Inventar el pasado a destiempo
Cada vez m¨¢s voces regresan sin complejos a los mitos fundadores del siglo XIX para hablar de una historia que ignoran
El siglo XIX fue esencial para la construcci¨®n de las naciones europeas. Muchas nacieron entonces y otras se forjaron culturalmente. En Francia, por ejemplo, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n no ten¨ªa el franc¨¦s como primera lengua, sino que hablaba sus dialectos regionales, una situaci¨®n que se prolong¨® hasta bien entrado el siglo XX. En las trincheras de la Primera Guerra Mundial, muchos soldados eran incapaces de entender las ¨®rdenes de sus superiores porque no hablaban el mismo idioma. Esa construcci¨®n nacional necesitaba mitos fundadores. As¨ª, por ejemplo, se hablaba de ¡°nuestros antepasados los galos¡±, una frase que se ense?aba incluso en las escuelas de las colonias francesas de Indochina y ?frica. Cada pa¨ªs tuvo su Rudyard Kipling que ayud¨® a cimentar una identidad y, de paso, a justificar el dominio de tierras y pa¨ªses a miles de kil¨®metros de distancia.
Todo eso cambi¨® durante el siglo XX y los mitos se fueron resquebrajando. Con las revoluciones de los a?os sesenta, los viejos clich¨¦s nacionales resultaron insostenibles y muchos pa¨ªses se volcaron en conocer su aut¨¦ntica historia, el pasado que se hab¨ªan perdido entre las fanfarrias. La evoluci¨®n del w¨¦stern lo explica muy bien (al fin y al cabo, Estados Unidos fue fundado por europeos). Las pel¨ªculas de vaqueros crearon toda una mitolog¨ªa de hombres libres, de caravanas que avanzaban hacia el Oeste para fundar una nueva sociedad. Los indios eran, en el mejor de los casos, una molesta presencia en la aventura civilizatoria y, en el peor, unos salvajes asesinos.
Pero eso tambi¨¦n cambi¨®. Ninguna pel¨ªcula expresa con tanta precisi¨®n ese camino como El gran combate (Cheyenne Autumn en su versi¨®n original), el ¨²ltimo y magistral w¨¦stern de John Ford, de 1964, en el que el maestro pidi¨® perd¨®n a los indios a los que retrataba con una dignidad emocionante frente a las mentiras y los expolios del hombre blanco. ¡°Incluso un perro puede ir donde quiera, pero no un cheyene¡±, exclama unos de los indios, privado de sus tierras y de su libertad.
Aqu¨ª, en Espa?a, se hacen o¨ªr cada vez con m¨¢s fuerza corrientes que regresan sin complejos a los mitos fundadores de la naci¨®n del siglo XIX, que reescriben una historia que ignoran totalmente, olvidando que los pa¨ªses se hacen grandes y fuertes por su capacidad para mirar a su pasado de frente, no para idealizarlo.
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