Mujeres
El feminismo se debate contra el muro insalvable del machismo de la Iglesia cat¨®lica, que se nutre todav¨ªa de la cultura patriarcal del Antiguo Testamento
Aquella ma?ana de domingo en la iglesia de un poblado de Fionia, Dinamarca, la mujer resplandec¨ªa en el altar vestida con sotana, roquete y estola. Unos campesinos muy trajeados, con la Biblia abierta en sus manos, entonaban salmos de profetas mientras la sacerdotisa manejaba los instrumentos del oficio sagrado con perfecto dominio. La mujer celebr¨® la misa, imparti¨® la palabra, dio la comuni¨®n y al final bendijo las cabezas humilladas de todos los fieles, varones y hembras. Nada extraordinario por otra parte. Desde 1948 la Iglesia protestante de Dinamarca ha abierto a las mujeres el acceso al sacerdocio y ellas ahora ocupan ese cargo con una dignidad que entronca con la antigua pr¨¢ctica de las vestales vikingas. La mujer es una m¨¦dium natural, puesto que todos hemos llegado a este mundo atravesando su cuerpo. No obstante, la jerarqu¨ªa cat¨®lica no ha logrado sacudirse de encima la profunda neurosis que siente frente a la mujer, hasta el punto de erradicarle el sexo a la madre de Dios. El feminismo se debate contra el muro insalvable del machismo de la Iglesia cat¨®lica, que se nutre todav¨ªa de la cultura patriarcal del Antiguo Testamento y a su vez la represi¨®n del sexo por el celibato ha convertido al sacerdocio cat¨®lico en un alba?al de pederastia. Una ley del silencio mafioso protege a delincuentes eclesi¨¢sticos que sin excluir a cardenales, obispos y abades se han comportado como lobos depredadores de miles de ni?os durante d¨¦cadas ante el silencio atenazado de los fieles. Nada de esta infamia cambiar¨¢ mientras la Iglesia cat¨®lica no acepte que el sexo es un impulso limpio y natural bajo toda clase de pantalones y faldas. La Iglesia solo podr¨¢ recuperar la vida cuando los templos se llenen de sacerdotisas. Por cierto, aquella vestal danesa se hab¨ªa pagado los estudios de teolog¨ªa haciendo un elegante striptease en una sala de fiestas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.