La verdad seg¨²n Bu?uel
Menos mal que est¨¢n las im¨¢genes de las televisiones, porque, si no, ni el Tribunal Supremo ni los que seguimos el juicio sabr¨ªamos a qui¨¦n creer
"?Jura o promete decir la verdad?¡±, les pregunta invariablemente, como es preceptivo por ley, el presidente del Tribunal Supremo a cada uno de los testigos que comparecen en el juicio a los independentistas catalanes que est¨¢ teniendo lugar en Madrid desde hace semanas. El testigo jura o promete y a continuaci¨®n se lanza a contar su verdad a los que le escuchan tanto en la sala como por la televisi¨®n. El problema es que las verdades difieren notablemente seg¨²n qui¨¦n sea el testigo y dependiendo de su profesi¨®n y adscripci¨®n ideol¨®gica.
Durante varios d¨ªas fueron los polic¨ªas y guardias civiles que participaron tanto en los acontecimientos previos a la celebraci¨®n del refer¨¦ndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional del 1 de octubre del 2017 como durante ese d¨ªa y los siguientes, y ahora son los participantes en esas manifestaciones quienes declaran ante el Tribunal Supremo, y sus versiones est¨¢n tan lejos unas de otras que uno duda de que la verdad exista. Mientras que los polic¨ªas refer¨ªan insultos, acosos y hasta agresiones por parte de muchos manifestantes, estos declaran que fueron los polic¨ªas los que les agredieron a ellos sin venir a cuento mientras cantaban canciones y les ofrec¨ªan flores. Mientras que los polic¨ªas y guardias civiles a los que rodearon 45.000 personas cuando registraban una Consejer¨ªa de la Generalitat por orden de un juez narraban un escenario de pesadilla, los concentrados describen un acto festivo del que si la comitiva judicial huy¨® por una azotea de madrugada como los ladrones fue porque no lo entendieron. Mientras que los polic¨ªas y guardias civiles, en fin, contaban escraches ante los hoteles en los que se alojaban, incluso ante sus cuarteles, los participantes hablan de simples protestas llevadas a cabo de un modo pac¨ªfico. Menos mal que est¨¢n las im¨¢genes de las televisiones, porque, si no, ni el Tribunal Supremo ni los que desde la sala o desde nuestras casas seguimos el juicio sabr¨ªamos a qui¨¦n creer.
Que la objetividad no existe es algo sabido, pero tanta distancia entre las versiones de los distintos testigos induce a pensar que la realidad, tampoco. As¨ª que, decida lo que decida el Alto Tribunal, su sentencia va a ser criticada por unos u otros; de hecho, lo est¨¢ siendo ya antes de producirse ?C¨®mo podr¨ªa ser de otro modo en un pa¨ªs en el que cada uno tiene la raz¨®n entera y la ¨²nica verdad que acepta es la suya? Ni siquiera la realidad le har¨¢ revisarla, y mucho menos renunciar a ella, como tambi¨¦n nos demuestra la experiencia. En Mi ¨²ltimo suspiro, las memorias que Luis Bu?uel public¨® antes de morir, el cineasta aragon¨¦s cuenta, entre otras an¨¦cdotas regocijantes, aquella que le llev¨® a descubrir, seg¨²n ¨¦l, la objetividad y el surrealismo a la vez en su ¨¦poca de estudiante en Madrid. Fue por los a?os de la rep¨²blica previos a la contienda civil y se refer¨ªa a un incidente callejero en cuyo transcurso unos manifestantes hab¨ªan agredido a un cura y c¨®mo lo contaba un peri¨®dico anarquista de la ¨¦poca: ¡°En la tarde de ayer paseaban pac¨ªficamente por la Gran V¨ªa de Madrid unos 200 obreros cuando vieron venir en direcci¨®n contraria a la suya a un sacerdote. Ante tal provocaci¨®n¡¡±
Ha pasado casi un siglo desde entonces, pero nada hemos cambiado por lo que se ve cuando, como los testimonios de los testigos que declaran ante el Tribunal que juzga unos hechos grabados por miles de c¨¢maras se empe?an en demostrar d¨ªa tras d¨ªa, hay personas que sostienen todav¨ªa que la verdad es una ilusi¨®n en los ojos de los espectadores.
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