Los sicofantes y la cicuta
La transparencia pol¨ªtica es necesaria, pero puede ser utilizada por chantajistas que se nutren de una guerra sucia
Desde hace alg¨²n tiempo, las luchas por capitanear las formaciones pol¨ªticas y las tribulaciones emocionales de los candidatos parecen acaparar mucha m¨¢s atenci¨®n que las medidas concretas que unos y otros pretenden llevar a cabo. Esto no puede ser bueno para nadie. Hay quien piensa, no sin cierta raz¨®n pragm¨¢tica, que la pol¨ªtica consiste en un juego de esgrima y una lucha desnuda por el poder. Pero hay que recordar que no es y nunca ha sido s¨®lo eso. Acudir a otros tiempos en busca de ejemplos no garantiza que ¨¦stos sean inmediatamente aplicables a la actualidad, pero hay problemas y diagn¨®sticos reiterados a lo largo de los siglos que permiten hacer analog¨ªas, siempre imperfectas, pero de las que se puede aprender algo. Por ejemplo, que no somos tan inaugurales como pensamos y que nuestras dificultades no son tan irresolubles como parecen. Nuestros sistemas pol¨ªticos est¨¢n en una situaci¨®n de crisis y desprestigio tal que m¨¢s nos vale aprender a plantearnos de nuevo viejos problemas.
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Uno de los desaf¨ªos m¨¢s duraderos relativos a nuestra forma de organizarnos pol¨ªticamente, y del que no logramos librarnos ni es probable que lo hagamos, es el de la motivaci¨®n para entrar en pol¨ªtica, una cuesti¨®n que Plat¨®n fij¨® con claridad en el conocido pasaje de la Rep¨²blica (520?cd) donde se?ala que los mejores gobernantes ser¨ªan precisamente aquellos que no quisieran serlo.
M¨¢s all¨¢ de la coqueter¨ªa con la que alguien pudiera mencionar este pasaje desde una posici¨®n de poder, lo cierto es que indica dos cosas importantes. En primer lugar, obvio, que la vida que rodea al poder, m¨¢s que el reino de la virtud c¨ªvica, es un ¨¢mbito lleno de elementos poco ejemplares, pero seductores, lo suficiente como para que muchos no resistan la tentaci¨®n de entregarse a ellos. En segundo lugar, que quien sepa esto es probable que se lo piense antes de dar el paso. Y que precisamente ese criterio podr¨ªa ser tanto el que desvelara al buen pol¨ªtico en potencia como el que impidiera encontrarlo.
Las dudas razonables del pol¨ªtico ¡°accidental¡± (el que est¨¢ de paso, por contraposici¨®n al ¡°vocacional¡±) podr¨ªan garantizar que al menos parte de una cierta distancia cr¨ªtica respecto al inter¨¦s por brillar en pol¨ªtica, que ya se plantea, aunque sea por un principio de prudencia, si le vale la pena andar luchando contra las tentaciones, intrigas y desgaste que conlleva un ¨¢mbito tan complejo. Seg¨²n esto, m¨¢s que de los pol¨ªticos ¡°vocacionales¡± deber¨ªamos tender a fiarnos de quienes no han nacido con el sue?o de un cargo bajo el brazo ni han crecido con el carn¨¦ de un partido, sin tampoco hacer de la supuesta juventud y frescura un valor absoluto, que ya se ha visto bastante puesto en cuesti¨®n. Pero la paradoja es que, de ser cierto todo esto, si tuvi¨¦ramos las canteras llenas de pol¨ªticos que no quieren serlo nos quedar¨ªamos sin pol¨ªticos.
Los modernos aduladores que saben muy bien que la capacidad cr¨ªtica no es el mecanismo que permite el ascenso en la estructura de los partidos
Como no es preciso plantear las cuestiones en t¨¦rminos tan extremos, la lecci¨®n pr¨¢ctica que se puede extraer es la de preguntarnos qu¨¦ tipo de perfiles de motivaci¨®n se est¨¢n poniendo en juego en la formaci¨®n de los cuadros de los partidos y qu¨¦ tipo de cultura pol¨ªtica rige nuestras propuestas de mecanismos de selecci¨®n, control y transparencia. Y aqu¨ª tambi¨¦n podemos acudir al pasado en recuerdo de la figura de los sicofantes, ciudadanos que usaban su participaci¨®n pol¨ªtica para lanzar acusaciones falsas contra otros ciudadanos, previa remuneraci¨®n convenida. Lejos de ser un mecanismo sano de control, la figura del sicofante se convirti¨® en una distorsi¨®n que hubo de ser corregida determinando que quien lanzara una acusaci¨®n falsa no saldr¨ªa de rositas. Aun as¨ª, el da?o que hicieron los sicofantes y la cultura de la denuncia que los hac¨ªa posibles fue grande. Inhib¨ªa a muchos de entrar en la pol¨ªtica, por no ponerse a tiro de estos personajes.
Hoy, la transparencia es m¨¢s necesaria que nunca, pero puede ser distorsionada por chantajistas que se nutren de una guerra sucia en la que algunos pagan por hundir a otros y lo hacen sabiendo que les resultar¨¢ rentable en una sociedad que gusta en demas¨ªa del esc¨¢ndalo. Eso no es transparencia, eso es otra cosa. Y nos implica a todos. Hoy tenemos una cultura pol¨ªtica e intelectual en la que se aprende antes a derribar al otro que a construir algo con ¨¦l. No se respeta a quien se gana ser respetado, se idolatra el poder y se obedece ciegamente a quien lo exhibe.
La palabra sicofante, de hecho, evolucion¨® en diversas lenguas al significado de adulador. Los modernos sicofantes ya no s¨®lo recogen le?a de los ¨¢rboles que ellos mismos derriban, sino que saben muy bien que la capacidad cr¨ªtica no es precisamente el mecanismo que permite el ascenso en la estructura de los partidos. ?Para cu¨¢ndo una cultura pol¨ªtica y un proceso de selecci¨®n que ense?e a beber cicuta por el bien de la ciudad?
Alicia Garc¨ªa Ruiz es profesora de Filosof¨ªa en la Universidad Carlos III de Madrid.
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