Pasillo de la ¨²nica prisi¨®n que queda en pie en Solovki. El edificio no lleg¨® a estrenarse. El tama?o de ese mundo paralelo que Solzhenitsin llam¨® el ¡°archipi¨¦lago Gulag¡± es tan enorme que no hay manera humana de abarcarlo. Anne Applebaum (autora de Gulag, que quiz¨¢s es la historia m¨¢s completa que se ha publicado sobre los campos sovi¨¦ticos) contabiliza 476 campos, todos ellos levantados sobre el modelo de Solovki, y calcula que el n¨²mero total de los prisioneros encerrados en ellos entre 1929 y 1953 superar¨ªa los 18 millones de personas. Cada una de ellas tuvo un nombre, una cara, una identidad: no podemos imaginar cu¨¢ntas paredes de cu¨¢ntos museos se llenar¨ªan con las fichas policiales de todos ellos. Una segunda raz¨®n de la escasez de testimonios e im¨¢genes es la tradici¨®n sovi¨¦tica del secreto. Se sabe mucho menos de lo que podr¨ªa saberse porque durante toda su historia, el sistema de los campos fue territorio prohibido para quien no perteneciera a ¨¦l como guardi¨¢n o como v¨ªctima, como administrador o como preso. El impacto tremendo que tuvo en todas partes la publicaci¨®n de Un d¨ªa en la vida de Iv¨¢n Den¨ªsovich provino en parte de que era el primer testimonio en primera persona que publicaba un antiguo prisionero. Las burocracias totalitarias muestran una gran creatividad inventando nombres respetables y perfectamente neutros para sus instituciones inhumanas. Ese nombre, Gulag, que para nosotros tiene un sonido tan amenazante, es el acr¨®nimo en ruso de Administraci¨®n Superior de los Campamentos. Solovki formaba parte de una organizaci¨®n llamada Campos de Especial Significaci¨®n, de donde viene el acr¨®nimo SLON. El disimulo verbal se corresponde con el hermetismo y con la extrema lejan¨ªa. Los campos ten¨ªan nombres cifrados y sol¨ªan encontrarse a distancias inaccesibles. por ANTONIO MU?OZ MOLINA