Recuerdo contracultural de Chaves Nogales
El escritor y periodista anhel¨® una sociedad de rasgos ilustrados, consciente de su diversidad. ?Plantear¨¢ alguien en las pr¨®ximas elecciones un ideal de pa¨ªs alejado del zafio enfrentamiento excluyente?
¡°Me esfuerzo en mantener una ciudadan¨ªa espa?ola puramente espiritual, de la que ni blancos ni rojos puedan desposeerme¡±. Manuel Chaves Nogales
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Dicen que, en el d¨ªa de su funeral, el f¨¦retro de Chaves Nogales entr¨® en la iglesia de St. James envuelto en los colores de una bandera vencida. Hab¨ªa muerto en su exilio de Londres, el 4 de mayo de 1944, pocos d¨ªas antes de ser condenado, por un tribunal franquista, a una pena de 12 a?os de c¨¢rcel e inhabilitaci¨®n que no pudo cumplir.
Transcurridas m¨¢s de siete d¨¦cadas, un recuerdo de flores sigue amaneciendo, algunos d¨ªas, en la sepultura CR19 del cementerio londinense de Fulham. All¨ª se encuentran sus restos, en una tumba sin l¨¢pida y sin nombre, sin nada que distinga el peque?o espacio en el que, el mejor periodista de la historia de Espa?a, cumple una pena de olvido. La que le impuso un pa¨ªs, el suyo, que nunca le ha regalado excesivo tributo de comprensi¨®n, reconocimiento o memoria.
Entre los retos que tenemos por delante no hay ninguno que se resuelva calculando el tama?o de las banderas
Nacido en Sevilla en 1897, fue redactor en El Noticiero Sevillano, redactor jefe en El Heraldo de Madrid y director de Ahora, importante diario de l¨ªnea editorial aza?ista. Republicano que, en tiempos de utop¨ªas puras, se defin¨ªa como antifascista y antirrevolucionario, ciudadano de una rep¨²blica democr¨¢tica y parlamentaria, que se puso al servicio de la misma cuando estall¨® la guerra y que solo abandon¨® Madrid en el mismo momento en que lo hizo el Gobierno leg¨ªtimo, que parti¨® hacia el exilio, en Par¨ªs, de donde huy¨® de la Gestapo y que termin¨® en Londres, ciudad de la que ya no volver¨ªa.
Su obra, desde La agon¨ªa de Francia hasta La defensa de Madrid, desde Bajo el signo de la esv¨¢stica hasta A sangre y fuego¡, nos conduce a los mejores relatos y las mejores cr¨®nicas que pueden leerse sobre aquella ¨¦poca. Es una escritura tan bella como desgarradora, la cr¨®nica del hundimiento de una forma civilizatoria que, en el caso de Espa?a, deriv¨® de un golpe de Estado y, tras una guerra cruenta, culmin¨® en una dictadura de cuatro d¨¦cadas. Es, a su vez, un alegato contra el dogma de fe en pol¨ªtica, contra la pureza intocable de las utop¨ªas totales, contra una din¨¢mica hist¨®rica tantas veces vista; la pretensi¨®n de llevar hasta el final la pureza de los sue?os propios termina convirtiendo a estos en pesadillas ajenas.
No encontr¨® Chaves demasiado p¨²blico para las ideas de corte democr¨¢tico, de aceptaci¨®n de la pluralidad y de convivencia c¨ªvica que mantuvo en su vida y proyect¨® en su trabajo. Condenado y renegado por los protagonistas del golpismo y la dictadura, rechazado por los herederos de las doctrinas revolucionarias, pas¨® a habitar en un silencio sedimentado durante a?os y en un olvido de tiempo largo hasta la recuperaci¨®n de su figura, su significado y su legado a manos de un grupo de intelectuales destacados hace ya algunos a?os.
Los desaf¨ªos reales est¨¢n en la competitividad, en las condiciones laborales y en la cuarta revoluci¨®n tecnol¨®gica
Hay, sin embargo, en ¨¦l un ejemplo v¨¢lido de pa¨ªs. No tanto en el discurso de una tercera Espa?a, enfrentada por igual a izquierda y a derecha, a ¡°los rojos¡± y ¡°los azules¡±, sino en el ideal de un pa¨ªs dispuesto a buscarse y encontrarse en la mejor versi¨®n de s¨ª mismo. En el anhelo de una sociedad de rasgos racionales e ilustrados, abierta al mundo y consciente de su diversidad y pluralidad interna, capaz de dar cabida en su interior a cualquier forma de pensamiento siempre que esta est¨¦ alejada de toda tentativa de imposici¨®n.
