Mujeres de la calle
El acceso libre y seguro del espacio p¨²blico para las mujeres contin¨²a pendiente, lo que menoscaba sus derechos civiles
"Haber nacido mujer es mi tragedia¡±, escribi¨® en su diario la poeta Sylvia Plath. A sus 19 a?os, la escritora se lamentaba ya de haber sido ¡°condenada¡± de por vida a que su radio de acci¨®n estuviera restringido por su g¨¦nero. ¡°Mi deseo incontenible de mezclarme con camioneros, marineros, soldados, parroquianos (...) todo acaba arruinado por el hecho de ser una chica, una mujer siempre en peligro de ser asaltada y agredida¡±. Como Plath, la mayor¨ªa de las mujeres nos enfrentamos a esta revelaci¨®n temprano en nuestra vida. Nuestro transitar libre por el espacio p¨²blico est¨¢ limitado por la amenaza impl¨ªcita de una violencia sexual con distintas formas y niveles de gravedad: comentarios obscenos, miradas lascivas, tocamientos indeseados y otros incidentes de acoso y hostigamiento.
Esto argumenta la escritora Rebecca Solnit, que abord¨® este fen¨®meno en su ensayo sobre la historia del caminar, Wanderlust. ¡°El caminar femenino suele ser entendido como una exhibici¨®n m¨¢s que como el traslado de un lugar a otro, pues se supone que las mujeres caminan no para ver, sino para ser vistas; no por su propia experiencia, sino para un p¨²blico masculino¡±, escribe.
El caso de Laura Luelmo, que alert¨® a su novio de que era objeto de la mirada de su vecino, es un recordatorio doloroso de esta realidad. Gestos elementales como correr, preguntar por la direcci¨®n de un supermercado o salir a tu propia calle pueden tener consecuencias tr¨¢gicas para las mujeres. El disfrute del espacio p¨²blico sigue siendo una prerrogativa por defecto masculina.
Mientras, la conquista plena de una esfera p¨²blica igualitaria para las mujeres contin¨²a pendiente. La calle es el escenario donde nos relacionamos con otros, donde articulamos demandas sociales, donde intercambiamos bienes y servicios, donde participamos en la vida p¨²blica como miembros de pleno derecho. El acceso libre y seguro a este espacio est¨¢ relacionado con el ejercicio de nuestros derechos civiles.
Wanderlust documenta el lento progreso del caminar femenino, originalmente reducido al ¨¢mbito dom¨¦stico. Recuerda c¨®mo la sociedad ateniense no permit¨ªa a las mujeres participar en el ¨¢gora. O c¨®mo el Acta de Enfermedades Contagiosas de Gran Breta?a en el siglo XIX permit¨ªa a la polic¨ªa detener a mujeres viandantes, autom¨¢ticamente sospechosas de ser prostitutas, para evitar la propagaci¨®n de dolencias ven¨¦reas, mientras que los hombres eran libres de pulular. Tambi¨¦n se?ala residuos en el lenguaje: hablamos de ¡°una mujer de la calle¡± para referirnos a una mujer de mal vivir que ha transgredido el orden natural al salir de su hogar.
Todos, hombres y mujeres, podemos ser el objetivo de episodios violentos en la calle. Pero las mujeres son las principales v¨ªctimas de agresiones sexualizadas, una violencia tan normalizada que a veces ni nos sorprende y que tiene lugar en todo tipo de entornos. Luelmo fue asesinada en El Campillo, de 2.000 habitantes, pero nuestras ciudades, dise?adas durante siglos para acomodar ¨²nicamente a la mitad de la poblaci¨®n, son el testimonio de una historia de acceso desigual al espacio.
Las mujeres alternamos la libertad de movimiento con momentos peri¨®dicos de temor, exacerbado por relatos medi¨¢ticos que alimentan un terror sexual paralizante y que evitan ahondar en las motivaciones de g¨¦nero tras asesinatos como el de Luelmo. Sorteamos paradas de autob¨²s en esquinas oscuras, vagones de metro solitarios, parkings y descampados. Pero la violencia es ubicua: seg¨²n datos de Hollaback, una asociaci¨®n contra el acoso sexual callejero en EE?UU, los mayores ¨ªndices de acoso en Nueva York se dan en Times Square y Penn Station.
Algunas ciudades han tomado medidas para que sus espacios urbanos sean m¨¢s inclusivos. Existen vagones reservados para mujeres en Jap¨®n, India y M¨¦xico. R¨ªo de Janeiro mejor¨® la iluminaci¨®n del transporte p¨²blico. Nueva York acaba de aprobar una ordenanza que obligar¨¢ a los trabajadores de los bares nocturnos a recibir cursos sobre c¨®mo intervenir y parar incidentes de acoso.
Todas estas iniciativas, sin embargo, no abordan la ra¨ªz del problema: el tratamiento sexualizado que reciben las mujeres en el espacio p¨²blico. En Wanderlust, Solnit recoge el testimonio de pioneras andarinas como la escaladora Gwen Moffat, que relat¨® sobre c¨®mo su sola presencia en la monta?a era interpretada como una insinuaci¨®n sexual: ¡°Hombres normales y corrientes cre¨ªan que mi forma de vida era una invitaci¨®n y yo no pod¨ªa hacer frente al resentimiento que sab¨ªa que sent¨ªan cuando eran rechazados¡±.
Aprender a navegar esta realidad contin¨²a siendo responsabilidad de las mujeres. Recibimos un interminable c¨®digo de recomendaciones: caminar en grupo, ir acompa?ada de un hombre, coger un taxi si es tarde. Pero el objeto de este escrutinio est¨¢ equivocado. La propia Luelmo lo sab¨ªa. Uno de los ¨²ltimos mensajes que comparti¨® en su Twitter dec¨ªa: ¡°Te ense?an a no ir sola por sitios oscuros en vez de ense?ar a los monstruos a no serlo¡±.
Mar¨ªa S¨¢nchez D¨ªez es periodista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Caso Laura Luelmo
- Opini¨®n
- Acoso sexual
- Laura Luelmo
- Bernardo Montoya
- Feminicidios
- Violencia machista
- Violaciones
- Homicidios
- Machismo
- Violencia g¨¦nero
- Casos judiciales
- Violencia sexual
- Derechos mujer
- Asesinatos
- Sexismo
- Violencia
- Relaciones g¨¦nero
- Mujeres
- Delitos sexuales
- Sucesos
- Delitos
- Prejuicios
- Problemas sociales
- Agresiones sexuales