El final de los hombres
La v¨ªctima queda ligada de forma tan irremediable a su asesino que puede ocurrir, como en el caso extremo de La?titia, que su nombre s¨®lo aparezca en la Wikipedia en la p¨¢gina de su asesino, secci¨®n Homicidios
En una de las frases m¨¢s reconocibles de Sin perd¨®n, m¨¢s all¨¢ de la muy sintom¨¢tica "Si alguien vuelve a maltratar a una puta volver¨¦ aqu¨ª y os matar¨¦ a todos", el pistolero William Munny le dice a un aprendiz que al matar a un hombre no solo le quitas lo que tiene, sino lo que puede llegar a tener. En el Oeste, quien mor¨ªa violentamente perd¨ªa todo eso, pero su asesinato no eclipsaba su vida: de hecho, su vida se justificaba a menudo con el crimen.
En las primeras notas explicativas de La?titia o el fin de los hombres (Anagrama, 2017), Ivan Jablonka traza lo que llama el poder del asesino sobre su v¨ªctima: no solo le arrebata la vida, sino que hace girar toda ella sobre su muerte. La?titia Perrais, como Laura Luelmo, como Diana Quer, son, por decisi¨®n de sus asesinos, cad¨¢veres famosos, hitos populares de la cr¨®nica negra. "No conozco relato de crimen que no valore al asesino a expensas de la v¨ªctima. El asesino est¨¢ ah¨ª para narrar, para expresar su arrepentimiento o para pavonearse. De su juicio, ¨¦l es el punto focal, si no el protagonista", escribe Jablonka.
Al matarla, un asesino liga su vida a la de su v¨ªctima, y la v¨ªctima queda ligada de forma tan irremediable a su asesino que puede ocurrir, como en el caso extremo de La?titia, que su nombre s¨®lo aparezca en la Wikipedia en la p¨¢gina de su asesino, secci¨®n Homicidio de La?titia Perrais. ?Lo hacemos bien los medios? A veces, no siempre, a veces, casi nunca. No es justo que la biograf¨ªa de Diana Quer, una chica de 18 a?os, est¨¦ de arriba abajo impregnada por un asesino como El Chicle, el sujeto que hizo de la vida de Quer un relato criminal espantoso lleno de omisiones y sospechas, primero, y de conjeturas y justificaciones despu¨¦s.
Quer era, e iba ser, muchas cosas, no puede ser un apartado de la vida de El Chicle. Ella, Luelmo o La?titia son hechos sociales y encarnan el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena de gravedad ¡ªla violaci¨®n y el asesinato de una persona por su g¨¦nero¡ª que empieza donde un hombre ni imagina. Si con Quer se especul¨® durante meses con la culpabilidad de un chico que le dijo "ven, morena" y la investigaci¨®n lleg¨® a la conclusi¨®n de que era factible que una chica pudiese ser acosada por un hombre y, horas despu¨¦s, asesinada por otro, el asesinato de La?titia Perrais descubri¨® que su hermana melliza hab¨ªa sido v¨ªctima de agresiones sexuales por parte de su padre de acogida, y, a d¨ªa de hoy, no se sabe si La?titia fue violada por su padre de acogida o por su asesino.
Asesinada y descuartizada, La?titia Perrais tuvo en Jablonka un narrador; al escribir su libro, Jablonka apart¨® al asesino de la cr¨®nica de los hechos para colarse ¨¦l. De este modo, quien lea sobre ella lo har¨¢ sobre la vida de una chica de 18 a?os, no sobre la vida del asesino de una chica de 18 a?os. "Mi libro s¨®lo tendr¨¢ una hero¨ªna: La?titia", dice al presentarse. "El inter¨¦s que despierta ella en nosotros, como un feliz retorno, la devuelve a s¨ª misma, a su dignidad y a su libertad".
Es ir¨®nico que semejante documento de vida se presente como "no ficci¨®n", una etiqueta al uso que deja en la zona positiva y normalizada a lo inventado y, en su reverso, lo que no lo es. O sea, la vida real. Cuando no hay nada m¨¢s real y urgente que el relato ejemplar de la vida de una mujer asesinada.
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