Cambio en Argelia
La decisi¨®n de Buteflika de renunciar a presentarse a un quinto mandato no ha logrado frenar las protestas en las calles del pa¨ªs
La decisi¨®n del presidente argelino Abdelaziz Buteflika, de 82 a?os, de renunciar a presentarse a un quinto mandato no ha logrado frenar las protestas en las calles del pa¨ªs norteafricano. Ni siquiera est¨¢ claro si la enfermedad del mandatario argelino, que hasta el domingo permaneci¨® ingresado en Ginebra, le permite tomar una decisi¨®n as¨ª o si se trata de un paso de la camarilla que controla de factoel pa¨ªs para tratar de desactivar las crecientes manifestaciones. En cualquier caso, los argelinos lo han considerado claramente insuficiente. Las protestas incluso se han intensificado. Muchos sospechan que se trata de una estratagema para mantenerse en el poder: la anulaci¨®n de la candidatura ha significado el retraso de las presidenciales previstas para el 18 de abril y la puesta en marcha de una presunta transici¨®n, que parece destinada a dejar las cosas m¨¢s o menos como est¨¢n.
A estas alturas, despu¨¦s de semanas de protestas generalizadas, lo ¨²nico que podr¨ªa desarticular el activismo en las calles es un mensaje claro de que el poder argelino est¨¢ dispuesto a convocar unas elecciones cre¨ªbles, que rompan las din¨¢micas endog¨¢micas que rigen el pa¨ªs desde hace d¨¦cadas. Y, por ahora, no hay nada de eso en el horizonte. La promesa de convocar una difusa conferencia nacional, que puede prolongarse m¨¢s all¨¢ de este a?o ¡ªla f¨®rmula utilizada, ¡°debe esforzarse por completar su mandato antes de 2019¡±, invita a la sospecha¡ª, ha sido recibida con un justificado escepticismo. M¨¢xime cuando se ha dejado en manos del veterano diplom¨¢tico Lajdar Brahimi, de 85 a?os, que forma parte del r¨¦gimen.
Los clanes que controlan el pa¨ªs desde la independencia en 1962 se han especializado en ocupar todos los espacios del Estado y en manejar a su favor los resortes institucionales. Son maestros en perpetuarse en el poder. La guerra civil de los a?os noventa contra los islamistas no hizo m¨¢s que aumentar y profundizar sus tent¨¢culos.
Pero algo est¨¢ cambiando. Argelia no ha vivido en las ¨²ltimas d¨¦cadas nada parecido a las manifestaciones que estallaron en febrero. Millones de ciudadanos de todo el pa¨ªs y todas las clases sociales parecen haber perdido el miedo. Nada hace indicar que toda esa gente se vaya a conformar con promesas vacuas destinadas a ganar tiempo. Casi nadie espera que las cosas cambien de un d¨ªa para otro ni que se produzca una transici¨®n hacia una democracia plena en cuesti¨®n de semanas: ni siquiera existen figuras claras que puedan iniciar ese proceso. Pero los argelinos, una poblaci¨®n muy joven, quieren ser escuchados y tener la certeza de que las cosas van a cambiar, de que van a poder elegir en un plazo razonable un Gobierno cre¨ªble y representativo, no contaminado por el r¨¦gimen actual, y de que el c¨ªrculo de la endogamia, por fin, se va a romper.
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