Sale la diligencia a Lordsburg
Para John Ford los enemigos de la naci¨®n no eran los apaches ni los excluidos, sino las cu?as de intolerancia que cuartearon la armon¨ªa social
No hay ni un solo personaje respetable en todo el reparto¡±, se felicit¨® John Ford cuando present¨® La diligencia (Stagecoach, 1939). Pero Ford construy¨® un relato emocionante y emocionado en el que s¨ª tom¨® partido por unos personajes y no por otros. Cuando Dallas (Claire Trevor) dice: ¡°Hay cosas peores que los apaches¡±, mirando a las se?oras de la Liga de la Decencia que le expulsan de la ciudad, Ford habla por su boca. Cuando el banquero ladr¨®n Henry Gatewood (Berton Churchill) pontifica: ¡°Am¨¦rica para los americanos; el Gobierno no deber¨ªa intervenir en los negocios¡±, el encuadre de Ford, preciso como un l¨¢ser, exuda un desprecio que no necesita subrayar.
La diligencia es una defensa feroz del comunitarismo, la inocencia perdida de una sociedad id¨ªlica en el imaginario fordiano que acab¨® destruida por los g¨¦rmenes infecciosos que a?os m¨¢s tarde producir¨ªan las epidemias de la Depresi¨®n, el reaganismo o Trump o la segunda Gran Depresi¨®n de 2007. Ford nunca se enga?¨® sobre quienes eran los verdaderos enemigos de la naci¨®n. No eran los apaches, ni los excluidos como el doctor Boone (Thomas Mitchell), o Johnny Ringo (John Wayne), ni la presunta inmoralidad de Dallas, sino los Gatewood y las cu?as de intolerancia que cuartean la armon¨ªa de las comunidades germinales.
Si La diligencia es un gran filme ochenta a?os despu¨¦s ¡ªOrson Welles confes¨® que la hab¨ªa visto m¨¢s de cuarenta veces antes de filmar Ciudadano Kane¡ª, se debe al talento arrollador desplegado por Ford. Recu¨¦rdese la placidez beat¨ªfica con que el borracho Boone acuna el malet¨ªn con el muestrario de whisky del viajante Peacock (Donald Meek), el resplandor del rostro de Dallas cuando muestra el beb¨¦ de Lucy Mallory (Louise Platt) y proclama ¡°es una ni?a¡±, o el movimiento de c¨¢mara que sigue a la diligencia y tropieza con los apaches. Incluso las imperfecciones, como en los diamantes, aumentan su valor. Ford se neg¨® a desechar el plano de presentaci¨®n de Ringo, aunque el paso abrupto de la toma general al rostro de Wayne hizo que el operador perdiera el foco; y cuando se le reproch¨® que hab¨ªa rodado la persecuci¨®n por el lado malo de los caballos, Ford respondi¨® secamente que ¡°se estaba haciendo tarde¡±.
¡°Corten. Posit¨ªvenlo. Si queremos una toma mejor, necesitar¨ªamos mejores actores¡±. As¨ª sol¨ªa acabar cada toma John Ford.
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