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Un tesoro entre tinieblas El bar m¨ªtico Los Gabrieles, construido hace m¨¢s de un siglo, lleva 15 a?os cerrado. Sus famosos azulejos est¨¢n protegidos y, considerados patrimonio cultural, est¨¢n valorados en casi dos millones de euros. Los due?os buscan comprador dispuesto a despertar un lugar que fue el centro de las grandes fiestas de la aristocracia madrile?a y las grandes personalidades del toreo y el flamenco Madrid tiene un tesoro cerrado a cal y canto. Casi olvidado, no abandonado, pero acumulando polvo, alg¨²n escombro y un silencio que se prolonga ya casi 15 a?os. David G. Folgueiras Se trata del m¨ªtico local de Los Gabrieles, situado en el n¨²mero de 17 de la calle Echegaray, a escasos 50 metros de la plaza Santa Ana. All¨ª, entre tinieblas, se encuentra la Capilla Sixtina de los azulejos, un tesoro policromado agarrado con firmeza a sus paredes valorado en casi dos millones de euros, protegido y blindado por una comisi¨®n mixta de Patrimonio de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento. No se puede tocar. Ni mover. Ni trasladar. Eso s¨ª, se vende. Raz¨®n: la burbuja inmobiliaria, que lo desterr¨® a la oscuridad. David G. Folgueiras La historia de este m¨ªtico bar madrile?o no cabe en su anuncio de Idealista. 761 metros cuadrados construidos, 600 ¨²tiles. Diez estancias, tres plantas, una de ellas en el s¨®tano. Hace esquina. Construido en 1908. ?ltima actividad, en 2008. Precio: tres millones y medio. David G. Folgueiras Cecilio Paniagua, consultor inmobiliario, te ense?a sol¨ªcito el local. La semioscuridad del espacio obliga a ajustar la vista y colocar bien los pies en un suelo desigual y lleno de trampas. ¡°Hace unos, a?os unos okupas, con el auge del 15 M, se metieron aqu¨ª, por eso las ventanas que dan a la calle est¨¢n tapiadas¡±, se excusa Paniagua. Unos minutos antes de entrar, ha preparado unos focos para iluminar algunas estancias. Los azulejos, brevemente iluminados, recuperan levemente su esplendor. David G. Folgueiras Los murales son obra de los artistas Alfonso Romero, Enrique Guijo, Juan Ruiz de Luna y Rajel, que se granjearon un nombre entre los ceramistas m¨¢s reputados del primer tercio del siglo XX decorando diversos comercios del Madrid m¨¢s aut¨¦ntico y ca?¨ª. David G. Folgueiras La realidad y la ficci¨®n se entremezclan con historias vividas durante 100 a?os tan locas como documentadas en la prensa de la ¨¦poca y libros de referencia como Vida y cante de Don Antonio Chac¨®n, de Jos¨¦ Blas Vega. Alcohol, fiestas que se prolongaban d¨ªas enteros, taconeos intermitentes e incluso cuartos secretos con camas que no serv¨ªan para dormir. David G. Folgueiras Manolete, Juan Belmonte o el mism¨ªsimo Alfonso XIII, que entraba por la puerta de atr¨¢s y pasaba sus veladas m¨¢s desfasadas en el s¨®tano, frecuentaron el local, muchos de ellos para ver cantar a uno de los padres del flamenco, Antonio Chac¨®n. La Ni?a de los Peines o el pintor Ignacio Zuloaga tambi¨¦n pusieron luz y color a una taberna de excesos y juergas interminables. David G. Folgueiras El due?o del edificio de cinco plantas vio la oportunidad de rehabilitar los apartamentos del edificio y puso de aval su gran tesoro, el local de Los Gabrieles. David G. Folgueiras Lleg¨® la crisis y todo el inmueble, incluido el bar, acab¨® en manos del banco. ¡°Pele¨¦ para quedarme con ¨¦l, pero no me dejaron. Me dijeron que mi contrato expiraba y me tuve que ir¡±, recuerda Figueroa, especialmente preocupado por el devenir de los azulejos, que tiene escrupulosamente plasmados en fotograf¨ªas que guarda en una peque?a caja de cart¨®n. Tanto pele¨®, que con el tiempo su nombre pas¨® a formar parte de una lista negra y a d¨ªa de hoy no le dejan entrar. David G. Folgueiras Lo que vino despu¨¦s fue un proceso de rehabilitaci¨®n que dur¨® varios a?os, realizada por la empresa especializada ECRA, que cost¨® tres millones de euros, y una nueva pol¨¦mica. Los murales fueron cubiertos por velos para realizar un escrupuloso chequeo de cada uno de ellos. Fueron documentados, extra¨ªdos, tratados y de nuevo colocados. David G. Folgueiras Luego entraron los okupas, llamaron al ceramista Adolfo Montes que critic¨® el trabajo realizado y salt¨® la alarma, aplacada por Patrimonio, de la Comunidad, que logr¨® echar del local a los inquilinos forzosos. Entonces entraron unos ladrones y, tras tanto ajetreo, la familia Mar¨ªn, descendientes del propietario original y todav¨ªa en poder del edificio, decidi¨® tapiar las puertas. El bar se sumi¨® entonces en la oscuridad. David G. Folgueiras