Querida Europa
No podemos dejarte y es imposible avanzar por la falta de voluntad y de sentido hist¨®rico. Ahora somos rehenes de Trump
Querida Europa:
O quiz¨¢ debiera decir mi pobre Europa. Te tuteo, porque nos conocemos ¨ªntimamente, t¨², mi vieja amante, y yo, hijo de Estrasburgo, tu capital sentimental. Crec¨ª al borde del Rin y nunca soy tan feliz como cuando circulo por las autopistas o voy en los trenes que vetean tu territorio. Las curvas de tus r¨ªos, de tus costas y de tus monta?as; la majestad de tus ciudades y de tus campos, la riqueza de tus culturas y el encanto de tus lenguas: querida Europa, sigues siendo el objeto de mi deseo. No he olvidado todo lo que nos has aportado, la paz y la prosperidad, despu¨¦s de la ¨²ltima vez que tus hijos se mataron entre ellos, hace 75 a?os.
Pero ?qu¨¦ han hecho contigo? ¡°Ellos¡±, los pol¨ªticos timoratos que dirigen ¡ªo quisieran dirigir¡ª tus peque?as naciones desde hace 20 a?os. ¡°Ellos¡±, que te agobian con todo tipo de males adem¨¢s de haberte construido fr¨ªgida e inestable, alguien torpe y sin rostro, para que te convirtieras en el chivo expiatorio de sus cobard¨ªas y de sus hipocres¨ªas.
Milan Kundera escribi¨® que el verdadero europeo ten¨ªa nostalgia de Europa. Hoy, desgraciadamente, tenemos que suscribir esa definici¨®n
Pobre Europa, est¨¢s irreconocible. A ti, la diosa elegante, te han desfigurado como a una hidra de seis cabezas (una preside el Consejo de la Uni¨®n y cambia cada seis meses, la segunda dirige la Comisi¨®n, la tercera el Consejo Europeo, la cuarta el Parlamento Europeo, la quinta el Banco Central Europeo y la sexta el Eurogrupo). ?C¨®mo identificarse con semejante monstruo? ?C¨®mo entender su metabolismo? En Bruselas y Estrasburgo te han edificado palacios funcionales. Sus fachadas son lisas, sus arquitecturas fr¨ªas: el conjunto es feo y descarnado.
No han querido dotar de identidad a tus billetes. En lugar de grabar en ellos las efigies de tus genios, Dante, Goethe, Mozart o Picasso, han preferido puentes, arcos y ventanas dibujados por ordenador. Hubieran podido invitar a tus ciudadanos a pronunciarse acerca de sus ilustraciones. No han sabido tampoco contar tu historia, ni celebrar tu herencia (que no se han atrevido a definir), la matriz greco-latina y judeo-cristiana (y musulmana en las pen¨ªnsulas Ib¨¦rica y Balc¨¢nica, m¨¢s discutible, estoy de acuerdo, en los pa¨ªses sometidos al imperio otomano durante siglos) y la gran aventura del Renacimiento y el humanismo, ni denunciar tus mort¨ªferos antagonismos ni tus pasados cr¨ªmenes, el fascismo, el comunismo, el colonialismo.
No han querido transmitir a las generaciones futuras sus tradiciones compartidas, solamente palabras vac¨ªas y f¨®rmulas vagas. Podr¨ªan haber instituido cursos de historia y de educaci¨®n c¨ªvica europea en todas las escuelas del continente y formar as¨ª a unos peque?os pol¨ªglotas. Nada de eso. ?Y acaso no sospechan que sin educaci¨®n europea, sin una base cultural com¨²n no habr¨¢ nunca ni uni¨®n ni solidaridad? Sin lugar a dudas. En el fondo, ellos no te aceptan. O s¨®lo te quieren tambaleante y an¨¦mica.
As¨ª es como, querida Europa, te abandonaron en medio del vado. Sus predecesores hab¨ªan asumido grandes riesgos, pues conoc¨ªan tus inclinaciones criminales, la mayor¨ªa las hab¨ªa sufrido en sus carnes. Nos encamin¨¢bamos hacia la formaci¨®n de un gran conjunto, la aventura era colectiva, exaltante, cuando todo se detuvo. Y ah¨ª estamos todos, paralizados, enmara?ados en las redes de competencias compartidas, impenetrables e indefendibles. Imposible dejarte e imposible avanzar ante la falta de voluntad, de valent¨ªa, de sentido de la historia de los hombres y las mujeres que presiden tus destinos desde principios de siglo. Para ti el trabajo sucio de emitir directivas, normas y reglamentos, de controlar deudas y d¨¦ficits: t¨² eres el malvado gendarme financiero, la bestia negra de los populistas, de derecha y de izquierda, que con ello medran a tus expensas. Y careces de defensa. Ellos esperaban que tu primo americano velar¨ªa siempre por tu seguridad. Ahora somos rehenes de Donald Trump, porque son ellos los ¨²nicos que han fingido creer en el fin de la historia.
Por eso reina el provincianismo. Como en los boletines meteorol¨®gicos de la televisi¨®n francesa: m¨¢s all¨¢ de nuestras queridas fronteras no se sabe el tiempo que har¨¢, no se quiere saber y nos importa un bledo. Francia se mutila a s¨ª misma y solamente se mira el ombligo. El Reino Unido parte a la deriva. Alemania tiembla ante la idea de los impuestos a los GAFA [Google, Amazon, Facebook y Apple]. Los catalanes quieren irse de Espa?a. Polonia, Hungr¨ªa, Italia y algunos otros act¨²an de fanfarrones. Estando solos ser¨¢n m¨¢s capaces de luchar contra el calentamiento clim¨¢tico, las grandes migraciones o el terrorismo. ?Qu¨¦ idiotas! Rusia, Am¨¦rica, China, Turqu¨ªa y el islamismo catar¨ª-saud¨ª se relamen. Sue?an con la revancha y con despedazarte.
El cuadro es oscuro, pero estoy amargado, no se me pasa la rabia contra aquellos que han hecho de ti ese chisme ins¨ªpido y sin alma, esa cosa sin historia ni rostro, esa nave sin rumbo ni tim¨®n, a merced de todas las corrientes. Milan Kundera, en tiempos de la Guerra Fr¨ªa, escribi¨® que el verdadero europeo ten¨ªa nostalgia de Europa. Hoy, desgraciadamente, suscribo esa definici¨®n.
Olivier Guez es periodista y escritor.
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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