El ¨¢ngulo ciego

Cuando un colaborador de la televisi¨®n p¨²blica catalana llama puta a In¨¦s Arrimadas es f¨¢cil, pero equ¨ªvoco, deducir que estamos ante un insulto machista. En realidad, se trata de la expresi¨®n machista de un odio que no es machista, sino ¨¦tnico. De Arrimadas no molesta el g¨¦nero, sino su resuelta espa?olidad. Si se tratara de un ¨²nico caso, lo que acabo de decir parecer¨ªa discutible. Intentemos, pues, establecer un patr¨®n.

Se recordar¨¢ que, no hace mucho, a la l¨ªder de Ciudadanos ya se le dese¨® una violaci¨®n m¨²ltiple. Lo hizo, mediante las agrestes redes sociales, una mujer que perdi¨® su trabajo por ello. Lo mismo sucedi¨® a un profesor de la Universidad de Barcelona que insult¨® a Miquel Iceta con garruladas hom¨®fobas. Triangulemos con un ¨²ltimo incidente: la pol¨¦mica suscitada cuando el Ayuntamiento de Sabadell amag¨® con retirar el nombre de una de sus plazas a Antonio Machado.

No dudo de que en los casos de Arrimadas e Iceta concurrieran machismo y homofobia. Pero dudo a¨²n menos de que se hicieron acreedores de insultos no por su condici¨®n de mujer u homosexual sino por haberse erigido en obst¨¢culo al proceso independentista; en otras palabras, por su apuesta por ser espa?oles. Sin embargo, lo que se reprob¨® a sus agresores verbales fue el machismo y la homofobia, no la hispanofobia. Algo parecido sucede con Machado: su nombre peligraba en el nomencl¨¢tor por ¡°espa?olista¡±, pero lo alegado en su defensa fueron sus credenciales republicanas. De estos tres incidentes yo cre¨ª sacar una lecci¨®n: la cultura pol¨ªtica espa?ola tiene un lugar desde donde denunciar el machismo y la homofobia, y otro desde donde vindicar la II Rep¨²blica, pero no tiene un lugar desde donde denunciar el odio que es espec¨ªficamente antiespa?ol.

Ve¨¢moslo sensu contrario: Alsasua. Ni el g¨¦nero ni la orientaci¨®n sexual comparecen. Tenemos a unos guardias civiles y sus parejas a los que se da una paliza, a ver si se largan del pueblo. Para el fiscal el delito es de odio. Pero una parte de la izquierda, falta de un lugar de donde hacer brotar la indignaci¨®n, lo que ve es ¡°una pelea de bar¡±.

Es como si la xenofobia antiespa?ola existiese en un ¨¢ngulo ciego o fuera una hip¨®tesis inc¨®moda, porque invierte el tradicional relato sobre quien es agresor y quien agredido en Espa?a, quien el tolerante y quien el intolerante. Quiz¨¢ por eso tras cada asesinato de ETA se llamaba a la ¡°unidad de todos los dem¨®cratas¡±, cuando lo cierto es que ETA a sus v¨ªctimas las eleg¨ªa no por dem¨®cratas sino por espa?olas. De hecho, yo tambi¨¦n estoy un poco inc¨®modo escribiendo este art¨ªculo. Soy espa?ol y no me siento orgulloso sino afortunado de serlo. El papel de v¨ªctima ni me toca ni lo quiero. Pero el odio antiespa?ol existe y quiz¨¢ deber¨ªamos empezar a llamarlo por su nombre.