Involuci¨®n ciudadana
El paisaje urbano regresa a los tiempos de 'Pl¨¢cido', empujado por el raquisto tur¨ªstico: motocarros, patinetes y hasta 'rickshaw'

Un peat¨®n en una ciudad cercada por el turismo, y Madrid lo es ya casi tanto como Barcelona o cualquier localidad de la costa alicatada hasta el techo, se enfrenta todos los d¨ªas a m¨²ltiples amenazas que, si bien no constituyen riesgos f¨ªsicos como las que sufren los protagonistas de Las minas del rey Salom¨®n o El prisionero de Zenda, s¨ª le aceleran el pulso, aumentan su tensi¨®n o le conducen a una irritaci¨®n fat¨ªdica a largo plazo. Mientras camina por la acera se puede ver sobresaltado por bicicletas invasoras cuyos conductores se consideran con derecho a ocupar los espacios de tr¨¢nsito a voluntad; quiz¨¢ se le eche encima uno de esos patines infernales que, con la disculpa de la econom¨ªa y la maniobrabilidad, circulan sin normas ni escr¨²pulos por donde les place, igual que los malhadados segways.
Tambi¨¦n es posible que el viandante, a velocidad moderada, se encuentre con aglomeraciones de turistas desplaz¨¢ndose a su aire desganado, con densidades humanas imposibles de atravesar; o se d¨¦ de bruces con el ya famoso fen¨®meno de las terracitas bloqueantes, espacios cerrados de facto al tr¨¢nsito humano, reservados para solaz de viajeros ociosos en busca del ¡°sol de Espa?a¡±, y tenga que callejear para evitar una plaza invadida.
La contaminaci¨®n atmosf¨¦rica es un problema grave y, lo que es m¨¢s importante, urgente. Pero hay otra contaminaci¨®n in crescendo, la del paisaje urbano, que encoge el ¨¢nimo y pasma al observador confiado en que vive en un pa¨ªs con renta per capita pr¨®xima a la media de la eurozona. Aparecen en la v¨ªa p¨²blica camionetas desvencijadas, pintadas de colores chillones, o motocarros tuneados por alg¨²n cu?ado manitas que transportan turistas renqueando detr¨¢s de bicicletas y autobuses de la EMT. La imagen remite al predesarrollismo de Pl¨¢cido. El colmo de la involuci¨®n aparece con los rickshaws, veh¨ªculos de tracci¨®n humana, asociados a la visi¨®n pintoresca del tercer mundo colonial, tirando de orondas parejas de visitantes.
Pues s¨ª, el observador no se enga?a. Asistimos a una involuci¨®n del paisaje ciudadano hacia la indigencia. Regresamos a la imagen tercermundista empujados por la precariedad inherente al negociejo tur¨ªstico. La econom¨ªa espa?ola pide a gritos o, para ser exactos, merece, m¨¢s industria, m¨¢s valor a?adido y menos raquitismo empresarial. ?No est¨¢ claro?
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