Una Espa?a que rompe con las exaltaciones fan¨¢ticas y se vincula a los valores republicanos que configuran una convivencia basada en el racionalismo del derecho. Interpretando este, como expresi¨®n de la voluntad soberana y democr¨¢tica de una sociedad a la que nunca puede sustraerse un gobierno. Un punto de encuentro donde sentirse tan seguros y reconciliados con cada propia cosmovisi¨®n como para no necesitar la negaci¨®n de la que tienen los dem¨¢s.
Con todo, la secularizaci¨®n de nuestro pa¨ªs en t¨¦rminos de convivencia, nuestra distancia con todo se?alamiento de las herej¨ªas identitarias o ideol¨®gicas sigue siendo, todav¨ªa hoy, una bandera vencida.
Por eso, la pregunta ante este ciclo electoral que se abre, vuelve a ser, de nuevo, la misma. ?Plantear¨¢ alguien una alternativa seria ¡ªy no una apariencia¡ª a este modelo binario, de zafio enfrentamiento excluyente? ?Ofrecer¨¢ alguien un modelo s¨®lido ¡ªy no un truco de ilusionismo¡ª que supere esta confrontaci¨®n dogm¨¢tica de tan bajo vuelo?
Ser¨ªa altamente reconfortante escuchar un proyecto de futuro que parta de la impureza y la complejidad real de nuestra sociedad y que no necesite de la formulaci¨®n de exclusiones. Planteado por alguien que, con Slataper, recordara que nuestra identidad no es sino ¡°la conciencia y el anhelo de una diversidad tan cierta como indefinible. Aut¨¦ntica cuando se vive en el ¨¢mbito ¨ªntimo de un sentimiento. Dudosa cuando se proclama o se exhibe¡±.
Hay un ideal de pa¨ªs as¨ª, que nos est¨¢ esperando, vacunado ante tanto discurso excluyente, que centre la atenci¨®n en la realidad c¨ªvica de nuestra sociedad y nos saque, de una vez por todas, de esta inflaci¨®n de patriotismos, rechazos mutuos y fronteras internas. Porque entre los verdaderos retos que tenemos por delante no hay ninguno que vaya a resolverse calculando el tama?o de cada una de las banderas ni midiendo el blanco de cada una de las purezas. Los desaf¨ªos reales no est¨¢n ah¨ª. Est¨¢n en la competitividad de nuestra econom¨ªa, en las condiciones laborales de las trabajadoras y los trabajadores, en las oportunidades e inquietudes que genera la cuarta revoluci¨®n tecnol¨®gica, en el funcionamiento y la financiaci¨®n de los servicios p¨²blicos y los instrumentos de la cohesi¨®n social, en la demograf¨ªa, en la igualdad, en la lucha contra la violencia de g¨¦nero, en las reformas orientadas a la vertebraci¨®n territorial y constitucional del Estado y en la lucha contra el cambio clim¨¢tico, entre algunas otras.
No hay ni un solo cent¨ªmetro de nuestro futuro que vaya a decidirse en el tama?o con el que escribimos los nombres de las patrias. Nombres que, por cierto, se quedar¨¢n desprovistos de todo significado relevante si no resolvemos antes los desaf¨ªos reales que llevan tiempo esperando.
Por contracultural que resulte, este pa¨ªs tambi¨¦n tiene derecho de acceso a la mejor versi¨®n de s¨ª mismo. Ya la ha rozado con los dedos, en distintos momentos de las ¨²ltimas d¨¦cadas, gracias al empuje de la sociedad espa?ola y a la altura de algunos liderazgos pol¨ªticos.
Ojal¨¢ haya quien se atreva, y por antic¨ªclico que parezca, apele de nuevo a todo eso en este proceso electoral: un ideal de pa¨ªs, parecido al que so?¨® Chaves Nogales, como propuesta a contracorriente. Para intentar convertirlo en mayoritario.
Eduardo Madina es director de KREAB Research Unit, unidad de an¨¢lisis y estudios de la consultora KREAB en su divisi¨®n en Espa?a.
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