Un pa¨ªs al que se le est¨¢ olvidando c¨®mo hablar
Entre los que no sabemos hablar y los que hablan sin decir nada, nos estamos quedando sin palabras
Aseguraba el titular de una informaci¨®n aparecida en la secci¨®n de Sociedad del pasado viernes que ¡°Espa?a aprende a hablar en p¨²blico¡±. Relataba el texto la celebraci¨®n en Madrid del torneo internacional de oratoria de Harvard y explicaba c¨®mo las nuevas generaciones de espa?oles han ganado confianza en hablar en p¨²blico. Una sorpresa; la gran potencia de estos concursos es Venezuela, lo cual puede explicar por qu¨¦ en aquel hermoso pa¨ªs no han llegado todav¨ªa a las manos viviendo una situaci¨®n que en cualquier otro lugar habr¨ªa hecho saltar todo por los aires hace tiempo. Y un enigma: c¨®mo es posible que argentinos e italianos no se repartan la supremac¨ªa dial¨¦ctica mundial. Tal vez les suceda como anta?o a los jugadores de la NBA, a quienes no dejaban participar en los Juegos Ol¨ªmpicos. O quiz¨¢s resulta que se enzarzan en interminables discusiones entre ellos y no hay forma de enviar representantes.
En cualquier caso es importante saber hablar en p¨²blico, pero primero hay que saber hablar. S¨ª, es una perogrullada, pero vivimos tiempos revueltos en los que resulta necesario decir y explicar lo obvio. Y es evidente que los hispanohablantes ib¨¦ricos hemos perdido capacidad expresiva de forma brutal en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Y no, no vale con asegurar que somos parcos. Lo que pasa es que no sabemos encontrar las palabras para expresar lo que tenemos en la cabeza. Basta escuchar a los testigos de un suceso ¡ªpor ejemplo, una explosi¨®n de gas¡ª en un noticiero espa?ol y en otro de cualquier pa¨ªs de Latinoam¨¦rica. La diferencia es oce¨¢nica. Aqu¨ª cada vez nos refugiamos m¨¢s en el ¡°ha sido impresionante¡± ¡ª¡°impresionante¡± por no escribir lo que de verdad se dice¡ª y en la onomatopeya.
Siempre podemos echarle la culpa de este empobrecimiento a los j¨®venes, que est¨¢n a mano y no protestan, pero lo cierto es que todos nos hemos aplicado durante a?os a una concienzuda tarea de demolici¨®n del habla. Claro que luego est¨¢n los que hablan mucho y no dicen nada, tal y como estamos a punto de comprobar en las consecutivas campa?as electorales que se ciernen sobre nosotros.
Lo curioso es que uno de los mayores oradores de toda la historia fue un se?or nacido en Calahorra y cuyos consejos para hablar en p¨²blico fueron un best seller durante siglos. A Marco Fabio Quintiliano no se le habr¨ªa resistido ning¨²n concurso.
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