del proc¨¦s o de las elecciones en EE?UU o en Brasil con los viejos instrumentos de la violencia pol¨ªtica callejera.
El consuelo es escaso, precisamente por las expectativas liberadoras que hab¨ªan acompa?ado a unas nuevas formas de comunicaci¨®n aparentemente destinadas a dar m¨¢s poder a la gente y facilitar la democracia. Ahora descubrimos el negro env¨¦s de aquella esperanza emancipadora. Si en 2011 sirvieron para derrocar a un pu?ado de tiranos, ahora sirven para que los aspirantes a tiranos alcancen el poder por las urnas, interfieran en elecciones ajenas, controlen y esp¨ªen a los ciudadanos o incluso promuevan populismos racistas que conducen a persecuciones y genocidios.
Los ingredientes siempre son los mismos, se trate de Trump o de Bolsonaro, o, de forma m¨¢s dram¨¢tica, de las campa?as contra minor¨ªas como est¨¢ sucediendo en Sri Lanka y en Myanmar: noticias falsas, difundidas por unas redes sociales que nada hacen por controlar sus contenidos, e incluso promueven las ideas m¨¢s radicales gracias a unos algoritmos que solo buscan la difusi¨®n, adem¨¢s de vender los datos de sus clientes a quien quiera conseguir dianas de propaganda mejor ajustadas. Los nuevos fascismos son digitales y juegan en el campo trazado por las grandes empresas tecnol¨®gicas, en un mundo sin fronteras que escapa a cualquier regulaci¨®n. Con el monopolio sobre los datos de sus clientes, el poder de estas empresas las convierte en un peligro para el libre mercado y para las libertades en general.
En la calle, el m¨®vil y la tableta han venido a sustituir a la porra y a la pistola de los a?os treinta, pero en la sombra acompa?an al pu?al y al veneno en el regreso vistoso del crimen de Estado que experimenta nuestro mundo global. Tal es el caso del pr¨ªncipe heredero saud¨ª Mohamed bin Salman y de sus dos lugartenientes, el poeta y diestro tuitero Saud al Qahtani y el general Ahmad Asiri, responsables de la muerte y desaparici¨®n de Jamal Khashoggi y ahora de la ciberguerra propagand¨ªstica con que quieren encubrir el asesinato del periodista. Ahora sabemos que las redes sociales est¨¢n en todo y sirven para todo. No hay crimen sin su compa?¨ªa. No hay fascismo sin Facebook.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.