La visita

El s¨¢bado d¨ªa 16 invitamos a 50.000 separatistas (seg¨²n EL?PA?S) a que pasearan por Madrid. Digo que los invitamos porque, frente a lo que suelen decir, somos los espa?oles quienes los financiamos. Nosotros pagamos su Gobierno reaccionario, sus embajadas de pega, sus mercenarios de la televisi¨®n separatista, y as¨ª sucesivamente. Nuestros impuestos, gracias a la sumisi¨®n de los presidentes espa?oles, son los que los han convertido en una fuerza pol¨ªtica adinerada, con sus alt¨ªsimos sueldos, su administraci¨®n familiar y sus falanges de choque. Todo pagado por las hienas espa?olas, como dice Torra.

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Una Diada a domicilio

Yo me alegro. He aqu¨ª 50.000 separatistas, casi todos venidos del agro, a los que un autob¨²s, un bocadillo, unos trenes y un d¨ªa precioso han permitido constatar c¨®mo es una ciudad civilizada, europea, educada y con dirigentes no del todo chiflados. Vagaron por Recoletos, por el paseo del Prado, por Cibeles, zonas urbanas de impecable figura. Y no les tosi¨® ni un energ¨²meno atragantado con una patria. Constataron, por tanto, que el Estado opresor, como lo llaman, no se parece al suyo, ni en su estado actual, ni en el que preparan con una Constituci¨®n catalana que da pavor leer. Aqu¨ª nadie los amenaz¨®, nadie pint¨® dianas de muerte en la puerta de sus padres, nadie los insult¨® como los empleados de TV3 insultan a los espa?oles, nadie les lanz¨® excrementos, nadie les dijo que eran inferiores, de una raza desestructurada, africanos y alpargateros. Muy al contrario, ni siquiera fueron necesarios los municipales. De modo que 50.000 separatistas volver¨¢n a sus pueblos sin poder hinchar el pecho y consternados porque Madrid y el Estado opresor los ha tratado como ciudadanos. Y les ha pagado el gasto.