El hombre feroz
No existe, pues, raz¨®n alguna para olvidar, perdonar ni honrar a quien cometi¨® un genocidio contra su propio pueblo. El enterramiento respetuoso de sus restos es suficiente
En una de sus reflexiones pol¨ªticas de la Gran Guerra, Mussolini revelaba su concepci¨®n del poder personal: "Yo exijo hombres feroces. Exijo un hombre feroz que tenga energ¨ªa, energ¨ªa para romper, inflexibilidad para castigar, para golpear sin dudarlo, y tanto mejor cuando el culpable est¨¢ en lo alto".
La descripci¨®n del hombre feroz encaja con la propia figura del dictador italiano. Tambi¨¦n puede ser aplicada sin reservas a nuestro dictador, Francisco Franco y conviene recordarlo cuando es cuestionada su exhumaci¨®n. Franco no fue un simple golpista que instaura un r¨¦gimen personal de base militar y que en el curso de la operaci¨®n provoca cierto n¨²mero de muertes y violaciones de derechos humanos, ya que en sentido estricto, para ¨¦l la guerra no fue tal, sino la puesta en pr¨¢ctica de un exterminio. Cumpliendo todos los requisitos enunciados. Su ejercicio de la represi¨®n desde el 17 de julio y despu¨¦s del 1 de abril de 1919, reproduce a escala ampliada comportamientos anteriores, como el fusilamiento del legionario que tira la sopa. La "inflexibilidad para castigar" fue su se?a de identidad al ordenar y avalar decenas de miles de ejecuciones, sin que contaran el parentesco o la amistad previos. Importaban la ejemplaridad y la responsabilidad del cargo de la v¨ªctima, de acuerdo con el criterio mussoliniano de "tanto mejor cuando el culpable est¨¢ en lo alto".
Para Franco la guerra? fue la puesta en pr¨¢ctica de un exterminio
En suma, hombre cauteloso antes de arriesgarse, ejemplo los preliminares del levantamiento militar, mostr¨® en cambio sobrada energ¨ªa en el ejercicio de su mando, pues no otra cosa fue su gobierno dictatorial de Espa?a. Y sobre todo us¨® entonces esa voluntad punitiva para "golpear sin dudarlo" a todo enemigo abierto o impl¨ªcito de su empresa. En El diario de una bandera destac¨® ya la importancia del c¨®mo efectuar la agresi¨®n: se trata de hacerlo tal y como le ense?aron sus adversarios rife?os, atendiendo a saber manera, esto es, seguir los movimientos del adversario y lanzarse sobre ¨¦l sin piedad, y por todos los medios. Lo aplicar¨¢ frente a la oposici¨®n republicana en los a?os 40: que salgan a descubierto para luego "clavarles los dientes hasta el alma".
La guerra de ?frica fue el marco donde Franco, y con ¨¦l sus colegas de julio del 36, Mola y Queipo en primer plano, pusieron a prueba esa ferocidad que ha de caracterizar su comportamiento apenas inician la sublevaci¨®n militar. Los legionarios cazando a los habitantes de los poblados en las "operaciones de castigo", su recolecci¨®n de cabezas o de orejas de moro, son el pr¨®logo del objetivo enunciado por el organizador del golpe, general Mola, a fines de julio del 36: "Quiero aniquilarlos". Lo explic¨® el 24 de julio su portavoz Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n: "La idea de turno o juego pol¨ªtico ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio o expulsi¨®n". En noviembre de 1935, Franco hab¨ªa anunciado ya "una operaci¨®n quir¨²rgica", cuya extensi¨®n definir¨¢ Mola: "Eliminar sin escr¨²pulo ni vacilaci¨®n a quien no piense como nosotros", "todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser abatido". El republicano Queipo confirma tales prop¨®sitos: "El que no se adhiera se le suprime", los enemigos no deben sobrevivir "ni un minuto m¨¢s". Y las intenciones se transformaron inmediatamente en hechos.
La guerra de ?frica fue el marco donde Franco puso?a prueba esa ferocidad
No se trataba de promover un cambio de r¨¦gimen, sino de lo que el creador del concepto jur¨ªdico, Rapha?l Lemkin, calific¨® de genocidio, esto es, el exterminio premeditado de un colectivo, en sus dimensiones pol¨ªticas, ¨¦tnica, religiosa y cultural. La justificaci¨®n ideol¨®gica es la idea de anti-Espa?a, encarnada no solo por el Frente Popular, sino por quien defendiera la democracia, el laicismo, los valores de la Ilustraci¨®n. Seg¨²n explicara Ramiro de Maeztu en Acci¨®n espa?ola, publicaci¨®n favorita de Franco, la anti-Espa?a era la anti-patria, ant¨ªtesis del ser de la patria "como el Anticristo lo tiene en Cristo". Franco supo resumirlo: "Nuestra sublevaci¨®n es una lucha entre el bien y el mal".
El genocidio se prolonga m¨¢s all¨¢ del fin de la guerra, con la Ley de Responsabilidades Pol¨ªticas, que en febrero del 39 contradice las promesas de Franco, supuestamente "limpio de rencor", al imponer "por voluntad del caudillo" una ampliaci¨®n en todos los ¨®rdenes de las responsabilidades. Solo menores de 14 a?os exentos; atenuante tener menos de 18. Saber manera y ferocidad en estado puro. No hab¨ªa excepci¨®n para "liquidar las culpas". Los fusilamientos siguieron hasta 1963. No existe, pues, raz¨®n alguna para olvidar, perdonar ni honrar a quien cometi¨® un genocidio contra su propio pueblo. El enterramiento respetuoso de sus restos es suficiente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.