Catalu?a en la campa?a
La ausencia de consenso ante el desaf¨ªo independentista dificulta la salida
La existencia de diversos programas pol¨ªticos para hacer frente al intento de secesi¨®n de Catalu?a por v¨ªas de hecho no es una prueba de la pluralidad desde la que los partidos de ¨¢mbito estatal abordan la cuesti¨®n territorial en estas elecciones, sino de la renuncia a abordarla desde el consenso. Es en esta divisi¨®n donde las fuerzas independentistas han encontrado el margen para seguir solicitando el voto en favor de una promesa imposible de cumplir, as¨ª como para disputar la hegemon¨ªa en su propio campo. Mientras que ERC apuesta ahora por ampliar la base social del independentismo, despu¨¦s de que su l¨ªder, Oriol Junqueras, proclamara en su d¨ªa la victoria en unas elecciones planteadas como plebiscitarias que manifiestamente hab¨ªa perdido, la confusa constelaci¨®n de siglas en la que se transform¨® la antigua Converg¨¨ncia se debate entre la estrategia de la confrontaci¨®n total del expresidente huido, Carles Puigdemont, y la voluntad de condicionar al pr¨®ximo Gobierno, defendida por los dirigentes en prisi¨®n.
No menos imposible de cumplir que la promesa de los independentistas es la de aplicar el art¨ªculo 155 de forma inmediata y permanente, en la que, con distinta intensidad, coinciden el Partido Popular y Ciudadanos. El sistema constitucional impide la aplicaci¨®n indefinida de una norma del ¨¢mbito de la excepci¨®n como es el art¨ªculo 155, pero, adem¨¢s de esta raz¨®n jur¨ªdica, existen otras estrictamente pol¨ªticas. Como el Partido Popular y Ciudadanos han tenido que reconocer al poco de iniciarse la campa?a, la ultraderecha, por un lado, y los independentistas, por otro, son los ¨²nicos beneficiarios de sus desmesuras contra el Partido Socialista en materia territorial. Este, por su parte, hace frente a las consecuencias de haber cometido el grave error de suscribir desde el Gobierno una ambigua declaraci¨®n conjunta con la Generalitat, m¨¢s tarde amplificado con la creaci¨®n de una mesa de partidos que aparentemente sustitu¨ªa las funciones del Parlament y de una confusa figura a medio camino entre el secretario y el mediador.
Junto a la alternativa de explotar electoralmente los respectivos errores frente al independentismo, convirtiendo la campa?a en una ordal¨ªa acerca del ser o no ser de Espa?a, cabr¨ªa una m¨¢s pragm¨¢tica y elemental: aprender todos juntos la lecci¨®n pol¨ªtica. Una lecci¨®n que se resume en que el ¨²nico ¨¦xito que puede contabilizar el independentismo no es haber puesto en jaque el sistema institucional establecido por la Constituci¨®n de 1978, que ha demostrado una vez m¨¢s su extraordinaria solidez, sino haber arrastrado a las principales fuerzas del pa¨ªs a discutir sobre las esencias de la naci¨®n y no sobre la organizaci¨®n del Estado. Si algo no funciona correctamente en esta organizaci¨®n es el vigente Estatut. Pero no por el grado de autogobierno que contempla, sino porque una norma tan deficientemente concebida, y tan manoseada durante su tortuosa tramitaci¨®n, ha terminado por convertirse en el agujero negro del sistema constitucional. Reconocer que existe exige repararlo entre todos, no que un partido tras otro se precipite por ¨¦l.
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