La camisa de fuerza ya no aguanta
Argelia marcha hacia la libertad, por primera vez con posibilidades de que sea la libertad verdadera, la de las personas
Argelia lo tiene todo. Recursos naturales. Un territorio enorme, soberbio. Ciudades maravillosas. Una poblaci¨®n joven y educada con unas enormes ansias de vivir en libertad y en democracia. Una cultura plural riqu¨ªsima, de lenguas, costumbres, literatura, m¨²sica.
Cuesta mucho desembarazarse de lo que le sobra. Esa costra vieja y r¨ªgida que la domina y constri?e hasta impedirle crecer y ser ella misma. Esa falsa rep¨²blica que jam¨¢s ha existido, construida por un aparato militar y policial, madre de todas las corrupciones y cr¨ªmenes, surgido durante la guerra de liberaci¨®n nacional que condujo a la independencia en 1962.
La historia pesa. Y su peso a veces es de plomo. Pocos pa¨ªses sintetizan mejor la tragedia de la descolonizaci¨®n, cuya factura de dolor y muerte apenas se traduce luego en libertad, prosperidad y dignidad para los ciudadanos. Fue un episodio capital de la Guerra Fr¨ªa, pero luego no hubo transici¨®n hacia una sociedad democr¨¢tica y un Estado de derecho. Al contrario, borde¨® el camino de la dictadura isl¨¢mica solo eludido por otra dictadura, la militar, al alt¨ªsimo precio de uno o dos centenares de miles de muertos, no se sabe con exactitud.
Los argelinos, especialmente los j¨®venes menores de 30 a?os, que conforman el 70% de su poblaci¨®n, no caben en esta camisa de fuerza. Quienes mueven sigilosamente los hilos del poder son los restos del naufragio de aquella generaci¨®n tercermundista que asust¨® a occidente en los a?os sesenta y setenta. Buteflika, est¨¦ ahora medio vivo o enteramente muerto, cumple 82 a?os. El jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, probablemente el hombre fuerte en la sombra, 79. El primer ministro, Ahmed Ouyahia, un bur¨®crata sin carisma ni capacidad, tiene 66. Y Tayeb Belaiz, presidente del Consejo Constitucional, con 71, es sobre el papel quien debiera sustituir al presidente en caso de incapacitaci¨®n.
Que esto no es una rep¨²blica y que su Constituci¨®n y su sistema legal son papel mojado lo sabe todo el mundo, pero nadie se ha esforzado m¨¢s en demostrarlo y exhibirlo que Buteflika con su elecci¨®n presidencial de 2014, cuando se hallaba ya paralizado. Desde su ictus de 2013 el Consejo Constitucional debi¨® destituirle, atendiendo a la letra de la Constituci¨®n, y hace una semana no debi¨® aceptar su candidatura, pues el reglamento dice que debe depositarla personalmente el candidato, internado entonces en un hospital de Ginebra. Todav¨ªa le queda una oportunidad hasta el mi¨¦rcoles, cuando se cumplen los diez d¨ªas de plazo para aceptar las candidaturas.
Asombra el silencio institucional. Argelia es una nave sin nadie al tim¨®n. La calle bulle, cada vez m¨¢s llena, m¨¢s euf¨®rica, y el r¨¦gimen calla. Primero era desprecio, pero ahora es miedo, pavor. Haga lo que haga el Consejo Constitucional, tanto da. Esta camisa de fuerza ya no aguanta. El pa¨ªs marcha hacia la libertad, por primera vez con posibilidades de que sea la libertad verdadera, la de las personas. Y los europeos, nuestros Gobiernos, la Uni¨®n Europea, no debemos quedarnos a contemplar el espect¨¢culo desde la barrera.
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