Mam¨¢
Ayer abr¨ª las p¨¢ginas de una novela que comenzaba as¨ª: ¡°Mi madre ya no llora con esas cartas¡±, y sal¨ª volando del vag¨®n del metro en el que viajaba
Un libro es un paisaje: el que contemplas con asombro a izquierda y derecha mientras progresas por las oraciones gramaticales que lo componen como por una senda abierta en el bosque. El proceso por el que la materialidad de la letra impresa se convierte en una sustancia mental, capaz de transformarse a su vez en im¨¢genes que lo mismo nos llevan a la intimidad de una alcoba que a la cubierta de un ballenero, es un enigma semejante al del misterio eucar¨ªstico, pues si en la misa, mediante las palabras pronunciadas por el cura, el pan y el vino se convierten en el cuerpo y en la sangre de Cristo, en la novela, gracias a un conjunto de sustantivos, adjetivos, etc¨¦tera, adecuadamente combinados, el lector abandona su identidad para transformarse en uno de los personajes de la peripecia narrativa, a veces en el mism¨ªsimo protagonista.
Lees, por ejemplo, esta frase: ¡°Muchos a?os despu¨¦s, frente al pelot¨®n de fusilamiento, el coronel Aureliano Buend¨ªa hab¨ªa de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llev¨® a conocer el hielo¡±, y eres arrancado del sof¨¢, o del asiento del autob¨²s, o de la cama en la que te encuentras con Cien a?os de soledad entre las manos. Lees ¡°Vine a Comala porque me dijeron que ac¨¢ viv¨ªa mi padre, un tal Pedro P¨¢ramo¡±, y eres arrebatado, como el profeta El¨ªas, por un carro de fuego.
Ayer abr¨ª las p¨¢ginas de una novela que comenzaba as¨ª: ¡°Mi madre ya no llora con esas cartas¡±, y sal¨ª volando del vag¨®n del metro en el que viajaba, para ingresar en una absorbente aventura existencial que, aunque no hablaba de m¨ª, me concern¨ªa como le concernir¨¢ a usted, cr¨¦aselo, cuando acometa su lectura. Se titula Mam¨¢ y su autor es un argentino de origen espa?ol llamado Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz. Buen viaje.
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