La dictadura de Ortega
El r¨¦gimen nicarag¨¹ense ha intensificado su asalto contra la sociedad civil para anular cualquier cr¨ªtica
El Gobierno de Daniel Ortega se comporta como un r¨¦gimen corrupto y autocr¨¢tico al que importan menos el bienestar y las libertades de los ciudadanos de Nicaragua que su propio poder, cuando se empe?a incluso con violencia en impedir cualquier conato de oposici¨®n. En este caso, sus v¨ªctimas han sido ONG y medios de comunicaci¨®n cr¨ªticos. Impert¨¦rrito ante las condenas de organismos internacionales como Naciones Unidas, la UE o la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos, de Gobiernos democr¨¢ticos y organizaciones de defensa de la libertad de expresi¨®n, como el Comit¨¦ para la Protecci¨®n de los Periodistas, Ortega sigue sin mostrar el menor asomo de rectificaci¨®n, ni intenci¨®n de abrir un di¨¢logo.
Las protestas contra su r¨¦gimen, que comenzaron en abril, han sufrido un alud de amenazas, encarcelamientos e incluso varios asesinatos, protagonizados por la polic¨ªa o por escuadrones de la muerte. Ortega ha intensificado su asalto contra la sociedad civil con el indisimulado prop¨®sito de anular cualquier cr¨ªtica. El r¨¦gimen ha ilegalizado nueve ONG y ha irrumpido en las Redacciones del medio Confidencial y los programas de televisi¨®n Esta semana y Esta noche. Al ataque contra la libertad se suma el asalto contra la propiedad privada, porque en varios casos se ha producido una incautaci¨®n de bienes.
La polic¨ªa agredi¨® adem¨¢s a Carlos Fernando Chamorro, director de Confidencial, un diario muy cr¨ªtico que hab¨ªa publicado informaciones comprometedoras, como una investigaci¨®n que vinculaba a la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo, con la represi¨®n. Que este medio se mantenga vivo desde habitaciones de hotel demuestra que muchos periodistas nicarag¨¹enses est¨¢n dispuestos a defender ahora sus libertades, igual que no se callaron bajo la dictadura de Anastasio Somoza. De hecho, el padre del director de Confidencial fue Pedro Joaqu¨ªn Chamorro, asesinado por esbirros somocistas en 1978, un acto que precipit¨® el final de aquel r¨¦gimen.
Con este nuevo ataque, el prop¨®sito de Ortega no es solo silenciar las cr¨ªticas del presente, sino hacerlas imposibles en el futuro mediante la desarticulaci¨®n de las estructuras que fortalecen una sociedad civil ya muy debilitada. Contemplar c¨®mo se extingue una democracia es un espect¨¢culo desolador ante el que la comunidad internacional no puede quedar impasible. Por mucha indiferencia que haya mostrado el r¨¦gimen ante las presiones y las cr¨ªticas externas, lo peor ser¨ªa que se terminara normalizando su asalto contra las libertades y contra quienes, desde los medios de comunicaci¨®n cr¨ªticos, proporcionan el espacio imprescindible para ese debate.
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