No hay semana sin ¡®show¡¯
?De d¨®nde surgen esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la pol¨ªtica que hasta ahora desconoc¨ªamos?
Cualquiera de nosotros conoce a personas con inquietudes pol¨ªticas. Hombres y mujeres a los que reconocemos capacidad de convicci¨®n, de liderazgo, capaces de articular un buen discurso, de apaciguar los ¨¢nimos en un equipo, seres que despiertan respeto y respetan, que negocian sin humillar al que lleva las de perder, sagaces, peleadores, convincentes. Cuando nos encontramos con alguien que posee este poderoso atractivo, pensamos, ?y por qu¨¦ no hay personas as¨ª en la pol¨ªtica? Esta semana hemos tenido una vez m¨¢s la respuesta.
La vida laboral de los ciudadanos que viven fuera de los focos obliga a una negociaci¨®n continua. Cu¨¢ntas veces no se ha de controlar el impulso de soltar algo desagradable, en cu¨¢ntas ocasiones la buena educaci¨®n vence al exabrupto, cu¨¢nto hemos reprimido (me incluyo) la parte desabrida de nuestro car¨¢cter para que nuestros hijos tuvieran un buen ejemplo en casa o nos hemos callado ante un chulo por no liarla; de qu¨¦ manera la armon¨ªa familiar se mantiene gracias a que hacemos o¨ªdos sordos al ya c¨¦lebre cu?ado. Y esa actitud no nos hace menos aut¨¦nticos, menos apasionados o valientes, porque echamos mano de recursos como la seducci¨®n para salirnos con la nuestra. Quien m¨¢s educado est¨¢, quien m¨¢s inteligente es, m¨¢s capacidad muestra para convencer o vencer sin necesidad de herir. Como ant¨ªdoto a lo que hemos visto esta semana en el Congreso de los Diputados yo propongo observar lo que ocurre en la calle, en el trabajo, en nuestro hogar: ?podemos permitirnos el lujo de insultar a la m¨ªnima sin que eso tenga unas consecuencias lamentables? ?Cu¨¢ntas veces en la vida ha pronunciado usted una mala palabra para desacreditar al adversario?
Fascista, golpista, indecente, indigno. Jam¨¢s he utilizado estos t¨¦rminos en un cara a cara o en una discusi¨®n por m¨¢s encendida que esta fuera. Si alguien las hubiera usado contra m¨ª no concebir¨ªa la posibilidad de una reconciliaci¨®n. ?De d¨®nde surgen entonces esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la pol¨ªtica que hasta ahora desconoc¨ªamos? ?Est¨¢n calcadas de Twitter, de los shows televisivos? ?Para qu¨¦ p¨²blico act¨²an los que convierten el oficio p¨²blico en una de esas payasadas de lucha libre que tanto inspiran a Donald Trump? Deben saber quienes se dedican a la pol¨ªtica que no todos los votantes estamos enzarzados a diario en peleas virtuales, y si alguna vez nos hemos revolcado en ellas (porque momentos de debilidad los tiene cualquiera) estamos empezando a evitarlas al ser conscientes de lo intoxicadoras y est¨¦riles que son. Sacan de nosotros el monstruo que tenemos encerrado en la vida real bajo siete llaves. Pero cada vez m¨¢s distinguimos entre el acaloramiento natural de un debate y los n¨²meros que se montan solo para sacudir el fango de esas redes que manipulan nuestra rabia y nuestro criterio.
Tan acostumbrados est¨¢n algunos a reinar en lo virtual que ya no saben comportarse presencialmente. No podemos permitir que esa vulgaridad se nos contagie. Insisto, no son en absoluto un espejo de lo que sucede en la vida real, de la misma forma que no lo es Twitter. Son muchos los ciudadanos que cada d¨ªa se enfrentan al mundo con esp¨ªritu de negociaci¨®n, negocian, contienen sus m¨¢s oscuras emociones, se censuran la burla o el desprecio. Precisamente porque no somos santos, concebimos la educaci¨®n como una estrategia para la convivencia. Y hay grandes estrategas. Con qu¨¦ dignidad ocupar¨ªan un asiento en el Congreso, pero ?qu¨¦ persona brillante y educada se expondr¨ªa a semejante jaur¨ªa? Nadie en su sano juicio.
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