La llave
Hay gestos que delatan una ligaz¨®n entre objetos y sentimientos
Hace 32 a?os, un joven guardia civil que participaba en el operativo enviado por el Gobierno para desalojar los pueblos de Ria?o y proteger la labor de las m¨¢quinas encargadas de su demolici¨®n recibi¨® un objeto del p¨¢rroco que acababa de comprobar que la iglesia hab¨ªa quedado vac¨ªa y se alejaba del lugar antes de que una explosi¨®n la redujera a escombros: la llave que durante siglos cerr¨® la puerta del edificio que presidi¨® los momentos m¨¢s importantes de la vida de los ria?eses. Aquel joven guardia civil, al que la desesperaci¨®n de aquellas personas le qued¨® grabada para siempre (Los guardias somos humanos), acaba de regresar, seg¨²n una noticia de la prensa leonesa, a Ria?o para devolverle la llave de la iglesia a sus leg¨ªtimos propietarios. Si tard¨® tanto tiempo en hacerlo, dijo, es porque no estaba seguro de la respuesta que recibir¨ªa por parte de estos.
Para su satisfacci¨®n, aquellos ria?eses supervivientes de un drama que conmovi¨® a Espa?a entera al final de la d¨¦cada de los a?os ochenta, hoy realojados junto a sus descendientes en un pueblo nuevo al lado del gran embalse que cubri¨® el valle y la media docena de aldeas asentadas en ¨¦l desde hac¨ªa siglos, le recibieron con agradecimiento, olvidados, si no los hechos, tan dolorosos, s¨ª las heridas que les caus¨® el trato de un Gobierno del que no esperaban un comportamiento as¨ª. Dejada ya atr¨¢s la dictadura, nadie pensaba que los pantanos volvieran a ejecutarse como en los tiempos de aquella y menos por un Gobierno socialista. Las im¨¢genes de la entrega de la llave, que el guardia conserv¨® todo este tiempo, en la iglesia del Ria?o nuevo muestran la hospitalidad de los ria?eses para quien en aquellos traum¨¢ticos d¨ªas fue su enemigo y su emoci¨®n al recuperar un objeto con un enorme valor simb¨®lico para ellos.
Como para los jud¨ªos espa?oles, que tras su expulsi¨®n guardaron mucho tiempo las llaves de sus casas pensando en regresar, para los desalojados por los embalses las de las suyas tienen un valor simb¨®lico que va mucho m¨¢s all¨¢ del valor real, que es peque?o. Uno las tiene vistas en muchos de sus domicilios nuevos colgadas en un lugar preferente o guardadas en cajones como si se tratara de verdaderas joyas pese a su manifiesta inutilidad, puesto que las cerraduras que abr¨ªan ya no existen. Incluso sabe de algunas personas que en su testamento dejan dispuesto que las arrojen con sus cenizas al agua que sepulta el lugar en el que vivieron. M¨¢s all¨¢ de su romanticismo, ese gesto delata una ligaz¨®n entre los objetos y los sentimientos de las personas que algunos no alcanzar¨¢n a entender pero que otros, como el guardia civil de la historia, comprenden y respetan hasta el punto de guardar una llave durante 30 a?os y de hacer un viaje de casi mil kil¨®metros para devolverla aun a riesgo de no ser bien recibido.
S¨¦ que estos gestos no son noticia a escala nacional y, si lo son, solo como pintorescos, pero mejor nos ir¨ªa a todos si los medios de comunicaci¨®n se ocuparan m¨¢s de ellos y menos de la refriega pol¨ªtica, tan agotadora. Y mejor nos ir¨ªa a los espa?oles si, como el guardia civil que devolvi¨® la llave a los ria?eses, quienes les enviaron a ¨¦l y a sus compa?eros a desalojar por la fuerza a unos campesinos de sus aldeas y de sus casas tuvieran con ellos un gesto de reconocimiento. Si Rajoy lo tuvo con los jud¨ªos al pedirles perd¨®n en nombre de todos los espa?oles por su expulsi¨®n despu¨¦s de 500 a?os, Felipe Gonz¨¢lez deber¨ªa tenerlo tambi¨¦n con unos compatriotas despu¨¦s de 30.
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